El español: la lengua de la etnia dominante
Mikel Itulain*. LQSomos. Octubre 2017
El idioma propio, el “regional”, para uso privado. El “común”, el español, para lo público. ¿Entendemos los problemas que tiene España gobernada durante siglos por dirigentes tan tiránicos como intolerantes o discriminatorios de otras culturas?
Es costumbre humana el justificar de cara a los demás los hechos acaecidos. Por supuesto, si los sucesos pasados hubiesen sido diferentes, como perfectamente pudieron haberlo sido, nos encontraríamos a las mismas personas haciendo de abogados de cosas o situaciones completamente diferentes.
Importa siempre más defender el propio estatus que los instrumentos que se empleen para hacerlo. Relativicemos por ello culturas, tradiciones o lenguas, que aunque vitales, no son superiores unas a otras.
Les he hecho está introducción para adentrarnos en esas concepciones erróneas que prácticamente todo el mundo tiene sobre como percibe a otras etnias, con una visión miope y descaradamente sesgada.
Así, para referirnos a idiomas que dominan en el presente, se suele hablar de ellos como: “estándares”, “comunes”, incluso “cultos”, que están por encima de otros que tienen un carácter “más étnico” o “más nacionalista”, cuando se refiere a lo político. Eso sí, si usted pide a alguien que le haga una demostración científica de tal “argumento”, se va a quedar con las ganas.
Por ejemplo, al español se le trata de presentar como que se sitúa más allá de etnias o nacionalismos y que puede ser compartido por países diferentes, pero olvidando, que como todas las lenguas, no nace ni vive de o en un limbo, sino de una etnia o cultura determinada, que no abandonan, salvo cuando lo hacen y emerge otra lengua.
Como indica R. Penny, autor de la obra Variación y cambio en Español, todas las lenguas estándares tienen su origen en una variedad social/regional (debido a razones extralingüísticas) de entre una multitud de otras variedades en competencia. Así, puede decirse que cada lengua procede de un dialecto, más que al contrario. Y continúa diciendo, con razón, que no tiene sentido, por tanto, decir que las variedades orales empleadas en, pongamos por caso, Soria o La Mancha son ‘dialectos del español’, ya que esto implica una falsa relación histórica entre cada una de estas variedades y el español; otra variedad con procedencia en el dialecto de Burgos, transferido más tarde a Toledo y luego hecho el idioma de Castilla, de España y de buena parte de América Latina -aunque aquí su influencia fuese menor-.
Cómo prevalece una variedad sobre otras o sobre otras muy diferentes tiene poco que ver con sus determinadas cualidades específicas, pues todas las poseen. Está relacionado con otros aspectos más mundanos.
El proceso de estandarización de una lengua lleva a la elección de aquellas variedades asociadas con los centros de poder más prestigiosos (1).
Es decir, quienes tienen mayor influencia política, económica y militar imponen su habla y escritura a los demás, por supuesto, su variedad étnica de lengua, no una superior o con cualidades mejores que otras.
Las variedades habladas por grupos política y económicamente poderosos son las únicas con probabilidades de ser seleccionadas como base de una lengua estándar (1).
Sin embargo, como certeramente comenta Juan Carlos Moreno Cabrera, los grupos dominantes disfrazarán su cultura y, claro, su lengua, tratando de presentarlos como no étnicos y asignando este calificativo a los demás, los sometidos, con el propósito de hacer creer una superioridad en la suya, de forma que se acepte ese dominio e imposición como natural, como una ley natural.
En la política española ya conocen ustedes como si los catalanes o los vascos defienden su lengua o cultura en las instituciones y en las leyes que se elaboran desde ellas, la forma que tienen que hacerlo si quieren garantizar su pervivencia, serán acusados de utilizarlas políticamente y calificados despectivamente como “nacionalistas”, aunque, por supuesto, los otros, los acusadores, hagan lo mismo pero en mucho mayor grado.
Pero es que las actuaciones de los denominados grupos no nacionalistas también se fundamentan en la defensa y promoción de una lengua, una cultura étnica y un poder político de una nación concreta, y por tanto son igualmente nacionalistas (1).
Con un agravante para el que impone y transige poco, aquí el sentimiento del nacionalismo español.
Además, el nacionalismo disimulado de la nación dominante suele ser mucho más intransigente, antidemocrático y particularista que los nacionalismos dominados, dado que la etnia dominante dispone de los mecanismos políticos, económicos, administrativos y militares adecuados para aplastar por la fuerza cualquier intento de afirmación nacionalista de los grupos minoritarios o no dominantes (1).
Que un Estado tenga gran poder e influencia no significa que pierda su carácter étnico original, bien al contrario, impone y extiende la cultura y lengua de esta etnia a otras. Esta realidad es importante no perderla de vista para no caer en el error de minusvalorar injustamente a unas y sobrevalorar sin fundamento a otras, solo por presiones y miedos de diverso tipo sin ninguna base científica que no existe.
En la estrategia de control, el gobierno del grupo preponderante hará ver, con toda la enorme panoplia de medios a su alcance, que sus características particulares son de interés y cumplimiento para toda la comunidad, que se harán autodenominar como cívicos, cultos, modernos, universales y lo que haga falta para privilegiar lo suyo y marginar lo de los otros.
La etnicidad y el nacionalismo […] habitan la estructura de las sociedades cívicas en las que vivimos. Efectivamente, tanto la estructura administrativa como la política del Estado y de su sociedad civil están etnizadas. Esto se lleva a cabo principalmente, como he argumentado a lo largo de todo el libro, a través del establecimiento artificial de una lengua y una cultura ‘comunes’. Esta lengua y cultura supuestamente comunes de hecho representan y reflejan los hábitos culturales y lingüísticos particulares de la etnia dominante o ‘Staatsvolk’. Se trata de un particularismo mayoritario disfrazado de universalismo. (2)
Y como correctamente anota Moreno Cabrera:
…el discurso nacionalista español intenta por todos los medios justificar la pretensión de que la lengua española está desligada de su etnia originaria, la castellana, y de que, por tanto, está libre de toda imposición o veleidad nacionalista y se sitúa en el ámbito de la universalidad panhispánica.
De ahí surgirá toda la propaganda para disfrazar y adornar el lenguaje y la cultura de una etnia, la que domina a las demás. Como ocurre con el castellano o español. Que se impondrá no por sus cualidades, que no son mejores ni peores que otras compañeras de tiempo histórico. Y lo hará por la fuerza legal y coercitiva que da el estar en poder sus hablantes, su etnia, que extiende a otros su cultura y habla. Aunque se dirá, como se hace en España, que está por encima de etnicismos, por encima de cuestiones étnicas.
Nada más alejado de la realidad.
Para finalizar dos aspectos que deben recordar y que nos los hace ver magistralmente de nuevo Juan Carlos Moreno Cabrera (3).
El dialecto que se elige como lengua nacional, aunque incorpore elementos de otras variedades lingüísticas, nunca pierde su carácter local original.
No solo es un error, sino que no es cierto, pensar que la lengua nacional ha perdido por completo su carácter local y que es de alguna ficticia naturaleza “superior”, situada “más allá” de localismos y regionalismos, pues ella es una más local y regional que fue privilegiada.
Y, por supuesto, la lengua “común” no es neutral desde el punto de vista étnico, ya que representa a la etnia en el poder, y que las otras lenguas que pertenecen a otros grupos no son “más étnicas”, “menos cultas” o el descalificativo que se les aplique con el fin de priorizar a la primera y discriminar a las otras, que en segundo plano serán forzadas a mantenerse mientras predomine la cultura del grupo que somete a las demás.
De aquí ya podrán entender al nacionalismo español y a los nacionalismos que emergen para no quedar a merced de los caprichos, desprecios y disposiciones del primero. La cultura catalana, como la vasca, que son las que más luchan por su pervivencia en el Estado español, son consecuencia de esta lucha entre etnias, que en todo el mundo se dan y darán, y causa, junto a otras, de los inevitables conflictos.
Pero que nadie se engañe, lo peor que le puede pasar a la humanidad es la uniformidad, uno de los mayores peligros biológicos, porque ante los cambios hay poca capacidad de respuesta. Bienvenida la diversidad lingüística, que solo molesta a mentes demasiado estrechas.
Referencias-Notas:
1.- Juan Carlos Moreno Cabrera. El nacionalismo lingüístico español. Capítulo 13 de la obra recopilatoria El nacionalismo español. Catarata. 2007.
2.- Cita de S. May, Language and Minority Rights. Ethnicity. Nationalism and the Politics of Language, 2001, en el texto de J. C. Moreno Cabrera.
3.- Juan Carlos Moreno Cabrera. El nacionalismo lingüístico español. Península. 2014.
la lengua es fundante, a traves de ella se transmite la cultura y con ésta los lazos que unen a una nación.
cuando la reina Isabel de Trastamara unificó los reinos que dieron origen a España, quienes tienen mayor influencia política, económica y militar imponen su habla y escritura a los demás, la unificación de la lengua con la imposición del castellano fue fundamental.
Muy buen análisis del autor de esta nota.
Salud