Extensiva
Esa soy yo. Cuando trabajo, trabajo en hostelería. Es el recurso. Los bares no fallan. Ahí están siempre. Y ahí estoy yo: unas veces de clienta y otras de currita. Me las arreglo en la barra, sirviendo en las terrazas, en la cocina,… ¿Gustarme? Ni me lo planteo. Y cada cierto tiempo, lo consigo. El trabajo quiero decir. Y esa vez, también lo conseguí.
Restaurante pequeño, moderno, más bien caro, cocina “con un toque de encanto y dos dedos de inventiva”, según la web del garito. ¡Ah! Con productos de la tierra, faltaría más. No me pregunten de qué tierra.
¿Las condiciones? Más o menos las de siempre, en eso no funcionan los dos dedos de inventiva. El jefe, un dinámico y emprendedor treintañero que se cree encantador y ni siquiera ha aprobado el primer curso, el de la educación.
Horario: de 8 h. a 17 h. Nueve horas. En el contrato se habla de dos. Las otras seis van por negro. Negro con encanto. Total: 800 euros al mes.
Vale, bien, así que abandoné una vez más la larga fila del paro.
¿Cuándo empiezo?
Mañana.
No vivo al lado, claro, así que me toca madrugar. A las seis y media en pie y a las ocho en el tajo, con los desayunos.
La salida, relativa, muy, muy relativa, a las mencionadas 17 h. que a veces se coinvierten en las 17,30 o en las 18.
Acaba el mes y los 800.
Al segundo mes, el encanto se acrecienta, es ya, casi, casi, seducción. En lugar de entrar a las ocho, hagámoslo a las siete, madrugar es sano y madrugar más es más sano. La salida, vamos posponerla a las 18. ¿Qué tal? Bueno, no sé. Ya sabes o lo tomas o lo dejas. Lo tomo, claro. ¿Dinero? El mismo ¿Horas extra? Ya, claro. Los 800.
Toca aguantar. Siempre toca aguantar. La cola del paro es casi infinita y aun hay sitio parta más.
Madrugón, a las 5,30 h. Como una leona: ¡palante! Pasa otro mes y, a modo de ejemplo, un colega a la calle. Porque sí. El contrato, las necesidades de la empresa, qué me vas a contar.
Uno menos en la plantilla con el mismo trabajo. Un clásico, lo sé. Un puesto a cubrir con el trabajo extra de los que quedamos.
El jefe me llama. Ya no parece encantador. Serio, empresario, codicioso. Hay novedades: entrada a las 7h., pero salida indeterminada, sin horario, “cuando tenga que ser…” Una novedad de la cocina mediterránea, sabes cuándo entras pero no cuándo sales… emoción, misterio. Creatividad patronal. Hasta tiene un nombre: jornada extensiva (o extensible).
Por los mismos 800 para el mismo contrato de dos horas y el resto por negro.
Los 800 son inelásticos, inextensibles, rígidos como la pistola de un policía.
Puedes renunciar, irte a casa. Eres libre. Puedes volver a la cola casi infinita y escuchar las penas de los colegas, puedes un montón de cosas… no sé de qué me quejo. ¿Me estoy quejando?