Franquismo: el virus para el que no encontramos vacuna
Acacio Puig. LQS. Agosto 2020
A la mitología del papel del emérito Juan Carlos durante la Transición sigue hoy el mito de la jefatura del estado –aforada e impune- como cabeza de la arquitectura institucional-constitucional, piedra angular, etc.: ¡menuda farsa!
Así es y los partidos políticos institucionales mayoritarios nos lo confirman 45 años después de la muerte del dictador. Aquel fantasma criminal sigue moldeando la gran política, la vida judicial, los poderes militares, la corrupción y evasión fiscal. En esa charca chapotean las derechas de PP, C´s y Vox y también en gran medida (¡lástima!) la oportunista política del centro y centroizquierda realmente existentes, configurado en este asunto de la herencia inamovible de los cimientos del viejo edificio por el PSOE, IU y Podemos (dicho sea con los pertinentes matices, entre centro socialdemócrata y centroizquierda de las otras dos formaciones…pero así es). Dejamos de lado a otras formaciones constitucionalistas con presencia institucional, pero voz menos relevante y en otra ocasión nos ocuparemos de la singularidad diferenciada del PNV.
Hemos sufrido el peso devastador de esa vieja pandemia militar-fascista desde una Transición que no lo fue (más bien fue la “transacción” entre fuerzas del Antiguo Régimen y las que -so pretexto de reformarlo- recauchutaron sus esencias, apoltronadas en la cama del 78 y la constitución que alumbró).
A día de hoy, huido el emérito, emerge de nuevo un debate lleno de lugares comunes y dogmas de fe entre los partidos que defienden la llamada “arquitectura institucional” mientras que al otro lado, entre la población organizada o desorganizada, crece lentamente el gran rechazo.
A la mitología del papel del emérito Juan Carlos durante la Transición (“antiguo niño exiliado en la corte portuguesa, factótum de la conciliación entre españoles, freno del tejerazo, recuperador de la monarquía como forma de estado…” y amigo de las juergas y las mordidas) sigue hoy el mito de la jefatura del estado –aforada e impune- como cabeza de la arquitectura institucional-constitucional, piedra angular, etc.: ¡menuda farsa!
Por fortuna hay partidos políticos con presencia que cuestionan -en las cortes y en la calle- esos mitos: el nacionalismo progresista vasco (Bildu) el nacionalismo progresista gallego (BNGA) y el conjunto del independentismo catalán (desde el encarnado por ERC y CUP) hasta el nacionalismo burgués y neoliberal de Junts. Y al tiempo, con presencia social (Anticapitalistas y otros) y también institucional (fuerzas insertas en Adelante Andalucía) esos partidos prosiguen su trabajo de denuncia, a contracorriente de esas mitologías que camuflan el virus franquista y sus letales consecuencias.
Añadamos en ese heterogéneo bloque a corrientes sindicales que por activa o por pasiva actúan –con más o menos fortuna- frente a la cristalización constitucionalista parasitaria y al lamentable desarrollismo capitalista basado en ladrillo, hostelería turismo y dependencia. Y añadamos a movimientos como el feminista y ecosocialista, a restos de las antiguas “mareas” y movimientos memorialistas… que están en el campo crítico y pelean frente a una herencia que no solo escamotea el debate sobre la forma de estado sino que también apuntala los reaccionarios tabús pactados hace ya 42 años, como el olvido del genocidio mediante aquella Amnistía-ley de punto final- y sobre todo un presente, en que no se garantiza lo fundamental.
¿Y que entendemos por fundamental, además de denunciar de nuevo que aquí, en España, se sustituyó el proceso constituyente desde abajo por el cambalache pactado entre representantes de un viejo pasado?
Pues entendemos todo lo negado y lo aprobado solo formalmente por “la consti”: el derecho a la autodeterminación de naciones sin estado, los derechos sociales… que son muchos y degradados cada día por políticas neoliberales y social liberales y que como constatamos permanentemente –con o sin pandemia- desfallecen.
No están garantizados ni la solvencia y amplitud de sectores públicos como sanidad, enseñanza o transporte, tampoco la igualdad de género, ni el derecho a la vivienda, ni el derecho al trabajo, ni a pensiones dignas, ni la soberanía pública sobre sectores productivos estratégicos, privatizados por un capitalismo de amiguetes… ni tantos otros asuntos vitales para la población y el Planeta.
Pero es que también los derechos políticos están en precario, porque ya los degradó (de nuevo) la llamada Ley Mordaza que decretó el gobierno del PP presidido por Rajoy o la inquina con que se atentó y reprime sine die el Referéndum en Catalunya, por ejemplo (¡Sí, son presos políticos! también el franquismo negaba la existencia de presos políticos ¿saben ustedes?).
En definitiva, bajo la morralla ideológico-mediática, los y las “españoles”, solo somos soberanos del sol, la sangría y la paella…además del cocidito madrileño y la morcilla de burgos: ¡una pena!
Procesos constituyentes… y destituyentes
Laminada la contestación de masas al régimen franquista mediante la estrategia de pactos y engaños, reformas laborales y liquidación de sectores estratégicos al calor de aquel “OTAN de entrada NO” y lo que vino después, se ha estabilizado el continuismo de que algo cambie para que lo esencial se mantenga. Por eso desaparecieron, en el curso del tiempo, las condiciones para reclamar un proceso ampliamente participado y movilizado hacia una Asamblea Constituyente que mereciera ese nombre.
El sector político en que me reconozco teorizó el impulso de “procesos constituyentes” sectoriales… que en cierto sentido es importante analizar si se están produciendo o no, aunque de modo desigual y aunque no concluyan en victorias casi nunca. En definitiva, la pregunta es si ciertas movilizaciones tienen dimensión de cimientos de procesos constituyentes sectoriales o si no es así.
El feminismo derrotó la ley Gallardón y puja frente a los asesinatos de mujeres y la igualdad de derechos, el independentismo catalán desgastó la arquitectura de un régimen monárquico entronizado por la dictadura y le siguen al alza en Euzkadi y Galicia, la contrarreforma laboral de Rajoy está siendo progresivamente más asediada por los llamados agentes sociales y también movimiento de pensionistas, la desnuclearización ha paralizado la construcción de nuevas centrales… y la transición energética está en la agenda, aunque cubierta por las telarañas del llamado “desarrollo sostenible”. La revitalización de lo público y más tímidamente las nacionalizaciones y relocalizaciones, empiezan a sonar en medios y en la calle, además de en los parlamentos. Parece que cierto clamor antimonárquico avanza…y suena por vez primera, la gran blasfemia de exigir la abdicación de Felipe VI.
Creo que todo eso configura retazos de los añorados procesos constituyentes…pero falta casi todo por hacer en el ámbito de dar coherencia a esas chispas para que converjan en acción coordinada y sostenida en torno a un proyecto transformador radical y capaz de modificar progresivamente la losa constitucional, que solo sirve a los de arriba pero atenaza a las gentes de abajo, a l@s trabajador@s.
No vamos bien, pero tampoco está todo perdido, aunque no hay tiempo que perder.
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Compañera Maricarmen,
A mi tampoco me agrada incluir a IU en el centro-izquierda, pero no puedo dejar a un lado la vindicación del papel constitucionalista del PCE en el 78, que hace Alberto Garzón cuando debate con “los constitucionalistas” de la derecha y la ultraderecha… A pesar de mi empatía con su labor desde el gobierno en asuntos indudablemente importantes, esa reivindicación a contrapelo no puedo compartirla.
Tampoco puedo ignorar el más que desigual compromiso (por ciudades) de IU en la acción social: -en unas sí, pero en muchas otras… ceñidos a la vida política internista en los locales, participación en alguna manifestación y espera de cada convocatoria electoral para levantar la bandera (y eso en el pasado reciente y mucho antes del covid).
Salud y Amistad.
Sólo hay una cosa de lo que expresas en este artículo con la que no estoy de acuerdo y considero injusto decir: incluir a IU en la lista de partidos políticos que sostienen la herencia franquista materializada en la monarquía que soportamos. IU siempre ha luchado y se ha posicionado contra esta monarquías y contra todas, y que ahora forme parte de un gobierno que la acepta no quiere decir que también la tolere