Hasta los niños luchan en el Congo para cambiar las cosas
Por Julián Gómez-Cambronero Alcolea*.
Acostumbrados y, me temo, anestesiados ante las recurrentes injusticias y barbaridades que nos llegan de África y, por la parte que nos toca, de la R. D. del Congo (RDC), tendemos a pensar, y eso en el mejor de los casos, que su sociedad está entregada al desencanto y a sobrevivir como pueden en tan terribles situaciones, resignados, por rendición o pasividad, a no hacer nada para cambiar las cosas, a sacar la cabeza mientras se pueda como se pueda, viviendo el día a día. Sólo podemos decir que, viendo como vemos lo que ocurre cada día en la RDC, encontramos muchos ejemplos de personas que no se rinden en la sociedad congoleña. Y hoy vamos a hablar de uno de los ejemplos que, seguramente, más nos puede sorprender
Situémonos en el tiempo y el espacio: mañana del 22 de abril de 2021, ciudad de Beni, al norte de la provincia congoleña de Kivu Norte, en el terrible Este de la RDC. Jóvenes y niños vestidos con sus uniformes de estudiantes avanzan hacia el ayuntamiento, llevan sillas, colchonetas, lámparas, alimentos… Algunos de los mayores van informando mediante megáfonos a la gente con la que se cruzan de lo que se proponen. Entre ellos está Jason, presidente del parlamento infantil de Beni. Una vez frente al Ayuntamiento, se instalan todo lo cómodamente que la situación permite. No es la primera movilización que realizan en aquellos días.
“Había inseguridad en la ciudad y en el territorio de Beni y más allá de esta región, y el aumento de crueles acciones de los rebeldes paralizaban las actividades y generaban miles de muertos cada año. En particular, esto afectaba en gran medida a la educación, primero por las paradas repentinas y repetitivas en las actividades escolares, pero también por el efecto psicológico sobre los alumnos”, nos cuenta Jason Muhiwa, con el que hemos hablado para este artículo.
“Entre el 1 y el 21 de abril de 2021 la sociedad civil había decretado una serie de manifestaciones hasta nuevo aviso tras una cruelísima masacre urbana a unos kilómetros del centro de la ciudad. Las actividades escolares se detuvieron en Beni pero no en otras partes de la RDC. Además de eso, no había un plan para ajustar el calendario, (…) Entonces, con el objetivo de pedir explicaciones al gobierno sobre su responsabilidad en la seguridad y en facilitar la educación en las condiciones adecuadas, convoqué una reunión general como presidente del parlamento de los niños porque, a pesar de nuestra vulnerabilidad por nuestra edad, podíamos darnos cuenta de lo que nos esperaba, porque las consecuencias no entendían de edad ni de otras diferencias. Es así como el 19 de abril de 2021 escribimos una carta exigiendo la llegada del Presidente de la República a Beni en un plazo de 72 horas. Y 3 días después, al no tener respuesta, decidimos instalarnos indefinidamente frente al ayuntamiento…”.
La primera noche de “plantón” frente al Ayuntamiento, los jovencísimos manifestantes sufrieron su primera prueba pero la lluvia no afectó a la decisión que habían tomado niños, niñas y jóvenes cuya ocupación habitual era asistir a clases de infantil, primaria o secundaria. Si sorprende la edad de estos manifestantes -todos menores y algunos de 8, 9 o 10 años-, también resulta sorprendente que afrontaran esta protesta, bajo una creciente presencia policial, solos, sin sus padres y madres y, de la misma manera, que se ocuparan entre ellos de cuidarse, abrigarse o alimentarse.
Le hemos preguntado a Jason sobre estas dos cuestiones. Sobre, por ejemplo, que en su día leímos que las chicas mayores se ocupaban de los más pequeños:
“A partir de estos hechos entendí que la organización viene de la concienciación, estas protestas permitieron que cada cual pudiera poner su talento al servicio de los demás para el beneficio de todos. Hicimos todo lo que pudimos para resistir y cuidarnos unos a otros. Era lo mínimo que podíamos hacer porque donde hay una unión real todo funciona”.
En cuanto a que padres y madres permitieran a sus hijos e hijas, menores de edad, participar en esta protesta que ellos mismos habían organizado, nos dice:
“La guerra es una situación que ha traumatizado mucho a las familias y todos los medios se deben tener en cuenta si pueden remediar nuestros males. Los padres estaban de acuerdo y además apoyaron lo que los niños decidieron y contribuyeron con lo necesario para que resistiéramos el mayor tiempo posible. Los padres eran conscientes de lo que les esperaba y estaban dispuestos a asumir los riesgos que corrían sus hijos con su decisión”.
Inamovibles, los jóvenes estudiantes continuaron instalados en el patio frente al Ayuntamiento de Beni, organizando sus propias clases que los mayores impartían a los más pequeños.
El jueves, 29 de abril, el presidente de la RDC, Félix Tshisekedi, se reunió en Kinshasa con el presidente del Consejo de Europa, el belga Charles Michel, de visita oficial en el país, y en la rueda de prensa, Tshisekedi se refirió a la protesta:
“Les pido a estos niños que no sigan a la intemperie. Prometo que pronto estaré con ellos. Lo que dije, lo haré. Simplemente estoy preparando soluciones eficaces que permitan resolver definitivamente esta crisis en el Este”, declaró.
Cuando la noticia llegó a los manifestantes, éstos se reunieron para debatir si abandonaban el “plantón” tras la promesa pública hecha por el presidente, pero no les dio tiempo a decidirlo pues, como tantas protestas pacíficas en la RDC, aquella tuvo un final violento:
“La protesta terminó en dispersión, con heridos, encarcelamientos, lesiones,…” recuerda Jason.
La policía intervino el viernes, 30 de abril, dispersándolos por la fuerza, llegando a realizar disparos. Quemaron sus tiendas e “incautaron” algunos de sus bienes. 69 niños y niñas fueron arrestados y encerrados en una guardería, donde pasaron la noche hasta que al día siguiente fueron entregados a sus respectivas familias. Trece de ellos resultaron heridos, algunos por los disparos realizados.
Ese primero de mayo, el presidente Tshisekedi declaró, tanto en la provincia a la que pertenece la ciudad de Beni, Kivu Norte, como en la vecina Ituri, el Estado de sitio y el día 16 de junio llegó a Beni, entre un enorme dispositivo de seguridad.
“Continuamos dando pasos y presentamos nuestras demandas al gobierno el 17 de junio de 2021 en presencia del Presidente de la República”, recuerda Jason.
En aquella ocasión el presidente Félix Tshisekedi pidió perdón por la violencia que sufrieron los estudiantes y que dijo desconocer y también acabó con un bulo que se había extendido durante la protesta, el de que los jóvenes estaban manipulados por personas mayores que buscaban beneficios políticos con ella:
“Lo siento desde el fondo de mi corazón. Ni siquiera estaba al tanto de toda esta violencia ejercida sobre los niños”.
Pero, viéndolo tras dos años, ¿sirvió realmente aquella protesta y el esfuerzo de aquellos jóvenes y niños?, preguntamos a Jason.
“Durante estos dos años hemos tratado de encontrar caminos para propuestas de paz, la reconstrucción de los daños causados por la guerra y el cuidado de las víctimas de la guerra pero las soluciones no llegan fácilmente, hay personas que hacen lo que pueden pero lo que queda es siempre mayor. Hasta el momento, el gobierno por sí solo no ha demostrado aún que presta atención a nuestras demandas”.
Aquella histórica protesta será contada dentro de unos meses en un documental que la llevará a todos los medios de difusión. “La voz de los olvidados” buscará que se conozca lo que ocurrió y pondrá en evidencia al gobierno por todo lo prometido que no ha cumplido.
“No es solo el caso de Beni. Después de todo lo que hemos hecho debe haber una movilización nacional de más alto nivel para apoyar a la población del Este. Porque hoy en día ni siquiera los medios nacionales informan de manera veraz de lo que está ocurriendo”.
“Este es el problema, creemos que nos están escuchando pero las acciones parecen decir lo contrario. Viendo lo que pasa, ningún corazón normal podría permanecer pasivo ante la violencia que se vive en el Este del Congo; lamentablemente el gobierno lo hace”.
“No sabemos de qué manera podemos hacer que nuestros líderes actúen con eficiencia pero nos mantiene en pie la esperanza de que la clase política realmente nos ayude”.
Dos años después el Estado de sitio sigue vigente y si bien los grupos rebeldes han recibido duros golpes durante su vigencia, la violencia no ha cesado y nadie puede vivir seguro en aquellas provincias ni mucho menos en Beni. Jason Muhiwa tampoco ha cesado en su actividad y es hoy un joven activista que viaja y colabora con todas las personas y organizaciones que quieren acabar con una situación que asfixia a la sociedad congoleña y amputa el futuro de sus jóvenes.
Aquella protesta no fue en balde. Inconcebible en una sociedad como la nuestra -¿quién imaginaría a nuestros niños y jóvenes luchando por su derecho a asistir a clase, exponiéndose valientemente en un lugar muy peligroso o a padres y madres respetando su arriesgada decisión sin mediatizarlos con su presencia?- es un fruto más de una sociedad aplastada por la violencia, la corrupción y la miseria, que, en ninguno de sus estratos, aunque no siempre sea mayoritaria, está dispuesta a rendirse y condenarse al desastre.
* Agradecimiento a Jason Muhiwa por su colaboración y las imagen de portada cedida para este artículo.
Publicado en el blog “Congo en español”. @CongoActual
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