El último artículo de Hossam Shabat

El último artículo de Hossam Shabat

Por Sharif Abdel Kouddous*

En este artículo, presentado horas antes de su muerte en un ataque aéreo israelí, el periodista Hossam Shabat describe la reanudación de la campaña israelí de tierra quemada en su ciudad natal de Beit Hanún.

Hossam Shabat ha muerto. Estoy más allá de la rabia y la desesperación mientras escribo estas palabras. El ejército israelí ha bombardeado su coche esta mañana cuando circulaba por Beit Lahia. Los vídeos que llenan mi pantalla muestran su cuerpo tendido en la calle, llevado al hospital, llorado por sus colegas y seres queridos. Este es el tipo de escenas trágicas que el propio Hossam documentaba a menudo para el mundo. Era un periodista ejemplar: valiente, incansable y dedicado a contar la historia de los palestinos de Gaza.

Hossam fue uno de los pocos reporteros que permanecieron en el norte de Gaza durante la guerra genocida de Israel. Su capacidad para cubrir una de las campañas militares más brutales de la historia reciente era casi incomprensible. Durante diecisiete meses fue testigo de muertes y sufrimientos indecibles casi a diario. Fue desplazado más de veinte veces. A menudo pasó hambre. Enterró a muchos de sus colegas periodistas. En noviembre, resultó herido en un ataque aéreo israelí. Todavía no puedo creer que me esté refiriendo a él en pasado. Israel borra el presente.

Cuando me puse en contacto con Hossam en noviembre para pedirle que escribiera para Drop Site News, se mostró entusiasmado. «Saludos, habibi. Que Dios te guarde. Estoy muy contento de tener esta oportunidad», escribió. «Hay muchas ideas, escenas, historias».

Su primer envío para Drop Site fue un relato desgarrador de una despiadada campaña de expulsión masiva del ejército israelí en Beit Lahia, que obligó a miles de familias palestinas a huir de uno de los últimos refugios que quedaban en la ciudad sitiada:

«Algunos de los heridos cayeron en la carretera sin esperanza de recibir tratamiento. ‘Caminaba con mi hermana por la calle’, dijo Rahaf, de 16 años. Ella y su hermana eran las únicas supervivientes de su familia de un ataque aéreo anterior en el que murieron 70 personas. ‘De repente, mi hermana cayó debido al bombardeo. Vi que manaba sangre de ella, pero no pude hacer nada. La dejé en la calle y nadie la sacó. Gritaba, pero nadie me oía’».

Su escritura era lírica y cautivadora. Me esforcé por traducir y editar sus artículos, por hacerles justicia, por transmitir su emotivo uso del árabe a un lenguaje comprensible en inglés. En el típico vaivén editorial de finalizar un artículo, a menudo me dirigía a él con aclaraciones y preguntas, pidiéndole detalles adicionales y citas directas. Siempre respondía con rapidez, a pesar de sus extraordinarias circunstancias.

En enero, Hossam presentó un artículo sobre los tres días que transcurrieron entre el anuncio del «alto el fuego» y la fecha prevista para su aplicación, un período en el que Israel intensificó su campaña de bombardeos en Gaza:

«Atacaron la escuela de al-Falah; bombardearon todo un bloque de viviendas en Yabaliya; mataron a familias, como la de Alloush, cuyos cadáveres aún no se han recuperado y siguen yaciendo bajo y sobre los escombros. Los niños que vi aquella noche parecían felices, pero ya no vivían, sus rostros congelados en una mezcla de sonrisas y sangre».

A principios de diciembre, al escribir el preámbulo de uno de sus artículos, le pedí que me confirmara su edad. «Jajaja. Soy joven. 24 años», escribió. Momentos después aclaró: «En realidad, aún no he cumplido 24 años. Tengo 23». Le dije que era joven sólo en edad, pero en experiencia era viejo (suena mejor en árabe). «Estoy muy cansado», respondió. «Juro que no me quedan fuerzas. No encuentro dónde dormir. Me han desplazado 20 veces». Y continuó: «¿Sabías que soy el único de mi familia que vive solo en el norte?». El mes pasado, durante el «alto el fuego», se reunió con su madre por primera vez en 492 días.

En octubre, el ejército israelí incluyó a Hossam y a otros cinco periodistas palestinos en una lista negra. En aquel momento, dijo que se sentía como «cazado». Hizo un llamamiento a la gente para que alzara la voz utilizando el hashtag #ProtectTheJournalists: «Pido a todo el mundo que comparta la realidad sobre los periodistas para difundir la concienciación sobre los verdaderos planes de la ocupación israelí de atacar a los periodistas para imponer un apagón mediático. Difunde el hashtag y habla de nosotros».

En diciembre, después de que el ejército israelí matara a cinco periodistas en un ataque aéreo contra su vehículo, le envié un mensaje para saber cómo estaba.

«Nuestro trabajo es sólo morir», respondió. «Odio al mundo entero. Nadie hace nada. Juro que he llegado a odiar este trabajo». Sobre sus compañeros supervivientes escribió: «Hemos empezado a decirnos: «Vale, ¿a quién le toca?… Nuestras familias nos consideran ya martirizados».

Cuando Israel reanudó sus bombardeos de tierra quemada la semana pasada, volví a enviarle un mensaje para saber cómo estaba. Respondió con una palabra: «Muerte».

Durante todo este tiempo, Hossam me enviaba mensajes con ideas para historias, o simplemente para contarme lo que estaba ocurriendo en el norte. En sus mensajes y notas de voz, a menudo se las arreglaba para ser amable y divertido, una especie de rebelión contra la muerte que le rodeaba.

Cuando entró en vigor el «alto el fuego», regresó a su ciudad natal de Beit Hanún, en el extremo noreste de Gaza. Apenas quedaba una estructura en pie, pero él estaba decidido a quedarse y documentar la destrucción.

Me envió un mensaje el domingo por la noche, horas antes de que lo mataran. Se había visto obligado a abandonar Beit Hanún, su ciudad natal, el día en que Israel reanudó el asalto la semana pasada y había sido desplazado por la fuerza una vez más, esta vez a Yabaliya. Habíamos acordado que escribiera un artículo sobre el ataque de la semana pasada y lo que había presenciado.

«Habibi», escribió. «Te echo de menos». Le pregunté cómo era la situación en Yabaliya. «Difícil», dijo.

Hossam envió su artículo, yo lo leí y le envié mis preguntas complementarias. Sólo respondió a una antes de desconectarse. Volví a enviarle un mensaje en cuanto me desperté esta mañana. Todavía no sabía que le habían matado.

Lo que están a punto de leer es el último artículo de Hossam. Lo traduje entre lágrimas.

Sharif Abdel Kouddous

Informe desde la primera línea de la guerra de aniquilación de Israel

Relato de Hossam Shabat

Beit Hanún, Gaza.-

La noche era oscura y cautelosamente tranquila. Todo el mundo se sumió en un sueño ansioso. Pero la tranquilidad se vio rápidamente interrumpida por gritos ensordecedores. Mientras llovían las bombas, los lamentos de los vecinos anunciaban los primeros momentos de la reanudación de la campaña militar israelí. Beit Hanún se sumió en el pánico y el terror. Los gritos de angustia se elevaron entre el chirrido de los proyectiles en una escena que reflejaba la magnitud del desastre que envolvía la ciudad. Esto no fue más que el principio. La masacre de familias enteras no se hizo esperar. Columnas de humo se elevaban por todas partes. Los bombardeos no cesaron ni un instante, ahogándolo todo en una implacable lluvia de fuego y sufrimiento.

El ataque israelí continúa. La ocupación practica su brutalidad con bombardeos sin precedentes que dejan tras de sí horribles escenas de destrucción y derramamiento de sangre. Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA, por sus siglas en inglés), el número de mártires en los últimos seis días ha superado los 700, lo que refleja el grado de tan inmenso sufrimiento humano. La OCHA también informa de que Gaza sufre una grave escasez de medicamentos y ayuda médica, lo que agrava una situación ya de por sí grave.

En los seis primeros días de esta renovada operación militar, el norte de Gaza fue testigo de cuatro sangrientas masacres. La más notable fue la masacre de la familia Mubarak, que tuvo lugar cuando la familia se reunía en señal de duelo para ofrecer sus condolencias al Dr. Salim Mubarak. En un instante, su duelo colectivo se convirtió en un mar de sangre y cadáveres. Toda la familia fue asesinada: El Dr. Salim, su esposa, sus hijos, sus padres. Nadie sobrevivió. Un testigo lo resumió claramente: «Los mataron a todos». Las víctimas no estaban en un campo de batalla, sino en una casa de luto. Fue un crimen en todos los sentidos de la palabra.

Esta masacre no fue la única; le siguieron ataques sucesivos contra otras familias, entre ellas la de Abu Nasr, y luego la de Abu Halim, lo que nos recuerda el despiadado bombardeo al principio de la guerra, después del 7 de octubre. La agresión continúa, implacable, atacando indiscriminadamente a civiles inocentes, dejando tras de sí sólo destrucción y muerte.

Cuando llegué al lugar, no estaba preparado para el horror que tenía ante mis ojos. Las calles estaban llenas de muertos. Bajo cada piedra yacía un mártir. Decenas de personas pedían auxilio bajo los escombros de sus casas, pero nadie respondía. Los gritos llenaban el aire mientras todos permanecían impotentes. Mis lágrimas no cesaban. Las escenas eran más de lo que cualquier ser humano podía soportar. Las ambulancias estaban llenas de cadáveres, sus cuerpos y extremidades apilados y entrelazados unos con otros. Ya no podíamos distinguir entre niños y hombres, entre heridos y muertos.

En el hospital Al-Andalus la escena era aún más dolorosa. El hospital estaba lleno de mártires. Las madres se despedían en silencio de sus hijos. El personal médico trabajaba en condiciones espantosas, intentando tratar a los heridos sólo con los medios más básicos disponibles. Era una situación imposible, con un número masivo de muertos y heridos que llegaban a un ritmo aterrador.

La agresión de Israel continúa. Masacre tras masacre, dejando a su paso sólo los gritos de las madres y los sueños de los niños convertidos en cenizas. No hay justificación para esto. Todo está siendo aplastado: las vidas de personas inocentes, su dignidad y sus esperanzas de un futuro mejor.

– Traducción del árabe al inglés de Sharif Abdel Kouddous

* Nota original: Hossam Shabat’s Last Article
-Traducido por Sinfo Fernández en Voces del Mundo.
Sharif Abdel Kouddous
es un periodista independiente de prensa y televisión que reside entre Nueva York y El Cairo. Ha informado desde todo el mundo árabe, incluidos Egipto, Palestina, Siria, Libia, Yemen, Iraq, Bahréin y Argelia, así como desde todo Estados Unidos y otros espacios internacionales. Ha recibido un premio George Polk por su investigación sobre el asesinato de la periodista palestina Shirin Abu Akleh, un premio Emmy por su cobertura de la prohibición de viajar a musulmanes por parte de la administración Trump y un premio Izzy por su cobertura de la revolución egipcia de 2011.

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