Colonialismo del siglo XXI
La compra del Gobierno de China del 5 % de la superficie de Ucrania con fines agrícolas o el acaparamiento de tierras en África por parte del gigante asiático, países árabes y fondos de inversión se acelera en estos tiempos de crisis. El crecimiento de la población y los negocios del biodiésel aceleran las importaciones de cereales de China, lo que desestabiliza los precios mundiales de los alimentos.
El acaparamiento de tierras fértiles en todo el mundo durante estos tiempos de crisis se acentúa entre algunas potencias mundiales como China, países del Golfo o Estados Unidos, aunque también entre multinacionales que buscan mayores beneficios. Los negocios agroindustriales emergen cada vez más como activos estratégicos en medio de esta larga debacle financiera, ya que se estima que en 2050 la población mundial llegará a los 9.100 millones de habitantes y todo parece indicar que llegarán nuevas tensiones alimentarias en todo el planeta. China acaba de sorprender al mundo al comprar un 5 % de Ucrania (algo así como 29.000 kilómetros cuadrados) para usos agrícolas, superficie equivalente en tamaño a Galicia y supone el 9 % de toda la tierra cultivable de Ucrania. Sin duda, esta operación de gran calado recuerda el proceso colonial del siglo XIX registrado en casi toda Áfric a.
También India, Corea del Sur y países de Europa occidental acaparan extensiones de tierra, sobre todo en este continente pobre, después de que los precios mundiales de los alimentos se dispararan en 2008. En este último lustro, al menos 62 países han adquirido ya tierras en un total de 41 Estados. Esta tendencia afecta sobre todo a África y Asia, según Proceedings of the National Academy of Sciences, que precisa que el 47% de los terrenos apropiados se localizan en África y el 33%, en Asia. Por otro lado, según Land Matrix Partnership, una coalición de organizaciones académicas, de investigación y no gubernamentales, calcula que desde 2001 «han sido puestas en venta, arrendadas o se han concedido licencias para la explotación» de un total de 227 millones de hectáreas, «una superficie que equivaldría a la de toda Europa Occidental». Para 2020, indica un informe realizado por Eroski-Consumer, las metas de consumo de la Unión Europea pretenden que el 10 % del combustible para transporte provenga de fuentes renovables, lo que supondría aumentar la superficie destinada a la producción de biocombustibles.
Países emergentes
Para poder alimentar al mundo en 2050 será necesario incrementar la producción en un 70 %, según la FAO, y sobre todo, será necesario producir mejor. La demanda de alimentos crece porque crece la población y porque cambian los hábitos de consumo en los países emergentes. Al mismo tiempo la agricultura industrial moderna ha mostrado sus límites y los rendimientos agrícolas se han estancado. Pero se puede desarrollar el gran potencial que representa el aumento de los rendimientos de la agricultura a pequeña escala. Esto ayudaría a que millones de familias salieran de la pobreza y dejaran de pasar hambre y permitiría producir alimentos suficientes de forma sostenible.
Entre los años 2000 y 2010, las compras o arrendamientos de tierras por inversores extranjeros en países en desarrollo se aceleraron y representan una superficie equivalente a ocho veces el tamaño del Reino Unido, que podría producir alimentos suficientes para cubrir las necesidades de mil millones de personas, según constata un informe publico el pasado mes de diciembre por Oxfam Intermon. Muchas se quedan baldías, es decir se compran para especular con ellas, o producen materia prima para la exportación, en muchos casos para la producción de biocombustibles.
Pero la Unión Europea sigue con dudas sobre si el uso de cultivos de alimentos para la producción de energía tiene impacto en la seguridad alimentaria y la pobreza y no modifica su normativa de energías renovables. Y ponen como ejemplo a Paraguay, el país con mayor nivel de desigualdad de América Latina y ocupado masivamente por el cultivo de soja, en el que los pequeños agricultores están siendo expulsados de sus tierras y no pueden cultivar sus propios alimentos.
Protagonistas de las especulaciones
La compraventa de enormes superficies agrarias es objeto también de especulación de los fondos de pensiones y fondos soberanos (en manos de los Estados), que especulan con los precios de los alimentos. También entran en juego empresas multinacionales del sector agroalimentario que controlan los mercados y sus reglas en distintos puntos de la cadena alimentaria, así como las compañías energéticas que compiten por los recursos naturales y las materias primas agrícolas para la producción de biocombustibles.
En esa situación, un puñado de compañías ha tomado el control de los distintos puntos de la cadena agroalimentaria, tanto en las ventas mundiales de la industria de semillas. Así, cuatro empresas dominan cerca del 50% del mercado: Dupont, Monsanto, Syngenta y Limagrain. También dominan el mercado de cereales, concentrado en un 90 % en manos de Cargill, Bunge y ADM, así como el de la distribución comercial (Wall Mart, firma de Estados Unidos, es líder mundial en su sector). «En realidad, vemos que unos pocos centenares de empresas controlan el 70 % de las decisiones y de este modo extraen gran parte del valor de la cadena y deciden sobre los costes y riesgos que se derraman en cascada hacia los participantes más débiles», asegura el informe de Oxfam Intermon. Sin duda, tienen por último mucho poder de influencia en las clases políticas.
Los transgénicos entran en juego
Además del acaparamiento de tierras, el otro gran negocio agroindustrial pasa por el desarrollo de cultivos transgénicos. La Comisión Europea acaba de pedir que se retome la propuesta de dar a los países una mayor libertad para decidir sobre la plantación de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) en vísperas de la decisión que los Veintiocho deben adoptar sobre el cultivo de un nuevo tipo de maíz transgénico. La Unión Europea volvió a registrar récord de siembra de semillas transgénicas en 2013 al crecer un 15 % respecto al año anterior. Según los datos del Ministerio de Agricultura, España sigue estando un año más a la vanguardia europea con más de 136.962 hectáreas de cultivo de maíz modificado genéticamente, es decir un tercio del total sembrado en el país en 2013 .
El automóvil quiere más biocombustibles
La carrera por la adquisición de tierras de cultivos en grandes extensiones de África o de América del Sur arrancaron en 2008 al hilo de la producción de biocombustibles, cuyo uso aumenta en el sector de la automoción. Inversores como el promotor valenciano Enrique Bañuelos entró de lleno en los negocios agroindustriales de Brasil, una estrategia que ahora ha dejado de lado para centrarse en otras actividades empresariales en Europa y Asia. Con todo, la demanda de cereales no ha perdido fuerza desde entonces. Oriente Medio figura entre los principales inversores en tierra y en agua africanas, si bien en esta carrera no están solos. Los fabricantes de automóviles han entrado de lleno en la actividad de los biocombustibles, como es el caso de la multinacional surcoreana Daewoo Logistics de arrendar durante 99 años 1,3 millones de hectáreas en Madagascar, una superficie equivalente a la mitad del tama&n tilde;o de Bélgica. El Salón del Automóvil de Detroit de 2014 ha constatado la apuesta de los fabricantes del automóvil por el uso de biocombustibles. Así lo han reconocido firmas americanas como Ford y asiáticas (Toyota), que apuestan por el etanol para sus coches del futuro.
Asia hunde al sector del arroz
Mientras China sigue almacenando masivamente alimentos como arroz para llenar sus despensas, los países productores del sudeste asiático continúan aumentando sus producciones para vender al gigante asiático, aunque también en otros territorios. Así las cosas, las importaciones masivas de arroz procedente del sudeste asiático están desestabilizando los mercados locales de producción, como es el caso de la Comunitat Valenciana. Ante esta situación, organizaciones agrarias y partidos políticos ha solicitado al Gobierno que pida a las autoridades de la Unión Europea que se establezca una cláusula de salvaguardia para el arroz procedente de Myanmar (antigua Birmania) y Camboya, pues prevén que van a aumentar de forma considerable sus exportaciones y provocarán un claro desequilibrio en los mercados de las zonas productoras europeas como es el caso de Valencia. Camboya ha desarr ollado sus programas para exportar arroz y ha pasado de unas 6.000 toneladas exportadas a Europa a 190.000 este año. Para 2014 su objetivo es pasar a exportar 400.000 toneladas a la Unión Europea, aseguran fuentes del sector agrario. Myanmar empezará a exportar también en 2014, con una capacidad es mayor aún que la de Camboya porque dispone de unos programas muy fuertes de mejoras y desarrollo del cultivo del arroz. Mientras tanto los precios de los alimentos en el mundo han seguido cayeron el pasado mes de enero después de tres meses de subidas, ya que el descenso del importe de los de cereales, azúcares y carnes fue mayor que las subidas de los lácteos, según el Índice de Precios de los Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura.