II parte: El caótico atropello que prepara Milei

II parte: El caótico atropello que prepara Milei

Por Claudio Katz*

Milei encara el cuarto intento de reorganización neoliberal. Capturó un sector de votantes con la ingenua ilusión de penalizar a la ¨casta política¨ y erradicar la inflación con la dolarización. Anhela un presidencialismo autoritario, construye su propia base y forjó tres alianzas.
El libertario no es fascista. Espera modificar como Thatcher las relaciones sociales de fuerza, mientras repite la secuencia de Bolsonaro. Triunfó en las urnas por el desbarranque económico y la renuncia kirchnerista a librar una batalla audaz. Ese balance es eludido con descripciones y justificaciones.
Por la escala del inminente ajuste se avecina una guerra contra el pueblo. El endeudamiento con privatizaciones vuelve a escena, en caóticas disputas por los negocios. La resistencia por abajo y las disidencias por arriba afectarán a Milei. Un nuevo protagonista altera los diagnósticos del país

Segunda parte…

Interpretaciones y justificaciones

La canalización ultraderechista del descontento con los gobiernos progresistas no es una singularidad argentina. Milei reproduce las mismas tendencias que se verifican en otras latitudes. Se ufana de ser el ¨primer presidente liberal-libertario del mundo¨, pero variantes de mismo tipo gobiernan desde hace tiempo en varios países.

Es cierto que la pandemia facilitó la avalancha de corrientes reaccionarias, pero los oficialismos de ese signo fueron igualmente castigados por el impacto de la infección. Alberto Fernández receptó el mismo malestar que afectó a Trump y a Bolsonaro. Ese repudio electoral no se extendió, además, a todos los progresismos. López Obrador por ejemplo salió airoso de la prueba.

Se han expuesto muchas evaluaciones de los efectos psicosociales de la pandemia y de la desestabilización emocional que generó en las jóvenes camadas. Algunas interpretaciones estiman que esa conmoción potenció las pulsiones autodestructivas que bordean a la sociedad. Pero es un abuso extrapolar esas evaluaciones al campo político para explicar la victoria de Milei. Las principales causas del éxito ultraderechista se ubican en los visibles ámbitos de la degradación económica y la defraudación política.

Es evidente que Milei navegó con el viento de cola que aporta la reacción ideológica neoliberal contra progresismo. La precarización del empleo y la erosión de las prestaciones sociales del Estado deterioraron la imagen positiva de la actividad pública.

Los libertarios se montaron en ese desgaste para propagar los mitos del individuo emprendedor y autosuficiente, sin aportar un sólo ejemplo de viabilidad de esas creencias. Su enaltecimiento del consumo también convergió con esas presunciones, porque en el último bienio se convirtió en un inesperado refugio para lidiar con la inflación y la imposibilidad del ahorro.

Milei usufructuó de una oleada de reacción conservadora. Con ese vendaval atacó la “ideología de género” y el “marxismo cultural” anticipando actitudes inquisidoras. Seguramente archivará sus odas a la tolerancia liberal, para implementar las persecuciones que promueven los cavernícolas de su equipo. Benegas Lynch ya lanzó una campaña para derogar el aborto y atacar al movimiento feminista.

Salta a la vista la enorme incidencia que tuvieron los nuevos medios de comunicación en el éxito de Milei. Manejó con gran habilidad las plataformas y contó con la estrecha colaboración de especialistas en redes sociales. Utilizó ese cimiento -como su padrino Trump- para divulgar noticias falsas. Tenía incluso preparada una fantasiosa denuncia de fraude para lidiar con resultados electorales adversos.

El libertario aprovechó también el clima posmoderno de disolución de la verdad y pérdida de confianza en la razón, para exponer propuestas disparatadas, contradecir sus afirmaciones y sostener inconsistencias sin sonrojarse.

Frente al impacto generado por su inesperado triunfo se han multiplicado las explicaciones, que enuncian causas sin privilegiar los determinantes económicos y políticos de la marea violeta. Particularmente el peronismo se encuentra en estado de shock y sus pensadores sustituyen la evaluación concreta de lo ocurrido por descripciones (inflación, deuda), generalidades (ascenso de la derecha) o meras justificaciones (pandemia, guerra, sequía).

Otros convocan a posponer el balance (¨es necesario pensar la derrota¨) o a soslayarlo (¨para evitar mayores daños¨). Algunos optan por la crítica a los votantes (¨los pueblos se equivocan¨), con una mirada paradójicamente emparentada con la denigración derechista de Argentina (¨país de mierda¨). La evaluación política del kirchnerismo que intentan eludir, es el único camino para esclarecer el complejo escenario creado por Milei.

El tormentoso debut con ajuste

Ningún ultraderechista ha debido lidiar con una crisis económica comprable a la Argentina. Aquí radica la gran diferencia con Bolsonaro y esa singularidad suscita los principales interrogantes sobre el libertario.

Bajo una mar de improvisaciones, Milei tiene un definido plan de ajuste en varias etapas. Acordará ante todo con el FMI el atropello a las conquistas populares. Pocas veces se verificó tanta coincidencia inicial con el Fondo.

Los recortes del déficit fiscal y la emisión que exige organismo -para acumular reservas y garantizar los pagos al acreedor- convergen con Milei. Las tijeras que demanda Washington coinciden con la motosierra del libertario. Su hostilidad hacia China diluye además los temores del FMI, a las imprevisibles maniobras de Argentina con los yuanes que sostienen las menguadas reservas del Banco Central.

El arranque de Milei será la gran devaluación que Massa pospuso y Macri no logró forzar a través de fallidos golpes de mercado. El dólar oficial saltaría un 100% para comenzar su aproximación al precio del paralelo. El libertario intentó sin éxito que Fernández se despidiera con ese sacudón y Alberto accedió tan sólo a encarecer parcialmente el tipo de cambio para los exportadores y el turismo.

La mega devaluación de Milei potenciará la altísima inflación. La brutal remarcación en curso y la generalizada retención de mercancías anticipan ese impacto. Como el libertario ya anunció que anulará los acuerdos de precios, comienza a percibirse un clima de hiperinflación.

La inminente cirugía sin anestesia incluye una drástica reducción del gasto público que empobrecerá al grueso de la población. El anuncio de una eventual eliminación del aguinaldo es un indicador de la escala de esos recortes. Un hachazo del mismo tipo introduciría la suspensión de la obra pública y la amputación de los fondos girados a las provincias.

La aplicación de semejante ajuste será garantizada por el abrupto achicamiento de la emisión. Los efectos recesivos de esa restricción introducirían el principal giro de la coyuntura económica. El descalabro de los últimos años se gestionó manteniendo un nivel actividad que ahora tenderá a desmoronarse.

En las próximas semanas se verificará el impacto de una guerra económica contra el pueblo. Milei, Bullrich y Macri intentaron que el escenario caótico recayera sobre el actual gobierno, pero todo indica que ese contexto irrumpirá en diciembre. El nuevo gobierno deberá afrontar las consecuencias de su brutal ajuste.

Atropello con endeudamiento

La segunda etapa del Plan Milei transita por la aprobación legislativa de un reordenamiento neoliberal, muy superior al intentado en el pasado. Ese paquete incluye el desmantelamiento de Aerolíneas, la eliminación de 11 ministerios, la privatización de medios de comunicación, la desregulación de los alquileres, el recorte de las transferencias a las provincias, nuevas rebajas de las jubilaciones, algún reinicio del sistema privado de pensión y una reforma laboral que elimina las indemnizaciones.

Esa monstruosidad legislativa ya está encarpetada, pero sus promotores vacilan en su introducción en bloque (ley ómnibus) o en forma secuencial. Para evitar trabas en los tribunales, el nuevo ministro Cúneo Libarona negocia cierta impunidad, a cambio de privilegios a la casta judicial (cierre del juicio político a los supremos y ocupación de las vacantes por ahijados de la Corte).

Pero la aprobación legislativa de las contrarreformas neoliberales depende de las alianzas concertadas por un presidente, que no cuenta con significativa bancada propia. En los chisporroteos por la designación de funcionarios, Macri chantajea con retacear ese sostén legislativo.

La tercera etapa del plan en curso es la dolarización, que Milei presenta como una meta estratégica de improbable implementación inmediata. Tiene un significado semejante a la convertibilidad, como sustento de la reorganización neoliberal de Menem. El libertario no renuncia a imponer ese cambio del patrón monetario, pero no puede dolarizar sin divisas.

También resulta imposible esa mutación monetaria con la montaña de pesos circulantes y la burbuja de la deuda pública concentrada en las Leliqs. La dolarización exigiría acumular divisas y achicar esa masa de títulos, al cabo de un tsunami económico que estabilice la moneda. Por esa razón, la dolarización paulatina (en el modelo de Ecuador o de El Salvador) es concebida como el tercer momento del programa libertario. Su implementación inmediata generaría no sólo un estallido cambiario y un desplome hiperinflacionario, sino también el colapso de los bancos.

Las entidades concentran la montaña de las Leliqs y funcionan renovando el crédito al Estado, con muy pocos préstamos al sector privado. Una dolarización sostenida en el abrupto achicamiento de esos títulos (mediante su conversión en otro bono), afectaría tanto a los depositantes como a los propios bancos.

Milei no necesita divisas para el futuro plan de dolarización, sino para el inicio inmediato de su gestión. Este auxilio es perentorio. Con el dinero prestado a cambio de las Leliqs, el Estado paga los sueldos, las jubilaciones y los compromisos con contristas y acreedores. Si no consigue algún oxígeno externo deberá debutar con anuncios de paralización del funcionamiento corriente de la administración pública.

Sólo el sector más extremista de su equipo -que perdió influencia con la renuncia de Carlos Rodríguez- propicia iniciar el ajuste con un colapso de monumental envergadura. Milei busca créditos en el exterior para eludir esa aventura. Hasta ahora exhibía los préstamos negociados por Emilio Ocampo con algunas entidades (Bank of America) y fondos de inversión (Black Rock). Pero al parecer optó por el dinero que conseguiría Caputo, el artífice de todas las bicicletas en la era Macri.

El ¨Messi de las finanzas¨ transformó primero al país en el mayor deudor privado del planeta y luego en el principal prestatario del FMI. Es un experto de la timba al servicio del Deustche Bank y el JP Morgan, que reaparece emulando el retorno del segundo Cavallo frente a una economía al borde del precipicio.

Nadie sabe cuánto dinero conseguiría y cuáles serían las garantías otorgadas a los acreedores, pero el protagonismo de YPF indica que los banqueros han sido tentados con los activos de Vaca Muerta. La productividad de ese yacimiento es tan elevada, que permitiría transformar el actual déficit energético (4500 millones de dólares) en un enorme superávit (17.000 millones) en el 2030. Milei anunció que privatizará la empresa petrolera (cuyas acciones explotaron en Wall Street) y colocó a un hombre del Grupo Techint para gestionar la liberación de precios y una mejora adicional del floreciente balance de la compañía.

El fondo buitre que reclama en Nueva York el pago de una inverosímil deuda con YPF, ya aceptó tomar acciones como prenda de pagos futuro. Hay otras privatizaciones en agenda (AYSA, ferrocarriles) y se ha desatado una guerra por los negocios más rentables (Arsat), pero Vaca Muerta (segunda reserva gasífera del mundo) es la joya que Milei pone en remate para endeudar por enésima vez al país.

Si el libertario logra introducir una estabilización monetaria semejante a la conseguida con la convertibilidad, retomará el plan de dolarización al cabo de una transición bimonetaria (crecientes contratos sectoriales nominados en divisas). La mixtura de ambas variantes sintetizaría la convergencia de su plan con los modelos propiciados por los economistas de Macri.

Pero lo más probable es un estallido previo de la burbuja especulativa en gestación, al compás de la alocada danza de nombres que disputan los cargos del ámbito económico. Mieli está rodeado de financistas aventureros que ya demostraron su incalculable capacidad de daño. Sturzenegger fue el creador de las Lebacs (que antecedieron a las Leliqs) y Caputo colocó un increíble bono que hipoteca al país por 100 años.

La disputa entre financistas por el re endeudamiento en marcha generó una crisis de potenciales ministros antes de su asunción. Con la caída de Ocampo quedaron afuera varios candidatos del riñón de Milei (Piparo al Anses, Villarruel a Seguridad). A su vez con el ascenso de Caputo ganaron espacio los macristas (Bullrich a defensa). El círculo rojo prefiere a los funcionarios más confiables del PRO en el debut de la gestión. Pero las virulentas disputas en la cúspide anticipan un perfil caótico del nuevo gobierno.

Resistencias y erosiones

El principal límite que afronta la topadora de Milei es la resistencia popular. Esa reacción frenó en el pasado varios intentos de remodelación regresiva del país. El libertario tratará de salir airoso de la misma confrontación que socavó a sus antecesores. Se propone modificar la relación de fuerzas que no lograron alterar sus maestros.

Cuenta a su favor con la desmovilización social imperante desde hace varios años. Sólo los movimientos piqueteros se han mantenido en la calle, frente a organizaciones sindicales paralizadas. Milei está favorecido, además, por la magnitud de su éxito electoral y por la memoria reciente de los fracasos de Alberto.

Pero las rebeliones populares han irrumpido periódicamente en Argentina con inesperada intensidad y es muy aleccionadora también la reciente experiencia de Ecuador. El neoliberal Lasso llegó confiando en su capacidad de atropello y afrontó dos impresionantes derrotas, ante la fulminante respuesta desde abajo que encabezaron las organizaciones indígenas.

El mega ajuste de Milei está amenazado, en segundo lugar, por la inmanejable dinámica de sus medidas. Ensayará un ajuste sobre el ajuste que tiene pocos precedentes. Tradicionalmente las devaluaciones y los grandes recortes del gasto público introducían un abrupto deterioro de ingresos populares ascendentes (o por lo menos estancados). Ahora se pulverizarán salarios de pobreza y subvenciones de indigencia.

Las tarifas (y otros precios que el establishment considera ¨retrasados¨) serán disparados en un marco de altísima inflación, añadiendo combustible al incendio. La motosierra amputará el gasto público, que ha permitido sostener el nivel de actividad mediante un parche sobre el otro.

El inminente combo de mayor inflación con devaluaciones y recesión, augura las mismas turbulencias que desplomaron otras arremetidas iniciales del neoliberalismo. Por esa experiencia los economistas del PRO tenían diseñado varios programas (y ministros) sustitutos de la primera embestida. No está claro si Milei cuenta con algún Plan B, frente a una descontrolada secuencia de corridas cambiarias y bancarias.
Un tercer límite al atropello se localiza en la eventual ruptura de la alianza con Macri. Los indicios de esa fractura salieron a flote en el reparto de los ministerios y en la tradicional disputa del conglomerado de Mauricio con sus rivales de Techint. Todavía se desconoce el resultado de esa pugna, pero el ímpetu inicial del libertario quedó frenado por las exigencias del ex presidente.

La colonización macrista del nuevo gobierno es una posibilidad. Pero Milei no es personaje pasivo, ni un títere de Cambiemos. Exhibe personalidad, defiende los intereses económicos de sus aportantes y encarna un proyecto ultraderechista diferenciado de la derecha convencional. Promovió hasta ahora la apertura de la economía y el recorte de los subsidios a las empresas enlazadas con el Estado, que propician los talibanes del capital financiero. Por el contrario, la Macri se mantiene como un gran lobista de la ¨patria contratista¨. Una escalada del conflicto entre ambos sectores puede erosionar a las dos vertientes del andamiaje neoliberal.

Las clases capitalistas apuntalarán el ajuste a la espera de sus resultados. Ese sostén inicial puede diluir las fuertes diferencias que despuntaron en la campaña electoral. Milei actuó como exponente de los fondos de inversión, Bullrich del capital financiero tradicional y del agro-negocio y Massa fue la carta del capital industrial. Pero como suele ocurrir luego de los comicios, todos se amoldan al ganador siguiendo la adaptación que auspicia el FMI.

En la pulseada final, Milei añadió a su riñón financiero el sostén de los unicornios (Galperin), los gigantes de la industria (Techint) y el grueso del agro-negocio. Massa mantuvo el apoyo de la burguesía industrial (UIA) y de los empresarios con grandes contratos del Estado (Eurnekian, Vila).

Esos alineamientos quedarán seriamente modificados por la cirugía que introducirá el libertario. La guerra por los negocios dejará heridos y el balance del ajuste recesivo sobre el tejido empresarial es imprevisible. Si los caídos son numerosos, comenzará una impugnación desde arriba a la propia continuidad del reordenamiento neoliberal.

Los pronósticos sobre la presidencia de Milei son tan aventurados, como las encuestas que fallaron en anticipar su arrolladora victoria. Esa dificultad de previsión obedece al carácter novedoso de un protagonista en gestación. La ultraderecha ha ingresado como un actor cuya consistencia es un interrogante.

La disputa política ya no contrapone sólo a peronistas, radicales y macristas. Esta significativa mutación induce a evaluar la coyuntura actual, como un fin de un ciclo e inicio de una nueva época. Pero es prematuro postular que ese viraje histórico comenzó, antes de conocer los efectos inmediatos del nuevo gobierno. En pocos meses sabremos cuál es la dimensión de los cambios que afectan a un país sometido a vertiginosas modificaciones.

– Primera parte: El caótico atropello que prepara Milei

* Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI

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