El oro, la fama y el hambre: Eliud Kipchoge

El oro, la fama y el hambre: Eliud Kipchoge

Por José Luis Lanao*.

Después de los entrenamientos diarios los atletas que acompañan al keniano se lavan sus ropas y se turnan para limpiar los baños. Kipchoge no es una excepción. “Me ayuda ser uno más del grupo. Y creo que también es bueno para los atletas jóvenes, para que vean que este estilo de vida ayuda al éxito”

En una gélida y agitada mañana de invierno, un hombre delgado empezó a tocar el violín en uno de los túneles del subte en Washington. A su alrededor se desplazaban a un ritmo trepidante centenares de personas rumbo al trabajo. Enseguida se detuvieron algunos niños que de inmediato fueron tironeados por sus padres para que continuaran la marcha. Solo unos pocos adultos accedieron a perder unos minutos de contemplación. Al acabar su última partitura el violinista no recibió aplausos, solo silencio y unos pocos dólares. La apresurada multitud había desperdiciado la oportunidad de escuchar a uno de los mejores músicos del mundo con un violín tasado en unos cuantos millones de dólares. Días atrás, Joshua Bell había desbordado el mayor teatro de la ciudad con entradas a precios inalcanzables.

La actuación de incógnito había sido organizada por el diario The Washington Post, como experimento social sobre el concepto del éxito, el talento, el anonimato, el poder de las redes y los medios audiovisuales. El ensayo confirmó algo que ya se sabía: sino no estás en la tele y en la nube no existes. Desapareces. Eres carne de molienda de la nueva modernidad. Salvando las distancias, algo parecido le sucedió a Eliud Kipchoge en Copenhague. El atleta keniano decidió en una escandinava tarde estirar un poco las piernas en una cercana pista de atletismo al hotel donde se hospedaba. El recinto hervía de gente de todas las edades y condición.

Luego de dar un par de vueltas alrededor de la pista, el maratoniano más rápido de la historia tomó conciencia que nadie lo había reconocido, y, en consecuencia, que nadie lo iba a reconocer. “Fue una sensación extraña y placentera. Esta vez no iba haber autógrafos”, le expresaba a un medio europeo. Además. recordó, que en una de sus últimas vueltas a la pista un pálido vikingo musculado lo adelantó por la derecha y en un inglés algo acartonado le soltó sin miramientos: “Vamos, que tu puedes”.

La fama para Eliud Kipchoge (Kenia 1984) es algo pasajero. El atleta lleva una vida espartana en los humildes entornos del condado de Nandi, por encima de los 2.400 metros de altitud, en la zona central del Valle del Riff. Reconoce que corre ahora con la misma naturalidad como cuando era niño, cuando lo acompañaba a todos lados la pobreza extrema y un futuro impredecible, sin descifrar. El “filósofo”, como lo conocen (“me lo pusieron porque venían a entrevistarme, me hacían muchas preguntas y yo contestaba”), es un lector apasionado y salpica una humildad desmesurada por sus poros, en unos tiempos tan desnortados y extravagantes para el deporte de élite.

Después de los entrenamientos diarios los atletas que acompañan al keniano se lavan sus ropas y se turnan para limpiar los baños. Kipchoge no es una excepción. “Me ayuda ser uno más del grupo. Y creo que también es bueno para los atletas jóvenes, para que vean que este estilo de vida ayuda al éxito”, expresó. Una forma de vida difícil de imaginar en otros deportistas de alta gama. Medalla de Oro olímpica en 2016, sigue una disciplina austera que le ha permitido ser el hombre récord de la distancia mágica de los 42,195 kilómetros con 2h 1m 39s, en 2018 en Berlín. Kipchoge, recientemente galardonado en los Premios Laureus como el protagonista de la mayor hazaña deportiva del año, exprime en cada carrera su cuerpo fino y fibroso contra los límites del hombre. Este keniano de mirada penetrante, coquetea con la hazaña de bajar los límites de las dos horas, acompañado de su oro olímpico, y de esa hambre profunda que vivió de niño que le ayudo a correr -a correr sin parar- para alcanzar la eternidad.

* Ex jugador del Club Atlético Vélez Sarsfield, campeón Mundial Juvenil 1979 con Argentina. Nota original del diario argentino Página 12
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