Confusiones interesadas, prepotencias e ignorancias diversas en torno al generismo neoliberal
Susana Rioseras. LQS. Julio 2020
Tristemente hoy uno de los logros del patriarcado y del sistema neoliberal en general, aunque muy especialmente visible en la lucha feminista como reacción a nuestros avances, ha sido ir progresivamente rompiendo en pedazos los lazos generacionales
En medio de una ardua confrontación con el poder y sus derivas, la agenda feminista local y global, está afrontando ataques cercanos sin precedentes que le obligan a recordar y reafirmarse en la base argumental que como punto de partida sustenta su lucha de más de 300 años, la abolición del género como principio y fin para la lucha efectiva contra la violencia y las renovadas formas de explotación sexual y reproductiva de las mujeres a nivel histórico y global en estos momentos. Ante la absoluta implantación, implementación, que dirían ahora, en todos los estratos sociales y políticos del poder, de la permeabilización y normalización de aberrantes paradigmas de un igualmente renovado e indiscutible patriarcado neoliberal posmodernista de cara amable, dada la deriva ideológica misógina, antifeminista y frentista de los mismos, surgen de nuevo cuestiones que aunque parezcan muy obvias para quienes, décadas atrás, estudiamos y vivimos la lucha feminista desde la praxis, es necesario volver a traer sobre la mesa, dada la confusión interesada que este neoliberalismo misógino está imponiendo socialmente en las agendas de poder político global.
Primero recordar que el Feminismo es un movimiento político, igualmente es una Teoría política, cultural y social con más de 300 años de praxis y con un inabarcable corpus teórico, del que aún seguimos traduciendo textos fundacionales de todas sus épocas, especialmente de la segunda Ola anglosajona, desde esos años 70, en los que se sentaron mucha de las bases que regirían las nuevas sociedades imperialistas, patriarcales y capitalistas de consumo en occidente.
Aunque todo el mundo opine por esa selva de las redes imponiendo sus subjetividades, el feminismo es un movimiento político universal e internacionalista de transformación social, que parte de una exigencia de base de justicia social por lo que es incuestionablemente anticapitalista y anti imperialista. La Teoría (y praxis) Feminista parte (como el resto de ciencias sociales desde la modernidad) de un obligado análisis que desde el materialismo histórico analiza de forma pormenorizada, exhaustiva y objetiva las condiciones materiales de cada contexto y cada momento histórico, en el caso del Feminismo, desbordándolo incluso al propio materialismo histórico originario y superándolo en muchos aspectos al incorporar nuevos parámetros y enfoques obviados por el androcentrismo histórico, como han demostrado infinidad de bibliografía y textos analíticos feministas de ayer y hoy.
Dicho esto de forma “rápida y sucia”, es decir, muy a grandes rasgos y muy matizable y puntualizable respecto a terminología exacta científica, iremos a relatar experiencias individuales que tanto le gustan a esta fase actual del patriarcado neoliberal posmoderno de la llamada libre elección, en la que la experiencia individual y todo su abanico de subjetividades desideologizadas y engullidas por el sistema, se imponen como dogmas de fe y de confrontación permanente en forma de cuestionamiento incansable con el único fin de la fragmentación y en ultimo término la descomposición de las luchas sociales históricas y actuales, y especialmente la desactivación de los análisis políticos e ideológicos colectivos que las sustentaban.
Mi experiencia de inclusión en la teoría y praxis feminista se inicia a finales de los años 80´s y se va afianzando como vital, cuando algunas a las que nos llamaban jóvenes, viajábamos desde Salamanca a Madrid a las asambleas de la Coordinadora Feminista Estatal, con el único fin de escuchar con gran respeto y admiración a algunas de nuestras históricas, (como Empar Pineda, entre otras, primera mujer encarcelada por la llamada “peligrosidad social” en plena dictadura, por su orientación sexual). “Referentas” con las podríamos estar o no de acuerdo en sus planteamientos y afirmaciones categóricas, algunos muy alejados de nuestras realidades más cercanas de estudiantes universitarias y activistas jóvenes, pero que nos formulaban aportaciones que escuchábamos con gran interés por lo que nos abrían la mente, de las que tomábamos nota y aprendíamos muchísimo, sin ni siquiera ocurrírsenos rebatir en esos momentos. El contacto con nuestras referentes, nos terminó de abrir todo un mundo de conciencia y conocimiento de lucha y formación permanente, mucho más vital que el de nuestras propias y limitadas carreras universitarias.
Algunas hemos aprendido así a comenzar a investigar y elaborar nuestras aportaciones al inmenso legado feminista, durante años y diferentes contextos en las calles y en las asambleas, leyendo, formándonos y sobre todo debatiendo y escuchando, para luego continuar desde las casas, los centros de trabajo, la academia, las redes y de nuevo las calles… y desde todos los frentes vitales de organización de transformación social colectiva.
Hoy se impone el patriarcado del consentimiento o de la libre elección al anterior de coacción, (unido al de la falsa meritocrácia para desactivar la conciencia y lucha de clase), en el que se nos achaca a las mujeres nuestra propia sumisión voluntaria, nuestra propia autocosificación física/autohipersexualización como empoderamiento, y nuestra propia explotación sexual y reproductiva como “libre elección”
Algunas incluso intentamos seguir aprendiendo cada día y lo continuamos haciendo décadas después, tomando nota por igual tanto de la inmensa experiencia y sabiduría de nuestras “referentas” feministas aún mayores y/o más formadas, como de las vivencias y análisis de sus realidades (que ya no son las mismas que las nuestras) de las más jóvenes.
Pero tristemente hoy uno de los logros del patriarcado y del sistema neoliberal en general, aunque muy especialmente visible en la lucha feminista como reacción a nuestros avances (ya lo explicó bien Susan Faludy en su famoso libro Reacción: la guerra no declarada contra la mujer moderna), ha sido ir progresivamente rompiendo en pedazos los lazos generacionales.
Cada nueva generación, y esto desde luego tampoco es un fenómeno actual, ha empezado la autoorganización de su lucha por grupos de afinidad, partiendo prácticamente de cero en sus respectivos contextos, con sus ataques frontales y subliminales, formas y contextos de violencia, sus victorias y derrotas, sin apenas excesivos referentes, ni lejanos, ni mucho menos cercanos, de los aportes de grandes mujeres, ni de teoría ni praxis feminista, ni en las aulas, ni en las calles, ni históricas, ni recientes… a los que agarrarse de verdad para seguir aportando y relevando energías; y esto ha ido generando cada vez más grandes rupturas, vacíos, divisiones internas y fuertes confrontaciones en los contextos locales actuales de militancia feminista, que en muchos casos logran conseguir contaminarse y mezclarse con falsas cuestiones pseudoideológicas o contextuales, que aparentemente van más allá de la mera cuestión generacional.
El actual individualismo feroz que el capitalismo en su forma actual promueve incesantemente a través del llamado patriarcado neoliberal de la libre elección, impone, como denomina Ana de Miguel, (en su libro Neoliberalismo sexual), ha suplantado al anterior patriarcado de la coacción, en el que las leyes e impedimentos jurídicos se imponían a las mujeres de generaciones pasadas, a nuestras madres y abuelas, para forzar su sometimiento político y social y cultural y su constante violación de derechos civiles.
Este novedoso y progresista patriarcado del consentimiento ha relevado al de la coacción, envuelto en una falso convencimiento y progresivo adoctrinamiento en la creencia de esa plena consecución de igualdad para las nuevas generaciones de mujeres.
Falsa plena igualdad, tramposamente sustentada en una progresiva, acusada e incrementada socialización diferenciada de género, es decir, hoy bajo la férrea dictadura de género como sistema cultural de opresión, se diferencian mucho más en implementados estereotipos físicos y emocionales, culturales y sociales, condicionantes externos (ropa, utensilios, juguetes, hábitos, conductas…), a niños y niñas desde que nacen, ahora en pleno año 2020, que en la década de años 70 y años posteriores del siglo pasado, en la que ya estaban las leyes para recordarnos a las mujeres el recorte de derechos civiles.
No hay más que comparar en cuanto a dimorfismo sexual de género, fotos actuales y antiguas de jóvenes para cerciorarnos de esta realidad.
Hoy se impone el patriarcado del consentimiento o de la libre elección al anterior de coacción, (unido al de la falsa meritocrácia para desactivar la conciencia y lucha de clase), en el que se nos achaca a las mujeres nuestra propia sumisión voluntaria, nuestra propia autocosificación física/autohipersexualización como empoderamiento, y nuestra propia explotación sexual y reproductiva como “libre elección”, sin analizar ni observar siquiera el condicionamiento ineludible de esa férrea ultra socialización más diferenciada de genero en cada contexto y realidad cercana, mucho más dictatorial que en épocas pasadas recientes, impuesta como contrapuesta desde el genero binario dicotómico, desde la más tierna infancia. Incluso sin entrar en condicionamientos económicos, sociales, de clase, funcionales, raciales, etc.
Así se ha allanado, progresiva e incesantemente, el terreno de forma dócil para que el generismo como doctrina contemporánea, se imponga como un dogma de fe incuestionable, (del que el capital en su versión transgenerista más tergiversada, ve un amplio nicho de lucrativo negocio, como reconoce Tita Barahona en su ultimo articulo 1), reproduciéndose en amplios contextos la confusión interesada en el debate del sistema sexo/genero que el feminismo lleva décadas desentrañando.
Manipulando y confundiendo interesadamente biología y cultura, (esencialismo y constructivismo), entre sexo (hombre/mujer) y genero (masculino/femenino), el neoliberalismo sexista y misógino, nos lanza el generismo como activismo, en un terreno allanado y servido en bandeja de plata, debido a la instrumentalización neoliberal de la Teoría Queer y de los activismos actuales en torno a la abolición/ normalización y perpetuación del sistema de género. De nuevo el afianzamiento y naturalización de la construcción social y cultural del sistema binario de género como herramienta de opresión al poder, incuestionable esta vez pues se encuentra disfrazado de falsa multiplicidad, identidad y diversidad.
Con el miedo y la difamación como estrategia y táctica de ataque y confrontación, como explica Alicia Díaz Sánchez 2, agredida de forma incesante por su cuestionamiento crítico de la Teoria Queer, se continúan generando ataques de acoso y derribo a innumerables feministas a nivel individual y al feminismo global y local en general, linchamientos que se proyectan desde los medios del poder y del sistema como consecuencias incuestionables contra quien enfrenta o cuestiona el dogma a imponer.
Se está llegando a tal punto de confusión especulativa, que desde el propio trans activismo global, feminista e internacionalista, surgen innumerables voces que desde hace tiempo cuestionan el falso debate, (como reconoce Debbie Hayton 3, en su reciente artículo: La palabra mujer ya está ocupada).
Confrontación generada a consecuencia del que ya sabemos que es el último fin perseguido por el capital ultraneoliberal patriarcal: la imposición incuestionable y legitimada a nivel político y social de las nuevas formas de explotación sexual y reproductiva para las mujeres a nivel global, en un sistema de acumulación sin limite para una elite minoritaria, sistema de explotación del planeta, genocida y feminicida, cada vez más injusto socialmente, aún dando sus últimos coletazos en su fase capitalista patriarcal imperialista y colonialista, en el que las mujeres, el cuerpo de las mujeres empobrecidas, racializadas, y/o excluidas, supone una incesante enorme mercancía igualmente ilimitada, a traficar y explotar a través de la feminicida y violenta renovada macroindustria del sexo y de la reproducción.
El debate da mucho más de sí y aún va a dar muchísimo más que esta leve reflexión superficial, pues es muy complejo y profundo, pero seguiremos abordándolo.
Mientras tanto las redes siguen ardiendo y la caza de brujas del siglo XXI continúa afianzándose en la agenda neoliberal… las respuestas feministas desde todos los frentes, también.
Seguimos, seguiremos!.
Notas:
1.- Transgenerismo y capital: una “santa alianza” que debe preocuparnos
2.- “Lo queer es la resignación al género y al modelo económico capitalista”
3.- La palabra ‘mujer’ está ya ocupada
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A cerca de los artículos de Nuria Cruz y Susana Rioseras: No veo en qué perjudica a las mujeres el que personas que no se identifican con el sexo en el que han nacido puedan hacerlo por el que sienten, sin necesidad de tener que hormonarse o pasar por el quirófano. Esa es la ley trans que está preparando el Gobierno y que recoge las recomendaciones de la ONU. http://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2016/064.asp. Carmen Martínez Brugera