El primer paso

El primer paso

Por Jesús Gómez Gutiérrez*. LQSomos.

Jornada de lucha 26J

No todo está dormido. Lo parece al llegar a Atocha, donde la arboleda y los paseantes, divididos hoy entre los que llevan mascarilla y los que no la llevan, ocultan lo que está pasando al otro lado del bulevar, junto al Jardín Botánico; pero mi disgusto se estrella enseguida contra el alivio de ver que hoy no será otro día de silencio. Allá van, hacia Sol: varios miles de personas con banderas, pancartas y carteles, bastante menos de las que deberían ser y algo más de lo esperable, tanto por la desmovilización del país como por el calor de julio, que no se presta a caminatas.

Es sábado, día 26. La Asamblea de Colectivos, Barrios y Pueblos de Madrid ha convocado una jornada de lucha en defensa de los servicios públicos. Palabras, dirán ustedes, cansados de oír ese mismo eslogan en boca de la izquierda gubernamental y sus dos sindicatos; hartos de que les tomen el pelo con promesas de futuros mejores que terminan en tiempos más precarios, más pobres y más rendidos al sistema. Y no, no seré yo quien les diga que confíen. No encontrarán en estas líneas un «por fin» de la buena dirección. Desde mi punto de vista, la mayoría de las organizaciones que apoyan el acto tienen demasiado miedo a dañar a los coaligados de la Moncloa y son demasiado deudores del problema de fondo, la socialdemocracia; pero qué otra cosa pueden ser, si la historia de las últimas décadas es esencialmente la historia de un proceso de deconstrucción cultural y destrucción de la memoria política Ésa no es la cuestión; la cuestión es la siguiente: lo que parte de lo concreto, puede llegar a lo general; lo que parte de lo general, no suele llegar ni a lo concreto ni a ninguna parte. Y estos adultos, ancianos y jóvenes han comprendido a fuerza de traiciones que, si no luchan por el trabajo, la vivienda y la jubilación -venga de donde venga la agresión a sus intereses-, nadie lo hará. Es el primer paso, la condición necesaria, como bien saben los hombres y mujeres de banderas republicanas que llevan años pidiendo verdad, justicia y reparación ante la indiferencia de casi todos.

Discúlpenme por no pasar ahora a lo que, en otras circunstancias, sería una crónica; la vida se nos ha complicado mucho a los que tenemos la costumbre de soltar lo que pensamos hacia el mentón del poder, algo imperdonable en el sector de la cultura. Pero a falta de crónicas, buenas son metáforas: mientras vuelvo a casa, descubro que la prensa progresista no ha publicado ningún comentario sobre la manifestación de los compañeros y compañeras de la Asamblea (quizá lo incluyan el domingo, quizá no). Obviamente, han ocultado la ciudad combativa, la que no se somete a la Corte, tras la arboleda y los paseantes de su Atocha. ¿Obviamente? No desprecien la posibilidad de que, de tanto ocultársela al mundo e imponer su fotografía, hayan olvidado «que bajo esa superficie, tan sólida en apariencia, existían verdaderos océanos, que sólo necesitaban ponerse en movimiento». La frase es de Marx; los océanos, de ustedes.

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