Diego, el odio a las Madres y el destrozo de los símbolos

Diego, el odio a las Madres y el destrozo de los símbolos
Empleados de Marcos Juárez removiendo la escultura del Pañuelo Blanco

Por José Luis Lanao*

La hondura desesperada del invierno ya está aquí. Vivimos malos tiempos. El futuro nos asusta. El presente nos maltrata. Percibimos algo que no termina de encajar, una envidiable capacidad de autoengaño: cada uno percibe la realidad a su manera. Tengo un amigo al que le preguntaron que tal había dormido la noche en que Milei ganó las elecciones. Respondió que durmió como un bebé, porque cada cinco minutos se despertaba y lloraba. La desesperanza es contagiosa.

Las autoridades de Marcos Juárez destruyeron la escultura del “Pañuelo Blanco” de las Madres de Plaza de Mayo.

Lo primero que cortó la motosierra del Presidente es el hilo conductor que une a sus seguidores con el pensamiento racional. ¿Qué es eso de no apoyar el genocidio? ¿Qué es eso de no vender un riñón para llegar a fin de mes? Lo esperpéntico, del latín Espert, solo acaba de empezar.

¿Qué nos está pasando? Alguien en su sano juicio permitiría picar las lapidas del cementerio de Srebrenica en Bosnia o el Monumento al Holocausto de Berlín. ¿En qué nos hemos convertido? Este pañuelo blanco desfiló por el mundo y provocó el orgullo, el estremecimiento, el dolor, el apoyo y el cobijo de la comunidad internacional. El mundo se arrodilló ante estas madres por su coraje y su determinación ante la Dictadura. Sin embargo para los habitantes de Marcos Juárez este símbolo no los representa, ni les pertenece. Su destrucción no es motivo suficiente para salir a la calle, ni para alimentar un foco de resistencia ante tamaña barbarie.

La verdadera nostalgia, la más honda, no tiene que ver con el pasado, sino con el futuro. Ahora nos toca vivir lo que se nos ponga por delante, meterse en todos los charcos, desobedecer, salir, enfrentar. Parar el tiempo e imaginar un futuro distinto, esperando que el brillo tímido del amanecer brote pronto como un fulgor luminoso e inasible que emane de la belleza evocadora de la resistencia colectiva.

* Ex jugador del Club Atlético Vélez Sarsfield, campeón Mundial Juvenil 1979 con Argentina. Nota original del diario argentino Página 12
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