En el Centenario de Arthur Miller
Ángel Escarpa Sanz. LQSomos. Octubre 2015
Cuánta ternura despierta en uno ese Willy Loman derrotado.
Los pueblos tenemos una importante deuda contraída con este formidable dramaturgo.
A la vista de este magma de barbarie en el que despertamos cada día, no digo yo que el mundo no sería el mismo sin hombres como Cervantes, Shakespeare o este mismo norteamericano que tuvo siempre lista su pluma para condenar el despotismo, la indiferencia, la homofobia… Sí puedo decir que algunos de nosotros no estaríamos predispuestos del mismo modo a salir a la calle contra esto y aquello si, en lugar de haber visto en su día los dramas de A. Buero Vallejo, Ibsen o Bertolt Brecht, hubiéramos ocupado nuestro tiempo libre con zafias comedias con las que algunos autores distraen y sedan las mentes.
Si cabe decir algo que haga justicia a este escritor, es que, si cada época tiene su Voltaire, su Homero, su Petronio; el siglo XX, los pueblos, tuvimos a este escritor excepcional.
Lo que mejor habla de una persona es su obra. A lo largo de toda una vida, A. Miller nos dejó un hermoso legado literario. Dejo para los estudiosos de su obra, su biografía, un ensayo sobre los personajes que pueblan sus diversos dramas. Lo que yo pretendo aquí es que no pase desapercibida en este espacio esta fecha del primer centenario de su nacimiento.
Es lamentable que, mientras las gentes de bien recuerdan -quizás- en los lugares más apartados de la Tierra el nacimiento de este hombre, así como su obra tan significativa, E.E.UU. no haya logrado acabar con lacras tan crueles en USA como la xenofobia, la pasión por las armas de ese pueblo, la pena de muerte, su afán de expansionismo, su voracidad financiera, por solo citar algunas de las cosas que conforman el cáncer que devora a ese pueblo.
En nombre de la gente que conformamos el equipo que aquí colabora, me daré por conforme con rendir aquí tributo de admiración para con este hombre que siempre tuvo sus armas dispuestas para acudir en defensa de los humillados y los ofendidos, en auxilio de los perdedores.
Basten estas letras, y la recomendación desde aquí de la lectura, la visualización de obras de teatro tan actuales como:
Todos eran mis hijos (1947)
Muerte de un viajante (1949)
Las brujas de Salem (1953)
Panorama desde el puente (1955)
Vidas rebeldes (1961) Guión para la película de John Houston
Si tan solo, mañana, nos amarráramos a un árbol para defender la tala de un bosque, o nos echásemos a la calle para detener una guerra; la obra de todos estos hombres no habrá sido estéril.