Diez anticonsejos para conocer Madrid
Javier Nix Calderón*. LQSomos. Noviembre 2014
Las guías de viaje nos han explicado hasta la saciedad qué visitar en Madrid, qué hacer, dónde comer y qué beber. Madrid, la ciudad más turistizada de España tras Barcelona, sólo se conoce realmente siguiendo estos diez (y otros muchos) anticonsejos.
1. Deambula en estado de ebriedad por el centro de la ciudad
Para sentir la esencia de Madrid, hay que ver la ciudad con los ojos de un borracho. Su espíritu zafio, hosco y violento se revela bajo los efectos del licor. Tambaléate por el centro y entra en las tabernas más oscuras, embriágate con vermut y cerveza, observa maravillado la suciedad que se posa sobre el serrín del suelo y vuelve a la calle. Camina absolutamente ebrio sin miedo. Madrid ama a los borrachos. En las noches etílicas de Madrid se esconden todos los mundos posibles.
2. Camina por Madrid bajo la lluvia
Pero no uses paraguas. Si llueve mucho, mejor. Como en todas las ciudades del mundo, los habitantes de Madrid tienen alergia al agua que cae del cielo. Las calles se quedan desiertas. El rumor del agua deslizándose ocupa el lugar de los cláxones. Los árabes que fundaron Madrid lo sabían: “Fuiste sobre agua edificada”, escribieron. El sonido del agua es la auténtica voz de Madrid. Si quieres escucharla, mójate. Cuando todo lo demás calla, el agua recita versos sobre las piedras.
3. Admira tu cuerpo deformado en el Callejón del Gato
Valle-Inclán envió a los héroes clásicos a observar su reflejo en los espejos cóncavos y convexos del Callejón del Gato para mostrar el sentido trágico de la vida española. No importa que no seas un Aquiles. Mírate en ellos. Camina frente a los espejos hacia delante y atrás. Admira cómo se estiran tus facciones, cómo se alargan tus miembros. Mírate en ambos espejos, y te verás convertido en Don Quijote y Sancho Panza. Y ríete. La risa es una tregua en medio de la tragedia. Lo absurdo, en España, refleja la realidad con una precisión quirúrgica.
4. Camina mirando las paredes
En Madrid tenemos algunos de los mejores museos del mundo. El Museo del Prado o el Reina Sofía cobijan algunas de las obras más bellas de la Historia del Arte. Pero la mejor galería de arte no está encerrada entre paredes; está en las paredes. En los muros de Madrid tiene lugar una auténtica guerra cromática y de estilos. La desobediencia es hermosa. El Arte está vivo y repta por las paredes, las puertas e incluso las aceras arrojando destellos. Madrid tiene el graffiti más salvaje de Europa porque está salvajemente viva.
Han fracasado. A algunos les abandonaron sus parejas, la depresión les abrazó y lo perdieron todo. Otros lo que perdieron fue la cabeza; la incomprensión y los prejuicios hicieron el resto. Si les miras a los ojos, y si ven en ellos auténtico interés, te contarán su historia. Yo he conocido a verdaderos genios: prometedores pianistas a los que un vendaval de desgracias empujó contra el suelo; prósperos empresarios arruinados por la bebida; mujeres capaces de recitar de memoria poemas enteros de Luis Cernuda o Baudelaire; políglotas con más de 30 países en la mochila; músicos fascinantes; pintores con un talento descomunal. En algún momento de sus vidas, se rindieron. O quizás no, y siguen luchando desde sus cartones. Sea como sea, habla con ellos. El alma de Madrid se compone, sobre todo, de los fracasos de los que la habitan.
6. Escucha música en el Metro
El espacio en el que nadie desea estar realmente. En ningún otro lugar, salvo quizás en un atasco, se produce tal aglomeración de seres ansiosos por escapar. El Metro nos acerca a nuestros semejantes más allá de lo deseable. Pero entre el barro subterráneo se esconden perlas de impagable belleza. Cuando camines por los pasillos y veas a un músico tocando su instrumento, párate a respirar junto a él. He escuchado a saxofonistas interpretar con más pasión a John Coltrane en el Metro que en conciertos de veinte euros la entrada. Si te dejas, la música te envolverá y te transportará escaleras arriba sin que apenas te des cuenta.
7. Piérdete de noche por el Barrio de las Letras
El lugar del planeta en el que más genios de la literatura vivieron al mismo tiempo. En el siglo XVII, nuestro Siglo de Oro, Cervantes, Quevedo, Lope de Vega y Góngora, fueron vecinos. Se sentaron en las mismas plazas, se insultaron, se admiraron, se envidiaron y escribieron algunas de las mejores obras de la literatura española. Camina de noche por sus calles, cuando todos duerman, y sentirás el espíritu de un barrio con vocación de pueblo, que elevó la lengua española a la categoría de lo sublime. Con su aire deprimido, antítesis del triste esfuerzo de modernidad de la Puerta del Sol, en el Barrio de las Letras parece que, tras la siguiente esquina, vayas a encontrarte a Quevedo y Góngora vomitándose su odio mutuo por los ojos, o a Lope de Vega persiguiendo a alguna de las trece mujeres con las que tuvo hijos. Todos ellos flirtearon con la inmortalidad, y la conquistaron. El Barrio de las Letras proyecta su brillo, apagado tras 400 años, pero aún visible.
8. Bienvenidos a la República Independiente de Lavapiés
Van un senegalés, un coreano, un indio, un argentino, un marroquí, un español y… se encuentran en Lavapiés. El barrio que no es barrio (Lavapiés como tal no existe, se engloba en el barrio de Embajadores) es el espacio donde conviven 88 nacionalidades diferentes. Un ejemplo de multiculturalismo que constituye un canto a la diversidad y al respeto entre seres humanos. Pasea por sus calles y podrás observa una mezcla de colores más hermosa que la paleta del mejor Velázquez. Un territorio ganado a la droga y la delincuencia que asolaron el barrio veinte años atrás gracias al trabajo coordinado de vecinos e instituciones. Adéntrate en sus calles laberínticas y disfruta de la música ghanesa, de la comida saharaui y del mejor tequila de Madrid. Este, y no el kilómetro cero de la Puerta del Sol, es el auténtico punto de partida del microcosmos madrileño. Un oasis multirracial en el que respirar tolerancia, respeto y esperanza.
9. Bebe garrafón en Huertas
¿Quieres saber cómo se sienten muchos madrileños un domingo por la mañana? Entonces es fácil. La zona de fiesta de Huertas te brinda la oportunidad. Entra en uno de los innumerables bares y discotecas que castigan los oídos de sus clientes con lo peor de la radiofórmula española, ábrete paso entre guiris y lugareños y pídete una copa. De lo que sea. No te preocupes si notas un sabor extraño en la bebida: es el mundialmente reconocido “garrafón” madrileño, un cóctel de alcoholes de baja calidad camuflado en una botella de marca. Si te encuentras mal la mañana del domingo, tranquilo. Es normal. Vomitar y exhibir unos ojos inyectados en sangre, también. ¿Quién dijo que conocer una ciudad era fácil? Si quieres el antídoto, sigue estas instrucciones: ve a La Latina y pídete cañas hasta que el garrafón se vaya de tu cuerpo. Infalible.
Este no es un anticonsejo. En realidad, es el mejor de los consejos. Las puestas de sol de Madrid se cuentan entre las más bellas del mundo. El que vive en Madrid, lo sabe. Y el que no, ahora también. Acude al Parque del Oeste, al mirador del Templo de Debod, edificio del Antiguo Egipto regalado por el gobierno egipcio a España, y siéntete pequeño ante el espectáculo más hermoso que tenemos en Madrid. Abrázate a tu pareja, a tu perro o a un árbol y observa como la luz transita por el magenta, el azul cobalto y el rojo escarlata. Hasta el Sol detiene su descenso unos instantes para admirar su obra. Su belleza no tiene precio. Como siempre, y esta no es una excepción, las mejores cosas de la vida son gratis.
Añadiría la posibilidad se perderte por una se sus librerías antiguas del centro… Y alguna cosa más