Colombia. ¿Por qué es tan difícil que las mujeres participen en política?
Fabiola Calvo*. LQSomos. Enero 2018
Las mujeres necesitan escuela para participar en política pero con una propuesta conceptualmente diferente, que les proporcione la capacidad de incluir a las otras muchas, de trabajar desde el reconocimiento de la historia, nuestra historia, la que nos ha permitido llegar a obtener los frutos que hoy saboreamos pero que también nos convoca a seguir trabajando por cambios sociales profundos y sembrando semillas de autonomía para que nos habite…
Si las mujeres avanzan en su formación académica y las leyes ¿por qué razón acceder a cargos políticos sigue siendo tan esquivo para ellas?. Una reflexión pertinente para este calendario electoral.
Si en el índice de empoderamiento político del Informe Global de la Brecha de Género de 2016 Colombia ocupa el puesto 66 entre 144 países, vale preguntarnos ¿por qué es tan difícil que las mujeres participen en política si avanzan en su formación académica y las leyes parece que abren nuevas posibilidades?
En 1958 fue elegida la primera mujer al Senado y en 2014, llegaron 23 a ese cuerpo legislativo ¿Podemos presumir un avance? Claro que sí pero a paso de tortuga y no siempre las mujeres han representado a las mujeres y sus derechos sino que han defendido los intereses de sus partidos. Pero, está bien… han llegado.
Parece una regla de tres simple pero los hechos evidencian el proceso de la democracia real, la democracia participativa en Colombia. Es preciso que a la vez que las mujeres son elegidas, se presenten cambios que amplíen esa participación y desde luego ese acompañamiento de los varones, un paso tan importante como el de la inclusión y participación de las mujeres en la toma de decisiones de la vida del país y la carrera veloz para que recortemos distancia con respecto a la igualdad en derechos, porque un derecho va encadenado a otros.
¡Ah! ¿Y por qué es tan difícil? Demos sólo algunas puntadas: Ellas atienden a su familia, cocinan, van a las reuniones del colegio, trabajan fuera de casa, tienen una pareja controladora, la economía no alcanza ni para ir al cine pero muchas hacen el gran esfuerzo para estudiar. Por supuesto, que no todas las situaciones son iguales o reúnen todas estas piezas del buen vivir, pero les aseguro que el cansancio y desgaste es mucho para pensar en reuniones de partido. Además unas pocas cuentan con recursos y contactos.
Llegamos entonces a la cantinela de siempre: es necesario un cambio estructural que desde luego tiene que incluir leyes pero no solo de letras vivimos en este país de leguleyos en el que, mucho tilintilin y nada de paletas, que goza de una Ley 581 del año 2000 para que el 30% de las mujeres ocupen cargos públicos; la 575 de 2011 que incluye en listas el 30% si hablamos de cinco, o más curules; otra de partidos que hace referencia a la formación, financiación y cuotas para mujeres.
Tenemos logros pero con muchas resistencias. Dice mucho que por la ya larga historia de nuestra destartalada República sólo hayamos tenido una Ministra de Defensa, una Contralora General de la Nación, una Fiscal General de la Nación y ni una sola Presidenta o Vicepresidenta, en contraste con otros países latinoamericanos que han elegido mujeres para que lleven las riendas como jefas de Estado: Violeta Chamorro en Nicaragua, Michelle Bachelet en Chile, Laura Chinchilla, en Costa Rica, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y Dilma Rousseff en Brasil.
Las mujeres necesitan escuela para participar en política pero con una propuesta conceptualmente diferente, que les proporcione la capacidad de incluir a las otras muchas, de trabajar desde el reconocimiento de la historia, nuestra historia, la que nos ha permitido llegar a obtener los frutos que hoy saboreamos pero que también nos convoca a seguir trabajando por cambios sociales profundos y sembrando semillas de autonomía para que nos habite, para desplegarla, para ejercerla.
Y para esa representación política se han trabajado los conceptos de inclusión, representación y paridad. “La inclusión de las mujeres en la política implica la garantía de ser elegidas en cargos de elección y cargos de designación; sin embargo, la inclusión no es suficiente ya que además de inclusión debe haber representación, entendida como el comportamiento de las mujeres elegidas en representación de los intereses y necesidades del colectivo de mujeres.
Finalmente, el concepto de paridad no solo requiere que las mujeres y hombres tengan una participación de 50 y 50 en los órganos de decisión de las tres ramas del Estado. Para alcanzarla, es necesario a su vez llevar a la agenda pública temas prioritarios para las mujeres, como los derechos sexuales y reproductivos y el trabajo no remunerado que estas realizan, entre otros”, proponía el Observatorio de Asuntos de Género de Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer República de Colombia, en 2011.
Necesitamos un marco normativo, medidas permanentes que muevan los conservadores patrones culturales (no le temamos a la revolución cultural), escuela de formación política para las mujeres y espacios para aplicar el aprendizaje y, seguimiento sobre cumplimiento a la institucionalidad, movimientos y partidos tanto por el Estado como por las organizaciones sociales. ¡Con presupuesto!… con presupuesto.
* El Espectador
@fabicalvoocampo
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