Elogio de la coherencia

Elogio de la coherencia

La aparición de “Podemos” ha generado una gran controversia dentro de la izquierda, enfrentando a sus fervientes partidari@s con otros sectores que demuestran un entusiasmo por el partido que lidera Pablo Iglesias similar al que podrían experimentar hacia el PSOE o hacia los bolsos de Prada. Es decir, Ninguno.

A estas personas con una postura más revolucionaria, que por principios no participan del juego democrático –del actual, por cuanto lo consideran de todo menos democrático-, l@s partidari@s de “Podemos” las han bautizado como “puristas”; les reprochan que antepongan la coherencia de su posicionamiernto ideológico a la necesidad acuciante de forzar un cambio político orientado –aunque sea ligeramente- a la izquierda.

No voy a ser yo quien les niegue a l@s partidari@s de “Podemos” su parte de razón. L@s “puristas”, desde esa posición incorruptible, poco pueden contribuir al derrocamiento de este gobierno o de cualquiera. Renunciando a su derecho a votar están renunciando también al escaso margen de participación que se nos concede, y por lo tanto serán un palo menos en la rueda de ciert@s indeseables ávid@s de poder. Desde ese punto de vista, no cabe duda de que, un nivel práctico, no votar –es decir, ser coherente con los principios- es en cierto modo hacerle un favor a los malos.

¿Significa eso que la coherencia es, además de una pérdida de tiempo, una forma de ser cómplice?

 Para los partidarios de “Podemos” es evidente que sí. Según se desprende de sus argumentos, lo inteligente, dada la gravedad de la situación, es actuar, aunque eso implique una traición a las convicciones más profundas que uno tenga, y estoy completamente de acuerdo, al menos en lo que se refiere al corto plazo, y siempre desde una perspectiva puramente electoralista.

Ahora bien, cabe preguntarse hasta qué punto es sensata esta actitud en el largo plazo, máxime cuando la incoherencia está en la base de muchos de los problemas que nos aquejan actualmente.

¿Ejemplos? Incoherencia es proclamar que vas a crear 3 millones de puestos de trabajo y aprobar una reforma laboral que lo único que persigue en realidad es abaratar el despido; incoherencia es que en tiempos de crisis los ricos sean cada vez más ricos; que se vele por los no nacidos mientras la mayoría de los nacidos no importamos gran cosa (salvo en nuestra condición de mano de obra barata); que un aeropuerto pueda ser negocio aunque no tenga aviones; e incoherencia es también confiar en que la causa de un problema pueda ser también su solución.

Pero yo aquí no quiero hablar de incoherencia, sino de coherencia, eso que, para los partidarios de “Podemos”, viene a ser como un mecanismo de autoafirmación. Según he podido deducir de sus reproches, los “puristas”, siendo tan coherentes, no persiguen otra cosa que engordar su ego; los muy ególatras han perdido de vista la realidad exterior, que lo que ahora reclama es más unidad y menos sectarismo. Dicho en otras palabras: que está muy bien y queda muy revolucionario defender la pureza ideológica, pero que no es efectivo, pues condena los nobles ideales a la marginalidad; y lo que urge ahora es sacarlos del Gueto, desde donde poco pueden aportar a la transformación de nuestro modelo socio-económico.

Una opinión muy respetable pero en mi opinión mal enfocada, puesto que no tiene en cuenta que quizás para los “puristas” salir del Gueto no sea un horizonte apetecible, o no el que más; yo diría más bien que su activismo va encaminado precisamente a que los Guetos no sean Guetos. Estas personas, los y las “puristas”, llevan toda la vida enfrascadas en luchas sociales, y hace ya mucho que abandonaron –por ser un lastre demasiado pesado de portar- el afán de victoria, al menos en los términos en los que nos obligan a entenderla. Su triunfo cotidiano no es otro que seguir en el camino, demostrar que hay otras formas de hacer las cosas, enfrentarse al poder allí donde su avaricia golpea con más fuerza, en los barrios más de desfavorecidos, defendiendo las causas que parecen más perdidas. Son personas que, desde el anonimato, pero sin desfallecer, sirven de necesario contrapeso a las estructuras de dominación, al tiempo que demuestran que la política no sólo se puede hacer en los parlamentos; se practica cada día en ateneos libertarios, centros sociales, asociaciones culturales y vecinales, en los medios de comunicación comunitarios y libres; y aunque no se publiciten sus logros a bombo y platillo, la tenacidad de esa apuesta horizontal también produce resultados tangibles en los lugares donde se lleva a cabo. La mera supervivencia de esos espacios de encuentro, a mi entender, ya es un gran éxito, y más teniendo en cuenta todas las trabas –los malabarismos económicos a los que obliga la autogestión, la represión constante de la que son objeto, etc- a las que tienen que hacer frente.

Cuando se utiliza la expresión “del Gueto” de una manera peyorativa se están dejando también de lado las muchas cosas buenas que tiene esa condición marginal. Si la causa libertaria subsiste hoy en día inalterada es precisamente gracias a ese carácter minoritario, a su condición de club exclusivo, con unas normas muy estrictas (no me refiero a reglas o leyes, sino a unos criterios de actuación) que todos sus miembros cumplen, no por imposición, sino por absoluto convencimiento. Relegada al olvido por los medios de comunicación de masas –o reducida por éstos a algo tan alejado de su raíz como el terrorismo-, la mentalidad libertaria no hubiera llegado rebosante de sentido hasta nuestros días de no ser por el esfuerzo, el rigor y la dedicación de esas personas que siempre han preferido ir a contracorriente, sin importarles si eso las dejaba o no fuera del sistema; personas que podrían haber optado por recorrer los cauces oficialmente establecidos, para así llegar a más gente, pero que no lo hicieron porque eso suponía la renuncia –o la traición- a esos mismos ideales que pretendían difundir.

  El sentido del movimiento libertario no es otro que el movimiento mismo. Si sus militantes tuvieran algún interés por obtener victorias electorales, es obvio que no formarían parte de él. Pero el objetivo no es ése. Poniendo en práctica el funcionamiento horizontal, la autogestión, el consenso filosófico que emana del debate, éstas personas no persiguen otra cosa que demostrar que se pueden poner en práctica el funcionamiento horizontal, la autogestión, etc. Su único fin es activar procesos sociales no supeditados al dinero, al poder, al afán de lucro; mantener vivos espacios de libertad en los que puedan concretarse –dentro de las posibilidades de cada colectivo- todos esos nobles ideales que se pregonan; dar pasos, en definitiva, en el camino hacia la emancipación real de los seres humanos.

(Algo que no se podría conseguir por la vía de la democracia parlamentaria, por la misma razón que un balón de rugby no está hecho para jugar al tenis)

Puede que el objetivo de las personas que encauzan de esta manera su conciencia política sea simplemente presumir de coherencia, pero lo cierto es que, si es así, son muchas las molestias que se toman para asegurarse esa pátina de incorruptibilidad, y muy prolongadas en el tiempo.

La coherencia también da sus frutos, quizás menos ostentosos, pero seguramente más duraderos. Pienso ahora en las muchísimas radios libres que hay en el estado español. Tal vez ninguna de ellas llegue nunca a ser líder de audiencia en franja horaria alguna, pero están ahí, dando otra perspectiva de las cosas, ofreciendo un canal de expresión, siendo la voz de la calle, y sin ningún grupo financiero que las sustente. Esas radios no dan beneficios –ni los buscan-, se mantienen gracias al trabajo de mucha gente que no recibe nada material a cambio. L@s partidari@s de “Podemos” presupondrán que sería mucho mejor si pudieran cobrar por ello, pero no es así; si cobraran por ello la labor que realizan ya no serviría para gritar que hay motivaciones mucho más importantes que el beneficio económico.

Donde algunos quieren ver un eterno fracaso, otras ven un gran éxito. Los anhelos libertarios siguen siendo minoritarios, pero al mismo tiempo su esencia, lo que los hace importantes y necesarios -actuales todavía, más si cabe que nunca- permanece incorruptible. Nunca han necesitado corromperse para abrazar el poder, básicamente porque nunca ha sido ésa su meta.

Este es el momento en el que mi amigo Luis me soltaría: “vale, todo eso es muy coherente y está muy bien, pero… ¿Qué narices propones? ¡Déjate ya de metafísica, sé un poco incoherente y dinos algo concreto que se pueda hacer!”

Pues bien, vamos a ligar el rollo de la coherencia con algo bien concreto, algo que nos sitúa de lleno en el contexto actual: del mismo modo que los partidarios de “Podemos” reclaman incoherencia a los “puristas”, éstos podrían reclamar algo de coherencia a los que si confían en el sistema electoral. ¿Y qué sería la coherente, a tenor de la grave situación que atraviesa este país, desde un punto de vista estrictamente democrático? ¿Acaso no son muy evidentes los problemas que atravesamos? ¿Qué sentido tienen dividirse en siglas políticas (que encima se llevan a matar, al menos de puertas para fuera) para afrontarlos? Lo coherente, ante esta situación de emergencia social, sería formar un gobierno de concentración, que obligara a todas las formaciones políticas a ponerse de acuerdo para resolver los problemas, y que no pararan de ponerse de acuerdo hasta que lo consiguieran.

 El dinero que no se gastaría en campañas electorales (que no es poco) podría emplearse, por ejemplo, en mitigar el problema de la malnutrición infantil en el estado español. Esto que voy a decir no sé si es una barbaridad, pero yo creo que, mientras un solo niño o niña pase hambre en este país, lo de decidir quién va a defraudarnos la próxima legislatura debería ser un problema secundario, o ni siquiera serlo.

¿Qué partido político concurrirá a las próximas elecciones con esa propuesta? No hay que pensarlo mucho: ninguno. Lo cual nos demuestra que ningún partido tiene como objetivo principal otra cosa que no sea promocionarse a sí mismo.

Si nuestra democracia fuera capaz de semejante ejercicio de coherencia y responsabilidad, estoy seguro de que l@s “puristas” confiarían mucho más en sus bondades. A lo que ést@s se han negado siempre, se siguen y se seguirán negando es a participar en la farsa.

Si la alternativa es ésa, prefieren seguir siendo coherentes, aunque eso no sirva para otra cosas que para ser coherentes.

* naclahuert78

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