El Día de la Bastilla en 1789 – El Día de la Bastilla en 2023
Por Joseph Kishore y David North*.
El 14 de julio fue el 234º aniversario de la toma de la Bastilla, una fortaleza en París que simbolizaba la injusticia y el poder opresivo del Ancien Régime francés, el Régimen Antiguo de relaciones de propiedad feudales en el que basaba la monarquía y la aristocracia
En los meses y semanas que precedieron el estallido de las masas parisinas, la prolongada crisis política se venía intensificando. La bancarrota estatal y los escándalos habían socavado el prestigio y la autoridad del Gobierno. Las profundas divisiones en la estructura social de Francia, organizada en diferentes “estamentos”, se estaban quebrando contra la superficie de la vida política. El “tercer estado”, compuesto por la gran mayoría de la población y liderado por la emergente burguesía, se había comenzado a organizar independientemente de y en oposición a los dos estamentos de la aristocracia.
Las manifestaciones masivas en las afueras de la Bastilla fueron atacadas con cañones desde el fuerte. Pero las masas obtuvieron armas y ganaron el apoyo de una sección de la guardia militar de la ciudad. Los muros de la fortaleza fueron superados por las masas, que se vengaron sangrientamente de sus defensores. En su Historia socialista de la Revolución francesa, escrita entre 1901 y 1904, Jean Jaurès escribió:
El impacto de la toma de la Bastilla fue inmenso. Los pueblos de todo el mundo lo vieron como si hubiera caído la prisión de toda la humanidad. Tuvo una mayor importancia que la Declaración de los Derechos del Hombre; fue la declaración del poder del pueblo al servicio de los derechos humanos. Desde París no solo llegó luz a los oprimidos del universo. Y en los corazones de millones y millones encarcelados en la oscura noche de la servidumbre, amaneció por primera vez la libertad en ese momento exacto.
El rey Luis XVI, escondido en su palacio en Versalles 20 km al sur de París no escuchó sobre el levantamiento hasta avanzadas horas de la noche, cuando lo despertaron y el duque de la Rochefoucauld-Liancourt le dio un informe. “¿Entonces es una revuelta?”, preguntó el nervioso monarca. “No, señor”, respondió el duque. “¡Es una revolución!”.
La revolución en Francia, que se produjo tan solo seis años tras el Tratado de París, que establecía la victoria de los colonos estadounidenses frente a Reino Unido, representó el comienzo de una nueva época en la historia mundial. En su magnitud y dinamismo político, encarnaba lo que Trotsky describiría luego como “la irrupción forzosa de las masas en el reino del control sobre su propio destino”.
La revolución fue una culminación política de un periodo de enorme fermento social, económico y cultural. Fue precedida por la revolución intelectual conocida como la Ilustración, que defendía el poder de la razón para resolver los problemas de la humanidad. Los grandes filósofos materialistas de la época dieron un fuerte empujón intelectual al estudio científico de la sociedad humana y, consecuentemente, a una crítica del orden económico, político y social arcaico que justificaba sus injusticias y el derecho divino de los reyes mediante la mitología religiosa.
En su punto más radical, los pensadores de la Ilustración concentraron sus críticas en la desigualdad social y los privilegios de los ricos.
“¿No pertenecen a los poderosos y los ricos todas las ventajas de la sociedad?”, preguntó Jean-Jacques Rousseau en 1755, en palabras que resuenan en la actualidad. “¿No controlan exclusivamente ellos todas las posiciones lucrativas? ¿No están reservados para ellos todos los privilegios y las exenciones? ¿Y la autoridad pública no los favorece completamente? Cuando un hombre de elevada posición roba a sus acreedores y estafa de otras maneras, ¿no está siempre garantizada su impunidad?”.
La obra más famosa de Rousseau El contrato social de 1762 comienza con las palabras, “El hombre ha nacido libre, y sin embargo vive en todas partes entre cadenas”.
La crítica social de los grandes pensadores de esa época no se tradujo inmediatamente en una revolución. Tomó décadas para que las implicaciones de su obra intelectual se manifestaran en el accionar de las masas. Pero al ganar fuerza, la Revolución francesa involucró a capas cada vez más amplias de la población en la vida política y asumió dimensiones cada vez más radicales. Lo que no hubiera sido imaginable en 1785 —el fin de la monarquía, la abolición de los privilegios feudales y las relaciones de propiedad, el establecimiento de una república y la ejecución del rey— se volvió realidad durante la década siguiente.
“Parecía que los cimientos mismos de la sociedad, pisoteados por la burguesía ilustrada, se revolvían y cobraban vida”, escribió León Trotsky sobre los eventos en Francia en su Historia de la Revolución rusa. “Que surgían cabezas humanas de aquella masa informe, que se tendían hacia arriba manos encallecidas y se percibían voces roncas, pero valientes. Los barrios de París, bastardos de la revolución, se conquistaban su propia vida y eran reconocidos —¡no había más remedio!— y transformados en secciones. Pero siguieron volcando las barreras de la legalidad y recibían una avalancha de sangre fresca desde abajo, abriendo el paso en sus filas, contra la ley, a los desposeídos, a los privados de todo derecho, a los sans-culottes ”.
La revolución fue recibida con furibundo odio por los reaccionarios. Tanto los conservadores como los moderados condenaron los “excesos” de la revolución. Pero los pensadores más progresistas se unieron en su defensa. En respuesta a quienes condenaban la ejecución de Luis XVI y el terror desatado en defensa de la revolución, Thomas Jefferson dijo que preferiría ver “medio mundo desolado” antes que presenciar la derrota de la revolución. “Si solo quedaran un Adán y una Eva en cada país, y se les dejara libres”, escribió, “sería mejor que como es ahora”.
¿Cuál es la relevancia de la Revolución francesa para nuestros días? Por supuesto, no estamos en la era de las revoluciones democrático-burguesas, sino de las socialistas. Sin embargo, la esencia de la crítica revolucionaria a la desigualdad, a la propiedad y al orden vigente adquiere una fuerza inmensa en condiciones de decadencia y crisis capitalistas.
Esto es evidente, en primer lugar, en el hecho de que este año París ha sido testigo de protestas y huelgas masivas, en las mismas calles y avenidas. Si los trabajadores de Francia aún no han enviado el capitalismo a la guillotina, el contenido de sus luchas plantea directamente la necesidad de una lucha política contra el “presidente de los ricos”, Emmanuel Macron, y el derrocamiento del orden social, político y económico existente. Recién salido de su brutal represión contra las manifestaciones por los recortes de las pensiones y la violencia policial, Macron dio una bienvenida con bombo y platillo al primer ministro indio Narendra Modi, el carnicero fascistizante de Guyarat que gobierna una sociedad sumida en inmensa pobreza e indigencia.
Las intolerables condiciones de vida están produciendo un recrudecimiento de la lucha social en todo el mundo. Este año hemos visto huelgas y otras luchas de los trabajadores de correos, salud, educación, ferroviarios y otros sectores de la clase obrera en Reino Unido; protestas masivas en Israel contra el ataque a los derechos democráticos; la huelga de 1.400 trabajadores de National Steel Car y 7.400 estibadores en Canadá —esta última fue finalizada esta semana por intervención del Gobierno—; y continuas huelgas y protestas de cientos de miles de trabajadores en Sri Lanka contra la austeridad, por citar solo algunas.
En Estados Unidos, la huelga de decenas de miles de actores, que se produce en medio de la huelga en curso de 11.000 guionistas, inicia la mayor huelga de la historia de la producción cinematográfica y televisiva estadounidense y sigue a huelgas de los trabajadores académicos y los manufactureros de Clarios y CNH. Esto dará un enorme impulso a las luchas en curso de los trabajadores de UPS, los trabajadores automotores y los estibadores, que amenazan con salirse del control del aparato sindical en la segunda mitad de este año.
Inevitablemente, la conciencia de la clase obrera está dominada inicialmente por las condiciones y problemas inmediatos a los que se enfrenta. Sin embargo, la lógica de todas estas luchas no solo plantea cuestiones organizativas urgentes como la necesidad de desarrollar comités de base independientes para liberarse del dominio del aparato sindical, sino también la irracionalidad de las relaciones sociales y su incompatibilidad con las necesidades de la sociedad.
El capitalismo ha perdido su derecho a existir y la élite dirigente su “derecho” a gobernar. Cuando el CEO de Disney, Bob Iger, quien recibió más de 200 millones de dólares de compensación en los últimos cinco años, denuncia a los actores y escritores en huelga por tener “un nivel de expectativas… que no es realista”, las comparaciones con Luis XVI y la aristocracia francesa son inevitables. Comparada con los amos corporativos y financieros contemporáneos, María Antonieta parece casi filantrópica. La reina francesa dijo de las masas: “Qué coman pastel”. La patronal hoy, si pudieran salirse con la suya, dejarían morir de hambre a una parte sustancial de la población.
En los últimos tres años y medio, una pandemia mundial ha matado a más de 20 millones de personas, debido a la negativa deliberada y criminal de los Gobiernos capitalistas a tomar las medidas necesarias para salvar vidas, ya que tales medidas repercutirían negativamente en el mercado de valores. Los Gobiernos capitalistas se quedan de brazos cruzados mientras el cambio climático tiene consecuencias catastróficas, desde olas de calor e inundaciones récord en Estados Unidos, hasta monzones que han matado a cientos de personas en India en las últimas dos semanas.
La prioridad absoluta de la Administración de Biden y sus aliados en la OTAN es intensificar la guerra contra Rusia durante “el tiempo que sea necesario”, que como señaló el WSWS ayer significa en realidad, sin importar cuántos tengan que morir, en Ucrania, Rusia, en toda Europa y más allá. Todas las potencias de la OTAN se comprometieron a un aumento masivo del gasto militar, que inevitablemente conllevará la destrucción de lo que quede de los programas sociales.
Detrás de todo esto hay niveles de desigualdad social que harían sonrojar a la aristocracia francesa. Los 2.460 individuos más ricos añadieron 852.000 millones de dólares a sus fortunas en la primera mitad de 2023, mientras que casi la mitad de la población mundial vive con menos de 6,25 dólares al día y se ha visto abrumada por el aumento del coste de las necesidades básicas en los últimos años.
Las revoluciones, explicaba Marx basándose en las experiencias de Francia, surgen cuando el desarrollo futuro de la sociedad se ve bloqueado por las relaciones sociales existentes. “En una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes o —esto no hace sino reflejar lo mismo en términos jurídicos— con las relaciones de propiedad en cuyo marco han operado hasta ahora. Estas relaciones pasan de ser formas de desarrollo de las fuerzas productivas a sus grilletes. Entonces comienza una era de revolución social”.
La humanidad se acerca a la fase terminal de la era de la revolución socialista, que comenzó con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 y el derrocamiento del capitalismo ruso en la Revolución de Octubre de 1917. El crecimiento de la oposición de masas está siendo impulsado por las profundas e insolubles contradicciones del obsoleto sistema capitalista mundial.
– Imagen de portada: Toma de la Bastilla, pintado en 1793 por Charles Thévenin, Museo Carnavalet.
* World Socialist Web Site
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