¿Le compraría un coche usado a Rajoy?
La devota y no laica España está dejada de la mano del Señor. El obispo de Alcalá insiste en que es por culpa del aborto y de los ciudadanos homosexuales. En un foro público Richard A. Boucher, embajador de EE.UU., ha ratificado con desdén la caída en desgracia de nuestro país. El aliado incondicional yanqui ha dicho que “nadie quiere ser hoy como España. España solo vale para el flamenco y el vino tinto”. Otro que se lo está pasando bien. Como un rey Borbón.
Con estos amigos no se necesitan enemigos que le ayuden a uno a caer. Pero montamos el estratégico escudo antimisiles en Morón de la Frontera. Somos soberanos.
Todo es agitación en el ambiente. Los indignados del 15-M insisten en cambiar radicalmente el sistema que nutre las arcas de unos pocos, sacrifica a los más y mata el único planeta que tenemos. Los indignados son cada vez más una rebelión de las masas; se oponen al genocidio económico decretado por las élites. Probablemente, se haya decidido en uno de sus cónclaves, como los del enigmático Club Bilderberg. A sus citas asiste regularmente la reina Sofía, aunque no se sepa en calidad de qué.
De momento se está practicando un fascismo de baja intensidad, diluido formalmente con cuentagotas de democracia y ejercido por las grandes corporaciones y la banca. El sistema financiero es el enemigo público número uno. Sus gobiernos lacayos emplean a la policía violenta para reprimir las protestas. En Italia ya se contempla la utilización del ejército para sacar a los protestones de la calle. El déficit sigue subiendo y la prima de riesgo ha superado los 500 puntos.
Otrosí. Las “participaciones preferentes” de la banca han rapiñado impunemente los ahorros de miles de personas. Por otra parte, se habla ya de la implantación en España de un pronto corralito. Lo ha divulgado en su blog de The New York Times Paul Krugman, premio Nobel de Economía. Krugman advertía hace meses que la obsesión merkeliana por el déficit público podía tener para España consecuencias desastrosas por extremadamente recesivas. Así ha sido.
Por el momento, el pánico más agudo está en Grecia. Pero Mariano Rajoy, alias Pinocho, sigue en sus trece, empecinado en las demoliciones ultraliberales, que él llama reformas. Es cautivo de sus constantes mentiras y rehén de sus incongruencias. Se extraña de que su política genere alarma, cuando nadie como él ha vuelto del revés un programa electoral, haciendo todo lo contrario de lo que prometió. El profeta del déficit ha dicho, resentido, “vamos a gobernar para los que quieren levantar España, para la mayoría silenciosa, no para los que hacen algaradas”. Para él el mundo es un No-Do en blanco y negro. Los otros colores y matices no existen o no debieran existir. Aunque lo llamen democracia suponen un estorbo. Soraya del Membrillo ha anunciado que, dadas las actuales circunstancias, harán la gobernación mediante decretos.
Mariano Rajoy dice que lo que hace es necesario "para salir del pozo". Pero hay gente maliciosa que no quiere entender. En vista de la falta de ovaciones a su talento, el presidente ha desenterrado el viejo concepto de la “mayoría silenciosa”. Todo es muy viejo en la política española. Vetusto. Archisabido. Gregario. Protomoderno. Las dosis masivas de alcanfor no consiguen ocultar el olor de la descomposición del corpus.
Lo de la mayoría silenciosa fue un invento de Richard M. Nixon, “Tricky” Nixon, un presidente norteamericano que se vio obligado a dimitir por el mítico escándalo del Watergate. Le obligaron a irse por mentir al pueblo, como hace Mariano todos los días, antes de comulgar con ruedas de molino. La frase que resumió su trapacería y que mejor resumió la ruina de la confianza ciudadana fue “¿Le compraría Ud. un coche usado a este hombre?”
Levantar España; llevan siglos levantando España, es un apotegma muy manoseado, pero en realidad “levantan la cartera de España. Se puede levantar algo que está caído, pero no algo sumergido.
Para muestra, basta un botón. La renovación de la moqueta de Bankia le costará a las arcas públicas más o menos 7.000 millones de euros, en números redondos. Es un alfombrado genuinamente español que tiene que durar al menos un Rato, sin que se lo coman los insaciables ratones con pedigrí.
Otro otrosí: un enfático Rajoy pronunció, con su solemnidad habitual, aquello de: “no pienso dar un sólo euro público a la banca”. Pero en el cielo está escrito, con renglones católicos torcidos por el Opus de Dios, que una cosa es pensar y otra hacer. ¿Pensar? Eso no se lleva. Incluso está mal visto. En la rutilante y luenga historia de la raza española está grabado el imperativo de apartarse del nefasto vicio de pensar. Además produce escozor de escroto y dolor de cabeza. Es mucho mejor tener apellidos. Verbigracia, a Federico Trillo de Figueroa lo acaba de nombrar el gobierno embajador en el Londres. Alejado en el Reino Unido es posible que no se apriete demasiado el cilicio craneal. Y que no caiga en el vicio y piense demasiado en el accidente aéreo multimortal del Yak-42. Penitencia.
En España es una tradición -para evitar sorpresas y desapegos de faca denunciante en ristre- premiar la donosura y la fidelidad a la causa. Pensar, desde luego, no es el buen Camino. Si es que se quiere medrar en el escalafón del pasodoble torero.
Rajoy el Mindundi brindó al sol su negativa de financiar a la banca, pero en el lenguaje del poder de la achicoria, con partidos endeudados hasta las cejas, la costumbre establecida que es harás lo que te manden. Frente al amago de negar algo, está la virtud de conseguirlo con amenazas de cierre del grifo. Así pues, las alfombras de la banca privada serán rociadas finalmente con un spray especial de 80.000 millones de euros.
El contratante de la primera parte triunfó en el pulso con Rodrigo Ratón por la sucesión de Aznar al frente del PP. Puede que haya salido del paso con el episodio de los trajes valencianos, pero el traje monclovita le cae demasiado ancho. Miente porque no sabe hacer otra cosa. Está atrapado por un remolino sideral que conduce a un agujero negro sin salida. Ahora que ha hecho lo que le manda Merkel y que las cuentas siguen sin cuadrar, pide árnica a la Unión Europea. Quiere que le echen un cable para náufragos. Que reconozcan la deuda soberana. ¿Soberanía?¿Dónde queda eso?