Crownfunding: la leyenda del rey menesteroso
Luis Suárez-Carreño*. LQS. Noviembre 2020
‘Miradlo: es el rey de un país pero no tiene nada… yo le ayudo como puedo’.
La historia se sitúa en un país cuya Constitución establecía como forma de Estado la monarquía, pero como esta venía impuesta por el régimen dictatorial anterior, el nuevo régimen decidió no dotar a su monarca de los medios indispensables para una vida digna, pretendiendo así crear una monarquía, digamos, de baja intensidad, low profile.
Nació así la que sería leyenda del rey menesteroso: el espectro de un monarca demediado, devaluado, casi indigente, paseando su triste figura en busca de la dádiva más allá de las fronteras de su reino.
Dicen que la necesidad agudiza el ingenio; pues tal fue este el caso con la invención de un peculiar sistema de captación de fondos, el crownfunding (financiación de la corona), es decir, del sablazo monárquico universal, basado en una simple pero eficaz idea: ¿quién no querría darle unos millones a un rey necesitado como inversión diplomática en país ajeno, donde eventualmente se dilucidan intereses del país ‘donante’?
Anticipándose así, aquel monarca, sin ser plenamente consciente de ello, a fórmulas creativas, innovadoras, de financiación como el crowdfunding (captación popular de fondos) – aunque no se puede asegurar que este se inspirase en aquel.
Bueno, vale, la leyendo es un poco exagerada, dramatizada. El monarca no era en sentido estricto indigente: disponían, él y su familia (una empresa conocida como La Casa Real), de generosos fondos públicos de los que estaban legalmente exentos de rendir cuentas, amén de bienes, privilegios y servicios sin fin por la cara. En realidad, el Estado del que detentaba su Jefatura era más que generoso, manirroto, con su empresa familiar.
La historia hasta ahora secreta de las finanzas del emérito campechano Juan Carlos de Borbón que se viene desgranando ante nuestra atónita mirada puede narrarse en distintas claves o tonos, pero desde luego constituiría materia prima ideal para una película, o una serie, de Luis García Berlanga. Maestro, permítame que le ponga al día: las ingeniosas historias de picaresca, corruptelas, enchufismos, braguetas, … de aquella España franquista-desarrollista que usted tan certeramente nos retrató – y caricaturizó – se quedan capidisminuidas ante la inventiva y el frenesí depredador que nuestro monarca ha desplegado, con la magnitud y ambición universal de su iniciativa, con la riqueza de tramas y subtramas – monetarias, societarias, diplomáticas, cinegéticas, – … que ha sido capaz de poner en movimiento. Estamos hablando de un circo de cincuenta pistas con un director hiperactivo e inagotable, de una corte de los milagros tocada por la gracia.
La más reciente revelación de las hazañas recaudatorias del emérito tiene por escenario Kazajastán y la caza de cabras salvajes… y de maletines. Cuántos fáciles juegos de palabras se podrían hacer con el nombre del país, la caza y el cazo…
Revelaciones que suceden a una lista que ya se hace agotadora: las turbulentas relaciones con las teocracias saudíes, los favores y transferencias de rumbosos ‘amigos’ latinoamericanos (mexicanos, dominicanos, …), los ‘regalos’ de mecenas de sus parrandas náuticas y similares (recordemos el ‘regalo’ de la ‘luna de miel’ de los actuales reyes Felipe y Letizia…). Todo ello aderezado de historias de alcoba que son solo el picante del guiso.
Esto es lo que más o menos sabemos, en cuanto a lo que no sabemos, pero podemos imaginar…
Despidiendo en 2002 al emérito en su última visita privada, mientras cargaban en el avión los cadáveres de las cabras y los maletines con 5 millones de dólares en cash, aseguran que el presidente kazajo, Nursultan Nazarbayev, comentó: ‘Miradlo: es el rey de un país pero no tiene nada… yo le ayudo como puedo’.
El tratamiento mediático de estas revelaciones sigue prisionero de la tácita complicidad del establishment con la monarquía, incluyendo ahí a todos los medios que están atados a la banca, al Ibex y al viejo régimen bipartidista asentado sobre los pactos de impunidad del 78. La mayoría de medios han silenciado sistemáticamente toda información incómoda sobre el rey y familia (algo que los propios periodistas han reconocido), hasta que sus chanchullos han saltado a los tribunales, lo que sucedió con Urdangarín pero que en el caso del rey ni siquiera es posible gracias a una Constitución tan democrática que no solo impide cualquier forma de control, sino que le blinda ante la justicia. No es así de extrañar que las revelaciones más escandalosas sobre la vida y negocios secretos del rey procedan de fuentes extranjeras.
Pero es indudable que, anécdotas y chascarrillos aparte, las faenas ‘apandadoras’ del Borbón tienen mucha más gravedad de lo que se está apuntando en las crónicas periodísticas, y no me refiero a los delitos fiscales. Que un Jefe de Estado se embolse dineros de gobiernos de otros países tiene unas implicaciones de mayor alcance que la vulgar corrupción derivada de una red de amiguetes millonarios ‘generosos’.
¿O es que no resulta preocupante el hecho de que una altísima autoridad del país reciba secretamente fondos de terceros países? ¿no es este un caso de cooptación de funcionarios públicos por potencias extranjeras para sus propios fines? ¿qué valoración -y calificación penal- merecería un comportamiento así protagonizado, por ejemplo, por un embajador español? ¿a qué favores se ha obligado el antiguo rey a cambio de los regalos recibidos?
¿O es que alguien de verdad se piensa que el dineral que ha recaudado para su lucro personal el Borbón le era ‘regalado’ incondicionalmente por su simpatía personal?
Por otra parte ¿cómo queda la imagen del Estado español con su máximo representante institucional ejerciendo por el mundo de campechano pedigüeño, es decir, de corrupto y codicioso? ¿es esa la ‘marca España’ que tan brillantemente representaba el emérito según nos decían?
¿Por qué no se señala públicamente la gravedad política, diplomática e institucional de las corrupciones del anterior rey – más allá de sus consecuencias legales en materia fiscal?
Se nos ha argumentado muchas veces, en defensa de una institución –la monarquía- antidemocrática por definición, carente de defensa convincente en una democracia contemporánea, la labor tan eficaz del anterior rey en pro de los intereses españoles (identificados estos en realidad con los intereses de determinadas empresas españolas) en el mercado exterior, practicando una suerte de diplomacia campechana que supuestamente abría puertas a nuestras empresas. Ahora sabemos que ese argumento no solo era inverosímil o pueril, sino que el rey tenía su propia agenda de sablazos con glamour, aprovechando su puesto institucional para un lucro personal aparentemente insaciable, aun a costa de nuestro prestigio como país.
La monarquía en este país caerá más pronto que tarde por decisión popular y por muchos motivos: por la propia historia nefasta de esa institución en nuestro país; por la ilegitimidad democrática de su reinstauración por el franquismo; por carecer de justificación alguna desde la institucionalidad y la salud de nuestra democracia y de los valores republicanos que nos hacen libres e iguales.
Las corrupciones del rey emérito son solo un motivo más para que el debate sobre la monarquía se aborde urgentemente. Y mientras tanto, va siendo hora de que en este país se hable alto y claro de unos hechos que nos avergüenzan colectivamente en la arena internacional. Sin condescendencias, sin complicidades, sin hipocresías.
– Imagen: Obra grafica de Oscar Valido. Del proyecto SELLART.
* Represaliado político, activista memorialista, miembro de La Comuna Presxs del Franquismo
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Un golpe de Estado como aquel no fue más que el triunfo del militarismo sobre las ideas liberales, sobre lo civil y ciudadano.
Tras el evidente fracaso en las primeras horas del golpe de Estado fascista del 18 de julio de 1936, la única salida de los golpistas fue la guerra civil, la eliminación sistemática del intelectual leal al régimen republicano, así como la persecución y el aplastamiento de cualquier movimiento que entorpeciera la toma del poder por parte de los rebeldes, cualquier conato de resistencia por parte de la ciudadanía.