Dos años del triunfo de Xiomara Castro
Por Gerardo Torres Zelaya*
El 28 de noviembre de 2021 se realizaron las elecciones generales en Honduras, la segunda nación más pobre de América (75 por ciento de pobreza), el país de las masivas caravanas de migrantes que huyen por tierra hacia Estados Unidos, el gobierno de los nacionalistas señalado por las contundentes pruebas que vinculaban al entonces presidente y allegados con el tráfico de droga
El país del golpe de Estado y de los repetidos fraudes electorales. Los consentidos de la Organización de los Estados Americanos (OEA), los amigos más fieles de la geopolítica conservadora de Estados Unidos.
Esa noche, en Tegucigalpa, miles de personas se aglutinaron alrededor de la pequeña sede del Partido Libertad y Refundación (Libre), pues se sabía que ahí estaba Iris Xiomara Castro Sarmiento esperando los resultados de su tercer enfrentamiento contra un régimen que por varios años parecía inamovible, invencible.
La candidata de Libre en 2013 y 2017 se postuló nuevamente en 2021. Para ese momento Xiomara Castro ya tenía 12 años y siete meses de luchar en las calles junto al pueblo de Honduras, que pasó de oponerse a un golpe de Estado a la organización del movimiento social y político más grande a la historia nacional: el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) hasta crear el Partido Político que iba a poner fin a una tradición conservadora y bipartidista de más de 130 años en el país.
Al par de Castro, estaba José Manuel Zelaya Rosales, padre de sus cuatro hijos y a quien ella ha acompañado personal y políticamente desde hace más de cuatro décadas. Ella vio cuando las Fuerzas Armadas lo sacaron del país el 28 de junio de 2009 y, en vez de ir al exilio, se quedó en Honduras a enfrentar una de las represiones e infamias más terribles que ha vivido un pueblo latinoamericano en los últimos tiempos. Estaban juntos, esperando la recompensa de la historia, en la sede del partido que construyeron junto al pueblo en resistencia.
Aunque las encuestas la daban como favorita, la cautela de la candidata estaba más que justificada. En 2013 le habían robado las elecciones con la manipulación de las actas electorales, Libre y Xiomara no tenían ojos ni representantes en los órganos de control electoral. En 2017 las actas estaban llegando bien, pero cuando se había registrado casi 80 por ciento del escrutinio, misteriosamente se paralizó el sistema del Tribunal Electoral y al regresar Xiomara y la Alianza de Oposición estaban por debajo del oficialismo que se imponía por la fuerza en una reelección que tuvo como saldo decenas de hondureños asesinados en las movilizaciones que denunciaban el fraude.
El primer informe de 2021 del Consejo Nacional Electoral (CNE) –donde luego de cientos de días de protestas en las calles a lo largo de más de una década se había logrado tener representación del partido Libre que ya se había convertido en una de las principales fuerzas políticas del país– le daba una ventaja de 51 a 30 por ciento a la candidata de la oposición Hondureña. Aquella pequeña sede estalló en jubilo, así cómo todo el país. Xiomara Castro abrazó a su familia, a sus compañeros de lucha, a su esposo, y rápidamente bajo a hablar con su pueblo, les ordenó que no se confiaran, que terminarán todo el escrutinio y que hasta que el último voto fuera contado había que permanecer alerta.
Subió a un segundo piso y quitó las celosías de un ventanal para saludar a toda la gente que inundaba las calles alrededor de la sede política. La primera mujer presidenta de Honduras, el primer partido socialista en ganar una elección, la primera vez que se revertía un golpe de Estado en Honduras con democracia y sin violencia, todo eso se volvió realidad aquella noche de noviembre hace dos años.
Los ataques empezaron casi de inmediato y Xiomara Castro se ha declarado una presidenta en resistencia, no suelta la calle, cree profundamente que la narcodictadura no se ha desmontado completamente y que por lo tanto el pueblo no puede desmontar su proceso de organización popular de base.
La jefa del Estado de Honduras ha aumentado 40 por ciento de su presupuesto para luchar contra la pobreza y el hambre, ha ordenado las finanzas del Estado, ha disuelto los contratos amañados con el sector financiero, ha puesto un alto a los procesos de privatización vía fideicomisos, busca un reordenamiento fiscal, ha rescatado el Banco de Desarrollo Agrícola y el de Vivienda, abrió relaciones con China, a partir de enero de 2024 será la presidenta pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y del Sistema de Integración Centroamericano (Sica), da pocas entrevistas y, a pesar de los ataques, avanza en su proyecto político: refundar a Honduras.
* Subsecretario de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional del Gobierno de Honduras. En “La Jornada”
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