Encomenderos y otros felpudos
El estupor y el escarnio se producen entre la gente, sometida a una crisis lacerante y profunda, cuando, tras la quiebra o declive de una corporación, sus directivos ganan más dinero que nunca, se aseguran liquidaciones de escándalo y se blindan jubilaciones de oro. Pero, si nos ponemos a ver, no es nada extraño. El poder siempre ha pagado a los protagonistas del trabajo sucio que le evita ponerse en evidencia o mancharse las manos de la apariencia legal. Esto es así tanto hoy como ayer.
En la Edad Media existían los encomenderos, que estrujaban el sudor a los siervos en nombre de la nobleza. Con el devenir del tiempo, los políticos del Estado se ocupan de esa labor, legislando a favor de la “lista Forbes” y los ricos en general.
Sobre todo después de que al clase media renunció a ser “clase” para idiotizarse creyendo que no venden su tiempo y su trabajo al capital, como cualquier asalariado común. Renunciaron a la identidad por el confort. Se acomodaron. Y, por tanto, se convirtieron en cómplices de la explotación general del hombre por el hombre y por el hambre. Se hicieron encomenderos modernos. Unos pocos de estos chuchos se lucran distrayendo fondos equívocos, aunque la mayoría son meros felpudos de más o menos lujo.
* Director del desaparecido semanario "La Realidad"
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