El alcalde eurodiputado
Emilio Zara. LQSomos. Mayo de 2014
En la década de los 70, a la edad de veinte años, trabajaba en una pequeña taberna familiar en un pueblo, el suyo, de poco más de 5.000 habitantes. Los domingos, engalanado con el traje sastre entallado y corbata, recogía a su novia de larga melena y, después de misa, daban largos paseos por las calles; entonces, los ancianos que se pasaban la tarde sentados en los bancos a la sombra de los árboles, cuando los veían pasar comentaban entre sí: “ése llegará lejos”.
En los años 80 era ya el alcalde de ese pequeño pueblo, elegido democráticamente por sus convecinos en plena Transición. En los primeros tiempos de su mandato escuchaba y cumplía los informes y asesoramientos de especialistas antes de adoptar decisiones transcendentes, después, argumentando que le respaldaba una amplia mayoría, los obvió –o forzó a que coincidieran con sus planes– y, así, el alcalde inició su particular forma de entender el socialismo, sobre todo cuando aplicaba programas de empleo agrario y de planeamiento urbanístico.
Para los 90 había sido reelegido varias veces, aunque ya sin mayoría absoluta y, con el fin de mantenerse en el poder, pactaba, unas veces, con IU y, otras, con el PP; según. De este modo acabósiendo experto de los entresijos de la política, erudito de las formas y modos de captar votos, hábil para pactar en las antesalas de la alcaldía, aprendió también, a ser docto de casi todos los temas, afable con sus semejantes y complaciente con los que ejercían un poder, del tipo que fuera. Sin embargo, a consecuencia de un procedimiento judicial por concesiones indebidas de licencias para construir, fue obligado a dimitir del cargo, con la advertencia de desacato si persistía en el mismo. Dejó por ese motivo, temporalmente, aparcada la política y abandonó el pueblo.
En el actual siglo, sin que nadie lo hubiera visto jamás en ninguna universidad ni examinarse de asignatura alguna, fue contratado, al poseer la titulación universitaria exigida, por una empresa pública de la Comunidad Autónoma. (En el pueblo se comentaba que no llegó a acabar el bachiller y que, por tanto, sólo poseía el certificado de estudios primarios). La empresa pública para la que fue empleado se dedicaba al Medio Ambiente y su cometido consistía en realizar tareas comercialesen todo el ámbito territorial de la Comunidad, especialmente ante las Corporaciones Locales, entidades que tanto conocía. Para realizar su función le asignaron un coche oficial, además, cobraría, aparte de una buena retribución, un porcentaje por cada contrato que se firmara. El que en una época fuera un simple alcalde de una pequeña localidad rápidamente progresa tanto económica como socialmente, pues los amigos se contaban por miles y las noticias que le llegan son muy bondadosas porque el Tribunal Supremo le absolvió de los delitos urbanísticos a los que había sido condenado tanto en primera como en segunda instancia.
Hoy, domingo, acaba de llegar con un Audi A8, a la terraza de un bar del mismo pueblo del que fue alcalde; su aspecto físico, como es lógico, ha cambiado, ya no viste de traje y corbata, ahora luce cierto estilo casual, exento de formalidad, apto para acudir a una reunión o para salir a tomar una copa con cualquier amigo de los muchos que posee. Ha saludado a todo el mundo y se le ha preguntado, aunque era evidente, que cómo le iba. Algunos le han sacado la conversación de su vuelta a la política, donde va de candidato a las elecciones europeas, él les ha respondido que el gusanillo de la cosa pública lo ha llevado siempre dentro; además, afirma, aún hay bastantes cosas por hacer. Cuando va a despedirse confiesa: “De lo que más orgulloso me siento es de mi época de alcalde porque yo le he quitado el hambre a la gente a manotazos”.