En memoria de Ángel Espada Zamarra, muerto en Gusen
María Torres*. LQSomos. Mayo 2015
«No lloreis mi muerte.
Proseguid la lucha.
Adelante, adelante siempre,
por encima de las tumbas»
Goethe
En memoria de Ángel Espada Zamarra
Este cinco de mayo se conmemoro el setenta aniversario de la liberación del campo de exterminio de Mauthausen-Gusen.
Una gran parte de los exiliados republicanos españoles fueron los primeros prisioneros de raza no germánica que ingresaron en Mauthausen -el único campo nazi de categoría III- y el primer grupo de deportados constituido sobre una base política común: la lucha antifascista.
Eran los Rotspanier, los triángulos azules, y para diferenciarlos del resto les marcaron con una “S”. Eran civiles, refugiados en estado puro. Eran los apátridas, aquellos a los que el régimen de Franco abandonó a su suerte. Nunca les reconoció como españoles ni aceptó su repatriación. Los documentos prueban que las autoridades nazis preguntaron a sus homólogos españoles qué debían de hacer con los rojos españoles. El Gobierno de Franco no se molestó en ocuparse de este asunto y ni siquiera contestó, dejándoles expuestos a la maquinaria de exterminio nazi.
La larga dictadura les desterró al olvido y la transición cubrió sus muertes, sus vidas y su lucha con un velo de indiferencia. En el campo de concentración de Mauthausen brilla por su ausencia placa alguna del gobierno democrático español en recuerdo de la tragedia de aquellos españoles que lucharon por la libertad en España y junto al bando aliado durante la II Guerra Mundial.
Ángel Espada Zamarra
Uno de aquellos republicanos españoles era Ángel Espada Zamarra, nacido el 27 de enero de 1910 en Torrubia del Campo, un pueblo conquense que ignora que cuenta entre su historia con una víctima del exterminio nazi.
No hay familia con la que hablar, ni imagen que mostrar. Nadie en el pueblo le recuerda. Así que intento reconstruir la historia de este desconocido en base a los pocos documentos que se pueden encontrar en los archivos.
No consta que la justicia franquista le incoara expediente judicial, pero en el Estado número 3 de la Causa General firmado con fecha 28 de octubre de 1940, se le acusa de «la destrucción y profanación de la iglesia del pueblo y de las imágenes y el saqueo de los objetos del culto que llevó a cabo la horda roja con fecha 28 de agosto de 1936», a la vez que se le declara huido.
Cuando se redactó y firmó este documento, Ángel Espada ya estaba en Francia, recluido en un campo de prisioneros y convertido en tan solo un número. A falta de más datos a fecha de hoy, me imagino que cruzó la frontera francesa, como tantos otros, después de la derrota republicana. Desconozco si era soldado, si llegó con sus armas y estas se oxidaron por la nieve que cubría los pasos de montañas. Solo sé que era un vencido que fue hacinado en improvisados campos de refugiados donde se fallecía de hambre y frío.
Es posible que se enrolara en batallones de trabajo o se alistara en las FFI tras la invasión de Francia. Tal vez colaborara con la Resistencia. Sea cual fuera su destino la realidad es que fue detenido por los nazis, trasladado al campo de prisioneros de guerra de Villingen y después al Stalag de Estrasburgo, donde quedó registrado con el número 2841 y en cuyo recinto gozaba del amparo de la Convención de Ginebra, hasta que en septiembre de 1940, tras una reunión de Serrano Suñer con Hitler y Himmler, la Oficina de Seguridad del Reich ordena trasladar a todos los españoles, a los que previamente se les despoja del estatus de prisioneros de guerra, a los campos de concentración.
Es así como el gobierno franquista con el beneplácito del colaboracionista de Pétain decide la deportación de los españoles y el 11 de diciembre de 1940 Ángel Espada sube a un tren con otros 845 prisioneros con destino a Mauthausen, campo al que llegó dos días después. A partir de ese momento solo sería un apátrida, un RotSpanier marcado con el número 4762.
Dejó a la entrada del campo sus escasas pertenencias y los pocos datos que le sujetaban al pasado: su nombre, fecha y lugar de nacimiento; su último domicilio conocido (Calle Cara de Dios nº 8 en Torrubia del Campo); el nombre de su esposa (Manuela Barranco).
De su estancia en Mauthausen no hay testimonios pero tal vez es fácil saber que condenado al trabajo esclavo y al exterminio, sometido a esfuerzos sobrehumanos, no contó con fuerzas para resistir aquel horror y tres meses después de su ingreso, el 29 de marzo de 1941 es enviado al subcampo de Gusen, donde fueron asesinados 3.959 españoles.
Tampoco hay testimonios de su paso por Gusen con el número de prisionero 11255. Fallece el 15 de enero de 1942. El informe señala que la muerte se produjo a las seis de la mañana a causa de un «reumatismo de articulación y defecto de la válvula». Durante tres días su cuerpo estuvo amontonado, junto a otros, esperando que hubiera hueco en el crematorio, al que fue llevado el 18 de enero.
Siete años después, el 21 de junio de 1950, su esposa Manuela Barranco, recibía en su domicilio de la Calle Echagaray núm. 2 de Socuéllamos, Ciudad Real, la comunicación oficial de su muerte.
Tal vez a nadie le importe la historia de Ángel Espada Zamarra, uno de los 58 conquenses que fallecieron en los campos nazis, uno de los cerca de nueve mil españoles deportados y entregados a los horrores de la maquinaria nazi.
Tal vez sólo sea un nombre más de los recuperados por Benito Bermejo y Sandra Checa en el Libro memorial, españoles deportados a los campos nazis (1940-1945), y a los que el franquismo enterró en las sombras.
Tal vez aún no seamos conscientes de que tenemos el compromiso moral y la responsabilidad histórica de no olvidar, porque en esta España tan precaria en memoria, tenemos que seguir insistiendo en que el olvido es inadmisible.
* María Torres, nieta de un republicano español, es la editora del blog “Búscame en el ciclo de la vida” Un espacio de resistencia contra el olvido y un cofre donde se guarda la Memoria de los defensor@s de la libertad.
Con riesgo de repetirme: Aunque el otoño de la Historia cubra vuestras tumbas con sus cobres y y el polvo del aparente olvido, jamás renunciaremos ni al más antiguo de nuestros sueños.
Cada memoria recuperada es una victoria contra el fascismo, no olvidemos nunca, Verdad, Justicia y Reparacion