Democracia sí, golpismo no
Y España será, asimismo, lo que los españoles quieran y deseen democráticamente, como pueblos los dos, catalanes y españoles (el primero de ellos inmerso políticamente en el segundo durante siglos, claramente por la fuerza de las armas, en épocas ciertamente nada democráticas ni libres) afortunadamente ahora sí, a comienzos de la segunda década del siglo XXI y dentro del marco supranacional de la Unión Europea, dueños absolutos de sus destinos.
Que España, y con ella sus nacionalidades históricas y regiones enmarcadas en el original Estado de las Autonomías, a día de hoy y debido a clamorosos errores de nacimiento e interesados pecados originales, está atravesando uno de los peores momentos de su historia reciente, posiblemente el de mayor gravedad desde la peligrosísima crisis existencial del 98, muy pocos ciudadanos de este país (y bastantes menos en el extranjero) pueden poner en duda. La nación española (sí, sí, la nación de naciones, no hay que tener miedo a las palabras, todavía coleando en la península ibérica, que tuvo sus siglos de gloria y que asombró al mundo muchas veces por su crueldad y sus desvaríos políticos y sociales) se encuentra en la actualidad prácticamente en coma, hundida, arruinada, desorientada, humillada más cada día que pasa por sus propios compañeros de viaje europeos que le facilitaron en su momento (el que a ellos le convenía), sin medida ni control alguno, la cuerda financiera que ahora la asfixia hasta la extenuación.
Pero este desastroso estado en el que ahora nos encontramos los españoles y, por ende, sus otrora flamantes Comunidades Autónomas (Estados federados vergonzantes), al que nos han llevado una innumera panda de políticos corruptos y ramplones que durante años se gastaron a manos llenas el dinero de todos en obras improductivas, en misiones imposibles o en su propio beneficio personal y que ha devenido en un presente de desasosiego generalizado, desánimo, pobreza, casi miseria para amplias capa de la ciudadanía española, no puede servir de pretexto, de ninguna de las maneras, a algún antidemócrata de toda la vida (fascista si se quiere ser más explícito, aunque esta palabra huela un poco a rancio y a épocas pretéritas que todos deseamos olvidar), en concreto a algún militar vestido todavía a día de hoy con el perverso uniforme del franquismo más radical, a soltarnos su soflama personal pseudo patriótica, su bilis cuartelera, su trasnochada visión sobre lo que se debe hacer en un desgraciado país en ruina total (también de identidad), como es el español de hoy, para salir del atolladero.
Y que no es otra que la consabida y más moderna “leña al mono que es de goma” o la histórica y repelente que la ultraderecha española ya puso en marcha en los años treinta. La llamada por ellos mismos “dialéctica de los puños y las pistolas”. Que traducida al pedestre pensamiento y a la parafernalia verbal totalitaria del alto militar que comentamos, y que estos días pasados ha disfrutado de una mezquina gloria en los medios de comunicación asustando al personal (mayormente catalán), se convertiría en algo parecido a lo siguiente: “Españoles, la patria está enferma, adolece de males que muy pronto pueden llevarla a su auténtica desaparición como nación, causados por sus propios políticos y sus propias instituciones (democráticas). Curémosla de inmediato ¿Cómo? Suministrándole una inyección letal a base de obuses de carros de combate de la Acorazada y proyectiles de todo tipo lanzados por los escasos, pero todavía suficientes, soldaditos sudamericanos que sirven en las filas de nuestro glorioso Ejército. Sí, sí, el del julio del 36. No hay otro para un verdadero patriota”.
Ahora bien, españolito de a pie que me lees. Dejando de lado, por obvio, mi malestar y mi rechazo a las palabras de este coronel de larga lengua, seguramente pocos conocimientos de historia y de ciencias políticas y, quizá, solo quizá, adornado de una pizca de patriotismo “sui géneris”, sí quiero afirmar un par de cosillas que creo que vienen a cuento en este caso y son francamente importantes:
1ª.- La situación actual de España es sumamente grave, todos lo sabemos, de auténtica emergencia nacional, y ha sido causada prioritariamente por los políticos en general (especialmente los pertenecientes a los dos grandes partidos que han detentado el poder estos últimos treinta años) y las distintas instituciones de las que nos dotamos (o nos dotaron) a partir del año 1975. Se ha divinizado la transición por parte del poder pero este importante período de nuestra historia reciente, presenta, y presentará mucho más en el porvenir, auténticas sombras y fallos estrepitosos. Pensemos en ello para el futuro.
2ª.- El artículo 8.1 de la Carta Magna española, que señala las misiones de las Fuerzas Armadas, es totalmente confuso y es el culpable de algunas de las intempestivas declaraciones de algunos uniformados a lo largo de los últimos años. Las últimas palabras del mismo “…defender el orden constitucional” deben eliminarse del texto legal de inmediato, por la sencilla razón de que parece dan vela a los militares para actuar si alguien, aunque sea el pueblo soberano, intente democráticamente cambiarlo. Para lo que está en su perfecto derecho. Las FAS solo deben tener como misión constitucional defender las fronteras exteriores del país y la soberanía nacional. No defender un hipotético orden constitucional contra el propio pueblo español que, siendo soberano, es el único que puede cambiarlo. Cuando quiera y cuando pueda democráticamente.
* Amadeo Martínez Inglés, Coronel, escritor, historiador.