Cuba. Dramaturgas en busca de escena
Con obras más transgresoras en lo formal que en sus contenidos, las mujeres se van abriendo camino en la dramaturgia cubana, según especialistas, aunque sus creaciones aún no se conocen suficientemente ni llegan siempre a probarse en escena.
"Las escrituras de más vanguardia que tiene hoy el teatro cubano son escritas por mujeres", reiteró a SEMlac la crítica teatral Marta María Borrás, una de las ponentes del espacio "Mirar desde la sospecha", dedicado el 12 de julio a la dramaturgia femenina cubana, en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Entre esas autoras, Borrás considera a las más conocidas, como Nelda Castillo, Raquel Carrió o Flora Lauten, que han podido incluso dirigir sus propias obras, pero también a las más jóvenes, egresadas del Instituto Superior de Arte y ganadoras algunas de ediciones recientes de premios y concursos.
En la nueva hornada se inscriben, entre otras, Nara Mansur, Lilian Susel, Gretel Delgado, Agnieska Hernández, Lilian Ojeda, Alexandra Santiesteban, Gabriela Reboredo y Lilianne Lugo, quien también intervino en el debate, organizado por el Programa de Género y Cultura del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero.
Ese espacio sobre género y cultura cuenta además con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la Consejería Cultural de la Embajada de España y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación Internacional.
Con numerosos personajes femeninos que, paradójicamente, han sido creados por hombres, el teatro careció por mucho tiempo de suficientes autoras mujeres. Desde la presencia de Gertrudis Gómez de Avellaneda, en el siglo XIX, pasó "casi un siglo sin una figura femenina grande en la dramaturgia cubana", indicó Borrás, experta de Casa de las América y profesora del Instituto Superior de Arte (ISA).
Desde el teatro que se hace en la escena misma y es menos documentado en la historiografía teatral, escribieron Gilda Hernández y Herminia Sánchez en Teatro Escambray, o Flora Lauten en el teatro de La Yaya, acerca de temas difíciles del entorno, resultado de sus investigaciones sociales, como las religiones, la tierra o la incorporación de la mujer a la vida social. "Obras interesantes por su diálogo con la sociedad y por la práctica escénica misma", considera Borrás.
Pero es en este último milenio que la experta sitúa la gran irrupción de una dramaturgia escrita por mujeres, precedida por voces como las de Carmen Duarte, Esther Suárez Durán o la propia Carrió, en los noventa, y la creación, poco antes, del seminario de dramaturgia del ISA.
Las más jóvenes y "novísimas" emergen en los últimos cinco años, dejan atrás el modelo dramático clásico y empiezan a ser más libres desde el aspecto formal. Se hacen notar, además, porque ganan premios y concursos que surgen en el circuito teatral, aun sin llegar a escena.
"Es difícil hablar de personajes en sus obras, carentes de hacer notar el género o la sexualidad, sino de hablar del cambio del sujeto nacional", detalla la experta, para quien es difícil homogeneizar ni perfilar tendencias entre autoras que, bajo el signo de la diversidad, rompen con la tradición del teatro costumbrista, asumen estéticas variadas, se funden más a la narrativa y la poesía y hasta toman del cine.
El abanico de temas es variado: desde la frustración profesional hasta la desidia juvenil, la emigración y los conflictos familiares, todos ligados a la actualidad nacional.
Aunque no se reconocen parte de una "escritura femenina" y defienden la idea de llegar a los espacios por su talento y no por ser mujeres, emergen casos interesantes como el de Nara Mansur. "Le da valor a una nueva objetualidad que tiene que ver con el yo cotidiano femenino. Lamentablemente, no se ha podido probar desde la escena", puntualizo Borrás.
A Liliane Lugo, egresada del ISA en 2010 y actualmente profesora de esa institución académica, nunca le interesó la dirección teatral. Sin embargo, es el camino que ha seguido para confrontar sus textos con el público.
Ganadora en 2010 del concurso de la Editorial Tablas Alarco por su obra Museo, ya dirigió otro texto suyo, Entropía, con egresados del ISA y la Escuela Nacional de Arte, y en octubre próximo repetirá la experiencia, durante el festival de teatro alemán. "Poco a poco estamos llegando a espacios de visibilización, porque es cierto que una dramaturga o un texto que nadie conoce es como si no existiera", asegura.
Entre otras barreras, admite que es difícil que un director monte una obra de alguien desconocido, porque siempre supone un riesgo. También que la propia estratificación del teatro profesional cubano, integrado por grupos subvencionados y con equipos propios de trabajo, impone un camino azaroso para poder llegar.
Con la irrupción de nuevas dramaturgas y productoras, ya algunas están pensando en otros modos para apoyar los espacios que van ganando. "Susel y Agnieska están pensando un proyecto abierto que, desde el Consejo de las Artes Escénicas, aunque no pertenezcas a un grupo, te permita pedir auspicio económico para hacer una obra", detalla Borrás a SEMlac, a manera de nuevas opciones.
Lugo aboga por multiplicar los espacios abiertos a la experimentación e intercambio, junto a lecturas de textos, concursos y apoyos que ya existen, pero aún considera insuficientes.
Entre los temas que obsesionan a la joven dramaturga están los conflictos de las parejas interraciales, la emigración o las madres jóvenes. Le interesa darles voz a determinados fenómenos de la Cuba de hoy y cree que merecen un espacio de confluencia con el público.
"En un ámbito de tradición masculina, donde los grandes autores del teatro cubano y los que están en la práctica viva del escenario son hombres, las mujeres hemos ido llegando muy lentamente, en un proceso que apenas comienza", asegura.