Con Pétrus Borel, escritor antisistema… y hambriento
Acacio Puig*. LQS. Agosto 2019
Pétrus Borel d’Hauterive nació en 1809 y falleció en 1859, a los 50 años, en Mostaganem (Argelia). Aunque se trata de un autor prácticamente desconocido por estos pagos, es ocasión de rendirle homenaje este año, a los 160 de su muerte, por su coherente radicalidad existencial.
¿Has leído a Pétrus Borel?
No es fácil encontrarle en castellano, habría que rebuscar la vieja edición de su novela Champavert (subtitulada Cuentos Inmorales y editada en Francia en 1833) y localizar la traducción que ofreció Alfaguara en la desaparecida colección Nostromo; aunque quien esto escribe encontró por primera vez a Borel en 1991, en la Antología del humor negro de André Breton (1).
No es casual -en tiempos sombríos como estos- buscar de nuevo a Pétrus Borel como a tantas otras lumbreras ácidas cobijadas en esa antología publicada en Francia por Bretón, en 1939, porque todos los autores incluidos en ella nos brindan hoy como entonces -el año de la derrota de la República española- el botellón de oxígeno para encarar un presente de lodos y fango (“encarar”… aunque sea con torcida sonrisa de radical lucidez).
Borel inició su vida laboral como aparejador-maestro de obras en 1829. Tenía pues 20 años y su iniciativa fue un rotundo fracaso. Su personalidad romántica estaba tocada por los emblemas arquitectónicos del medievo. Pero el medievo en arquitectura ya no estaba de moda. Quizá años más tarde su “anacronismo activo” le hubiera permitido arbolar un gozoso encuentro profesional con otro constructor visionario como Ferdinand Cheval (el cartero Cheval) que 20 años después de la muerte de Borel, iniciaría –precisamente en Hauterives, casi el segundo apellido de Borel- las obras que configurarían su sueño onírico-arquitectónico, Le Palais Idéal y su Mausoleo (2) .
Borel viró hacia la ilustración (sin éxito) y también hacia la literatura, siempre inmerso en situaciones de pobreza extrema que le llevaron incluso a sacrificar a su compañero de infortunios –su perro- al que dedicó el poema Miseria.
En un inicio de siglo XIX hegemonizado por lo que llamaremos romanticismo racionalista (liderado por gigantes como Victor Hugo), a las personalidades como Pétrus les quedaba el espacio alternativo de la heterodoxia y la marginación. Más tarde encontraría refugio literario y predicamento en el círculo llamado de Los Pequeños Románticos, junto a escritores como Gautier, Nerval o Forneret.
Y publicó, con dificultades pero publicó. Rhapsodies en 1832, Champavert en 1833 y también destacó en la singular traducción al francés del Robinson de Defoe que se valora como impecable. En 1839, publicó Madame Putiphar, una novela de dura crítica política “a la democracia que no lo es”.
De su radicalidad política dan testimonio declaraciones como éstas:
“(…) ¡Sí, soy republicano! Pero no es el sol de julio lo que ha hecho estallar en mí este alto pensamiento, lo soy desde la infancia, pero no republicano de jarretera roja o azul en mi carmañola, perorador de cobertizo y plantador de álamos; soy republicano como lo sería un lobo salvaje… Si hablo de República es porque esa palabra me representa la más amplia independencia que puede conceder la asociación y la civilización. Necesito una suma enorme de libertad: ¿me la dará la República?…Cuando aquí abajo se está agriado por tantos males, si se sueña con la igualdad, si uno reclama la ley agraria, no tendrá que merecer más que aplausos.” (3)
“Creo que la única forma de hacerse rico es ser feroz, un hombre sensible jamás se enriquecerá. Para enriquecerse hay que tener una sola idea, un pensamiento fijo, duro, inmutable, el deseo de acumular un gran montón de oro ¡hay que ser usurero, estafador, inexorable, extorsionista y asesino!, ¡maltratar especialmente a los débiles y a los pequeños!… El gran comercio desvalija al negociante, el negociante desvalija al mercader, el mercader desvalija al artesano, el artesano desvalija al obrero y el obrero se muere de hambre… En Paris hay dos guaridas, una de ladrones, otra de asesinos: la de los ladrones es la Bolsa, la de los asesinos es el Palacio de Justicia.” (4)
Pétrus Borel, pobre y hambriento
La dificilísima subsistencia forzó a Borel a ser escribano de discursos insulsos para oficiantes en la distribución de premios. Más tarde, en 1846 su amigo Théophile Gautier solicitó para él plaza de inspector de colonización en Mostaganem, sin embargo fue destituido en 1848 (y sigo aquí Wikipedia)… “por mala administración. Luego fue restituido el 20 de octubre de 1851, y posteriormente fue nombrado alcalde de las poblaciones argelinas de Blad-Touaria y más tarde de Abukir, aldeas en las que dedicó los erarios para socorrer a la gente empobrecida. Por tal causa aumentó su desprestigio entre las autoridades coloniales y siendo acusado de nuevo de malversación de fondos, fue cesado el 27 de agosto de 1855.”
De nuevo en la miseria más completa, Pétrus Borel intentó sobrevivir cultivando una minúscula parcela en Mostaganem. Su desesperación era inmensa. Bajo un sol abrasador escribió Borel: “no me cubriré la cabeza; la naturaleza hace bien cuanto hace, no es cosa nuestra corregirla. Si mis cabellos caen, es que ahora mi frente está hecha para permanecer desnuda”.
Pocos días después, el 14 de julio de 1859, una insolación acabó con la vida de Pétrus Borel.
Notas:
1.- Antología del humor negro, André Breton. Editorial Anagrama.
2a.- Palais Idéal. Gérard Denizeau. Nouvelles Éditios Scala.
2b.- El gran sueño de Cheval. Peter Weiss (Informes). Editorial Alianza/Lumen.
3.- Rhapsodies (1832).
4.- Mercader y ladrón son sinónimos. (Champavert). Editorial Alfaguara Nostromo.
*Acacio Puig, artista plástico. Militante de la izquierda revolucionaria, represaliado por el franquismo, activista memorialista de la asociación “En Medio de Abril”. Es editor del blog Afinidades Anticapitalistas
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