Hasta que se hacen incontrolables
Juan Gabalaui*. LQS. Marzo 2021
La ausencia consciente de un análisis de la violencia de estas unidades de intervención policial facilita la criminalización de los manifestantes, que son tachados como violentos o antisistema, adjetivos que en modo alguno se aplican a la policía antidisturbios
Sería interesante saber cuántas investigaciones se están realizando sobre la implantación de la extrema derecha en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de las Fuerzas Armadas españolas. Probablemente ninguna. En la Alemania de la conservadora Ángela Merkel se estaban realizando 280 investigaciones antes de disolver una unidad de élite del ejército alemán y desmantelar una red de extrema derecha que planeaba atentar contra políticos. La vinculación de la extrema derecha con la policía y el ejército no es un asunto puntual y minoritario aunque, cuando aparecen noticias relacionadas con la existencia de extremistas en los cuerpos policiales, los medios de comunicación y los mandos policiales y políticos se esfuerzan en subrayar el carácter minoritario o, en ocasiones, niegan la evidencia. Por eso la noticia sobre la disolución de una unidad especial de la Bundeswehr es singular. Apunta a la existencia de un umbral a partir del cual los gobiernos occidentales maniobran para reducir la influencia extremista que puede amenazar la alternancia de poder entre los partidos propios del sistema. Sobrepasar este umbral pone en alerta a los gobiernos y el gobierno alemán es, en este caso, el primer gobierno europeo que avisa del peligro que supone el crecimiento de la extrema derecha en estos últimos 20 años. Hace unos días se informó de que el servicio de inteligencia alemán puso formalmente bajo vigilancia al partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) por intentar socavar la democracia nacional. Tocan a rebato.
Un agente de la Brimo, unidad especializada de los Mossos d’Escuadra, dice que cuando se quitan el uniforme tienen su opinión de las cosas en el mismo porcentaje variado que hay en la sociedad. Es difícil de creer. Lo más probable es que se encuentren en la misma horquilla ideológica y difieran en detalles que les colocan más o menos cerca de los extremos. Al menos una gran parte de los miembros. Este agente se queja de que sufren un proceso de deshumanización que hace más fácil que les tiren piedras. Esta frase no deja de ser naíf. La agresividad de los miembros de los cuerpos policiales de orden público genera una gran parte de los conflictos. Es decir, normalmente forman parte activa de una escalada de violencia en la que el primer peldaño lo construyen ellos. Cualquier persona que haya acudido a manifestaciones políticas ha sido testigo de la arbitrariedad de muchas de sus actuaciones, que generalmente no han estado motivadas por la conducta o actitud de los manifestantes. Esto implica que muchas de las reacciones violentas contra ellos son una respuesta a agresiones y provocaciones previas. No son debidas a un proceso de deshumanización sino que están directamente relacionadas con su modus operandi. La ausencia consciente de un análisis de la violencia de estas unidades de intervención policial facilita la criminalización de los manifestantes, que son tachados como violentos o antisistema, adjetivos que en modo alguno se aplican a la policía antidisturbios. Este análisis inexistente tiene lógica porque no se puede privar a estas unidades policiales de su naturaleza. Serían inermes e inútiles para el estado.
De esta manera las unidades especializadas de orden público deben ser violentas o capacitadas para el uso de la fuerza bruta cuando los dirigentes policiales y políticos lo necesiten. Esta violencia tiene la función de limitar o suprimir las amenazas al poder establecido, especialmente las que provienen de la izquierda radical, social y política, que suelen defender planteamientos que aspiran a superar el actual estado de las cosas. La derecha es, por definición, conservadora y suelen formar parte del poder que tiende también al conservadurismo. Por lo tanto las amenazas al poder establecido son percibidas como una amenaza a su estatus y modo de vida. Por eso los militantes y votantes de la derecha se suelen alinear al lado de la policía y justificar sus actuaciones más violentas. La izquierda radical es una amenaza y cualquier medio es válido para neutralizarla. La violencia y la represión son los principales medios. Aquí podríamos hablar de los diferentes tipos de violencia que utiliza el sistema, desde los recortes de los derechos laborales y la pauperización de la clase trabajadora hasta los porrazos, balas de goma y de foam y denuncias. Esto implica considerar a la violencia como una herramienta del poder para ejemplarizar a las masas, especialmente aquellas que participan de un ideario que cuestiona su autoridad. En este escenario la existencia de unidades de intervención en las policías del estado es necesaria. Lo contrario sería quedarse expuesto a la voluntad de las masas.
Esto implica formar a los miembros de estas policías no solo en el uso de la violencia sino también en su aceptación, justificación y defensa. No necesitan ser violentos previamente sino simplemente modelables. Muchas personas que entran en la policía no tienen una clara definición ideológica pero el contexto en el que se forman modela una mirada sobre la sociedad en la que determinados supuestos son posibles como el de la violencia contra aquellos que defienden determinadas ideas. Además el conservadurismo propio de la policía condiciona esta mirada hacia posiciones propias de la derecha política lo cual favorece que el uso de la violencia contra grupos de la derecha, y de la extrema derecha por extensión, sea marginal. Por el contrario las vinculaciones con estos grupos son sólidas. Aquí podríamos volver a la simple observación de la actuación policial en las manifestaciones de la izquierda en las que grupos de la extrema derecha acuden para reventarlas o provocar conflictos. En estos casos la policía suele protegerlos y en caso de cargar lo harían contra el sector de manifestantes que protestan contra esta incursión. El proceso de deshumanización, que comentaba el agente del Brimo, sí se produce en relación a los manifestantes de izquierdas sobre los que se utilizan adjetivos despectivos o se les confiere características negativas que hacen más fácil golpearles. Por supuesto que no son personas que ejercen la libertad de expresión y su derecho de manifestación sino guarros antisistema, violentos y rojos de mierda.
La policía, como herramienta de violencia, es defendida de manera contundente por la derecha del Partido Popular y del PSOE y la extrema derecha de VOX. Evidentemente no lo dicen así. Ellos hablan de agentes del orden y garantes de la seguridad pública. Los opinadores mediáticos hablarán de las víctimas de la violencia como personas que se lo han buscado y callarán ante el hecho de que, diez años después, aún no se sepa quién disparó la bola de goma que dejó sin un ojo a Esther Quintana. No se abrirán investigaciones ni se prestará mucha atención a los foros policiales y del ejército donde se insulta y amenaza a políticos y sectores de la sociedad porque al fin y al cabo son cuatro pelagatos. Este ejercicio de minimización de un problema grave fue el antecedente de lo que sucedió en Alemania. Empezaron siendo cuatro gatos, violentos y armados, que se convirtieron en una red de extrema derecha con explosivos, armas y municiones robados. Las fuerzas armadas, y los cuerpos policiales, son espacios idóneos donde determinados elementos reaccionarios se pueden desarrollar sin control y crecer hasta que se hacen incontrolables. Hasta que superan umbrales que ponen en alerta a los mismos que les han alimentado.
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