Darwin y el frío que mata
Sin avisar, ha llegado de súbito una ola de frío a Europa. Centenares de muertos, cogidos de improviso. Estamos instalados en Darwin como reglamento para la supervivencia. Desde África salen, hacia Canarias o el Estrecho de Gibraltar, un 50% más de pateras hacia el mundo del frío y de las cosas que se ven en la televisión. Las costuras de África crujen. Demasiados jóvenes sin nada que hacer. Darwin hizo escuela de la adaptación de los más fuertes; ese es el destino marcado como una cicatriz. Pero se supone que, en el ser humano, lo más valioso y diferenciador respecto a las pezuñas y las plumas es el intelecto.
Hoy es el frío y ayer el calor de la sequía. Oscilamos entre extremos, sin apenas estadios intermedios, Los cambios climáticos son la embajada de la alteración ecológica. La meteorogía del hielo mata como una venganza; sin que sus víctimas puedan ni soñar con guarecerse en las miles y miles de viviendas vacías, el resultado de una fiebre inmobiliaria. La propiedad es antes que el humanitarismo. Antes que nada. Y justifica hasta el crimen, en esta evolucionada sociedad.