Irresponsabilidad de Estado
Juan Gabalaui*. LQSomos. Septiembre 2016
La voluntad de Ciudadanos es la de dialogar y llegar a acuerdos. Aplausos. Dialogar con aquellos que piensan diferente. Pero nada más lejos de la realidad. C’s ha dialogado y llegado a acuerdos con aquellos que son muy parecidos. Lo cual es notoriamente más fácil. El reto es llegar a acuerdos con Esquerra Republicana, Podemos o Izquierda Unida lo cual es notoriamente complicado y diría que improbable porque el modelo de Estado y económico y la concepción de los derechos y de las libertades sociales son muy diferentes. C’s hace lo que todos sabíamos que iba a hacer. Sin sorpresas.
La investidura a la que se presenta Mariano Rajoy viene a representar el drama de la posibilidad de gobierno de un partido corrupto. No me importa que los populares describan sus supuestos logros políticos, sociales y económicos. No me importa que sean verdad o mentira porque el problema al que nos enfrentamos es de índole moral, que afecta a la base de la democracia que aspiramos construir. En este remedo artificial de la democracia un partido corrupto tiene opciones de gobierno y millones de votantes que le apoyan. Y esto es un drama y una mala noticia para la democracia. No es que se haya votado a un partido que esté en las antípodas de un pensamiento político, lo cual es legítimo y propio de un sistema democrático representativo, sino que se ha votado a un partido que como tal está implicado en actos delictivos. Desde esta perspectiva, el apoyo a un partido corrupto es un ejercicio de irresponsabilidad.
Un gobierno del Partido Popular, sea con Mariano Rajoy a la cabeza o con cualquier otro, es el paradigma de la impunidad. Parece que a muchos no les importa lo que haya ocurrido. Apropiación indebida, blanqueo de capitales, cohecho, delito electoral, estafa procesal, falsedad documental, financiación ilegal, obstrucción a la justicia, malversación de caudales públicos, organización criminal, prevaricación, soborno, tráfico de influencias. Procedimientos en curso y condenas en firme. No importa. Que en estos momentos este partido aspire a una investidura, habla en términos poco elogiosos de la calidad de una democracia que los medios de comunicación mayoritarios y los dos grandes partidos, con el sostén de Albert Rivera, no dejan de alabar.
Qué irresponsabilidad la de periódicos como El Mundo, El País o ABC cuyas editoriales defienden la investidura de los representantes de un partido corrupto. ¡Qué irresponsabilidad! Es el ejemplo de la connivencia con la corrupción, de la tolerancia que se ha mostrado durante décadas a las acciones irregulares y delictivas de los grandes partidos de este estado que, muchos de estos medios, han denunciado con la boca pequeña o han ocultado deliberadamente. Y no dudan en utilizar la idea de democracia para defender sus posiciones cuando lo que está ocurriendo o puede ocurrir sería un retroceso más en la construcción de una democracia sólida. ¡Qué democracia puede haber en un país gobernado por un partido corrupto!
Las decenas de diputados populares aplaudiendo las palabras de su líder o riendo sus ironías y burlas hacia otros dirigentes políticos es una escena vergonzosa. Ninguno de ellos ha dado un puñetazo encima de la mesa denunciando las prácticas delictivas de su partido. Ninguno. Todos ellos han sido cómplices sino participantes de las mismas. Con su silencio o con su participación activa. Y a pesar de todo, se sientan en los escaños del Congreso sonrientes y orgullosos. El descaro de la impunidad. Son conscientes de que por mucho que hagan, las consecuencias son mínimas o inexistentes. Y eso envalentona a cualquiera.
