El cambio real que necesitamos

El cambio real que necesitamos

Por Mamen Muñoz

Como ciudadana (también como persona con discapacidad), celebro que se haya hecho el cambio en la Constitución en la forma de aludir a las personas con alguna discapacidad sensorial motora o cognitiva, pasando de un término degradante que significa “personas que valemos menos”, a uno puramente descriptivo porque significa lo que es, personas a quienes nos falta o tenemos mermada alguna de nuestras capacidades; (!ya era hora!).

Pero lo realmente importante es que la sociedad considere, y en consecuencia trate, a una persona con algún tipo de discapacidad como lo que es: persona con determinadas limitaciones a la hora de interactuar y participar en una sociedad construida para lo general, lo “normal”, no pensada para toda la diversidad de capacidades y aptitudes con la que vive la gente; una persona tan válida como cualquier otra, más capacitada para unas cosas que para otras (como les pasa a todas las personas), pero que se encuentra muy a menudo con barreras, más o menos difíciles, pero casi siempre evitables, ante algunas necesidades básicas.

Las limitaciones que nos vamos encontrando las personas con alguna discapacidad física, motora o cognitiva, muchas veces nos las pone la misma sociedad, y ocurre así porque hay costumbre de no pensar en todos, por la insolidaridad de algunos dirigentes. Ante eso: visibilización y reivindicación, es lo que nos queda.

Por eso, la corrección de la torpe expresión que hemos soportado tanto tiempo en esta Constitución era ya ofensivo no abordarla; pero al fin y al cabo, son sólo palabras, expresiones. ¡Cuántas cosas tendrían que estar garantizadas por la Constitución y están en carencia en la realidad!, cosas fundamentales para la mayoría social como vivienda asequible, trabajo digno, educación y sanidad públicas eficientes, pensiones suficientes, aconfesionalidad del Estado, igualdad real de todas las personas, toda la riqueza al servicio del bien general… Y al final, la Constitución parece más bien una declaración de intenciones que una guía para la buena convivencia en democracia.

En este caso del cambio constitucional del artículo 49, asunto que resulta pequeño ante la larga lista de prioridades sin atender, Lo realmente necesario es concretarlo en acciones reales, para que en el día a día las personas con discapacidad no tengan que quedarse al margen, discriminadas en sus derechos y oportunidades, sin opción para ejercer sus potencialidades, sus derechos, su vida digna, ni poder aportar al conjunto de la sociedad sus capacidades y su valía.

La mayoría son cambios fáciles de hacer si se quiere construir una sociedad inclusiva y acogedora, corrigiendo cosas debidas a la falta de sensibilidad, aunque a veces son por descuidos o por la costumbre de ir cada cual a lo suyo; pero casi siempre esas trabas son fáciles de evitar; son barreras que encuentran las personas con discapacidades en su vida diaria, como por ejemplo:

– Puertas demasiado estrechas, autobuses sin rampa de acceso, vagones de tren que no quedan a la altura del andén… que hacen que la necesidad de desplazarse en silla de ruedas discrimine a personas con discapacidad por movilidad reducida porque dificultan su acceso a centros de estudio, de trabajo, de servicios básicos o al ocio, o directamente se lo impiden.

– En las ciudades, aceras totalmente colapsadas que impiden el tránsito de sillas de ruedas, en aras de la permisividad que dan ciertos ayuntamientos a las terrazas de los bares (como está ocurriendo en Madrid, que se está convirtiendo en una ciudad poco humana), dando total “libertad” a los negocios, pero quitándosela a algunos ciudadanos, que así se ven tratados como “menos” persona que los demás.

– Falta de colaboración de los servicios municipales, en muchos municipios, para impedir que motos o coches queden mal aparcados haciendo difícil el paso por aceras y cruces a ciegos o personas con movilidad reducida.

– Falta que todos los letreros al público (estaciones de transportes, centros médicos, etc.), estén hechos con letras muy resaltadas y grandes, para que sean accesibles para las personas con baja visión (hay muchísimas personas en esta situación: mayores con deterioro visual, o disfunciones visuales no catalogadas como ceguera).

– Cines sin las adaptaciones tecnológicas que ya existen para la audiodescripción, con las que los ciegos pueden “ver” la película. Incluso en las cadenas de televisión, programas sin la audiodescripción simultánea, dejando a los ciegos discriminados.

– Falta de traducción a lenguaje de signos para sordos en todas las comunicaciones verbales.

– Adaptaciones en los centros educativos para los estudiantes con baja visión.

– Muchos menos profesores de apoyo como hace falta para que la educación pública sea totalmente inclusiva y no deje atrás a ningún estudiante con alguna discapacidad.

– Faltan instrumentos para reforzar la visión y la audición al alcance de quien los necesite, mediante ayudas, en función de la necesidad económica de cada persona con discapacidad.

– Falta de ayudas a los elementos protésicos que necesitan muchas personas con discapacidad, o mayores con deterioro por la edad, que no tienen recursos económicos para adquirirlos.

– Falta de accesibilidad a las mujeres con movilidad reducida en las consultas ginecológicas.

– Faltan elementos de protección para las mujeres con discapacidades víctimas de violencia de género.

– Etc. etc.

Y simultáneamente a tomar esas medidas tan fáciles de conseguir, que son responsabilidad de los cargos políticos que son quienes diseñan los presupuestos, adopción de medidas para las que solamente hace falta pensar en todos y tener voluntad, es necesario lo principal, lo más importante: una sociedad amable y empática, que se ofrece a ayudar a quien esté en dificultades, nunca ejerciendo la caridad sino la solidaridad, sintiendo complicidad ante quien se encuentra una barrera que no tendría por qué existir. No haría falta sentir ni siquiera ese razonamiento tan manido de “hoy ayudo porque mañana puedo yo necesitarlo”, porque basta con que hoy alguien precise que le echen una mano y la ayuda surja como si fuera para uno mismo. En una sociedad así, la reivindicación contra las discriminaciones y por la inclusión sería de la propia colectividad, más fuerte y efectiva.

Una sociedad menos individualista y más colectivista sería sensible ante las barreras a la discapacidad, más solidaria y amorosa ante la precariedad que sufre mucha gente, ni dejaría olvidadas a tantas personas que sufren soledad no deseada.

Por eso, sí, había que rectificar las palabras en la Constitución, pero lo realmente necesario y urgente es mejorar la sensibilidad social. Es tarea de todos, pero también es tarea política, porque hacen falta medios de comunicación menos banales y más enriquecedores, escuchar más a la calle dando la libertad de expresión que en democracia merecemos, darnos medios asequibles a la ciudadanía para participar en la política, educar para la sensibilidad social en los colegios, apoyos para que el ocio de adolescentes, jóvenes y adultos pueda ser más sano, más atención a los mayores, hacer posible y obligatorio que todos cuidemos el planeta; en resumen, preocuparse mucho más por una buena vida de la gente en general.

¡Elijamos con conciencia cuando votemos, reivindiquemos mucho cuando no cumplan, exijamos que se haga buena política, echemos al payaseo político y mediático que ahora nos invade!

BOE: Reforma del artículo 49 de la Constitución Española, de 15 de febrero de 2024

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