IU, de la pinza a la tenaza y Pedro J. al mando
Mientras el gobierno recurre inútilmente a la estrategia escapista que el PSOE utilizó en el caso Roldán, pretendiendo que el affaire Luis Bárcenas es un asunto personal, el director de El Mundo Pedro J. Ramírez se supera a si mismo y logra, como un nuevo flautista de Hamelín, que al son que marca bailen a la vez el PSOE de Pérez Rubalcaba, la IU de Cayo Lara y hasta su competidor el diario EL País, en una orgía de exclusivas que contará además con el condimento jurídico de Javier Gómez de Liaño, nuevo en esta plaza como abogado del ex tesorero del PP y amigo del alma del periodista estrella que históricamente mejor se ha movido entre las cloacas del sistema.
¿La historia se repite o es el pasado que nos alcanza por desmemoriados? Si uno mira sin demasiados prejuicios la situación de la política española en estos momentos, seguramente tendrá la impresión de que estamos en el periodo 1993-1996 pero con los protagonistas cambiados. Igual que entonces, el partido en el gobierno (ayer PSOE y hoy PP) está siendo vapuleado por los escándalos de corrupción. Lo mismo que en ese periodo, la prensa (El Mundo de Pedro J. Ramírez en concreto) es el heraldo que saca a la luz las miserias del poder (ayer socialista y hoy conservador). Y de la misma forma, en ambos episodios compete a un partido de izquierda (la IU de Cayo Lara donde antes estaba la IU de Julio Anguita) beneficiarse del río revuelto y aspirar al sorpasso que le entregue la representación de toda la oposición.
Sin embargo, a pesar de tantos guiños y coincidencias, la situación no es la misma aunque se le parece. Las claves del enredo actual hay que abordarlas en los elementos políticos, tácticos y estratégicos que entonces y ahora ritualizan el cambio de roles y la dinámica de alianzas. De entrada, en la etapa en que Izquierda Unida tenía a Julio Anguita como coordinador general, los movimientos que realizaba la coalición en el tablero político tenían una base clara que se administraba en dos principios: la teoría de las “dos orillas” y la fórmula “programa, programa, programa”.
Mediante la primera, la IU de Anguita acotaba dos territorios ideológicos diferenciados e incompatibles: a un lado la orilla derecha, que encarnaban en tándem PSOE y PP a pesar de presentarse como presuntos adversarios, y al otro la izquierda liderada por IU. La última pata del banco, “programa, programa, programa”, dejaba claro que cualquier posible pacto que pudiera establecerse con la “izquierda institucional”, que monopolizaba entonces el felipismo debería, hacerse sobre un soporte programático, y no en el marco de supuestas afinidades de la “casa común”, como haría más tarde su sucesor Francisco Frutos en maridaje para las generales con Joaquín Almunia con desastrosos resultados para ambos. Pues bien, la política “anguitista” llevó en 1996 a IU a su mejor resultado histórico, logrando 21 escaños y casi el 10% de votos. Aunque, por contra, tuvo que soportar una feroz campaña del PSOE y sus aliados mediáticos que le acusaron de ser compañero de viaje de la derecha y de dejarse instrumentalizar por el director de El Mundo. Como complemento, Pedro J. Ramírez se vio zarandeado por un video de contenido íntimo que el GAL político y mediático pusieron alevosamente en circulación de manera clandestina, al tiempo que tildaron la política de Anguita de “pinza” entre IU y el PP, sambenito que acompañaría como lastre durante años a la coalición.
Veinte años más tarde, con el Partido Popular de Mariano Rajoy en Moncloa, el panorama es distante pero no muy distinto. Otra vez la corrupción política está en las primeras páginas de los periódicos. Otra vez el diario El Mundo de Pedro J. Ramírez condiciona la agenda del gobierno. Y de nuevo Izquierda Unida, ahora bajo la batuta de Cayo Lara, se siente en condiciones de abordar el sorpasso que le haga saltar el rubicón. Pero esas coincidencias no significan que lo de hoy sea una simple réplica de lo pasado. Muy al contrario, si analizamos con cierta perspicacia lo que se ventila entre bastidores podemos observar notables diferencias. Veamos.
En este 2013 existe una crisis económica, política y social que está provocando el desplome de los dos partidos dinásticos de referencia que han referenciado históricamente el poder desde el inicio de la transición, turnándose en su gestión para que todo siga igual. De ahí que el declive de uno no signifique beneficio para el otro. Hay una caso Bárcenas pero también hay un affaire EREs. Por tanto, la irrupción de IU en el plató político exige un cierto camaleonismo, ya que el ambicionado sorpasso debería nutrirse, aparte de los votantes tradicionales de IU, de los sectores sociales contestatarios que reniegan por igual del PP y del PSOE, de los desafectos del PSOE e incluso, como señalan algunas encuestas de intención de voto, de esos yacimientos de electores itinerantes que no tienen ideología definida y están en continuo tropismo migratorio. Un sincretismo de difícil cristalización. Sobre todo cuando hoy la famosa pinza de IU es con un PSOE al que, aún sin cambiar realmente de orilla (ahí están sus reaccionarias y pioneras políticas austeridad, ajustes y recortes), necesita para realizar la travesía del desierto.
De esta guisa y a la carrera, Cayo Lara se ha unido al PSOE en Andalucía tras unas elecciones que numéricamente había ganado el Partido Popular, conformando una pinza-tenaza precisamente con el sector del socialismo que ha perpetrado la mayor corrupción con dinero público conocida desde la aprobación de la Constitución en 1978. Y no solo eso, como a caballo regalado no le mires el diente, lo que con Julio Anguita era “programa, programa, programa”, ahora se llama “amén, amén, amén”. Y así hemos visto a Izquierda Unida lograr la vicepresidencia de la Junta de Andalucía y varias carteras en el mismo ejecutivo donde sientan sus reales altos cargos socialistas con un horizonte penal por desfalcos multimillonarios más que probable; participar en el simulacro de la una “comisión de investigación” que solo buscaba justificar lo de todo punto injustificable y llegar al esperpento, junto a sus pares del PSA del presidente Griñán, de acusar a la juez Alaya de “poner en peligro la democracia” por haber imputado a Magdalena Álvarez, ex consejera de Hacienda de la Junta y ex ministra de Fomento con Zapatero, cuando en Madrid jalean las acciones judiciales contra el PP por Bárcenas.
Por tanto, el sorpasso no se promueve como ariete moral contra la corrupción, sino por sucursalismo respecto al PSOE. Cuando el partido de Alfredo Pérez Rubalcaba no solo pone la mano en el fuego sobre sus imputados (caso Blanco, por ejemplo), sino que además alienta una campaña unidimensional que busca insuflar en el ánimo de la opinión pública, utilizando la opinión publicada, que la corrupción del PP es la mala y que afecta a Ferraz una patraña. Este panorama deja a IU, sin duda, en el lado de los que amparan la corrupción siempre que sea de “uno de los nuestros” (el caso Mercasevilla es un ejemplo de esta desidia) o de los compañeros de pupitre (el enemigo de mi amigo es mi enemigo). La de Cayo Lara no es una nueva pinza, aspira a ser una tenaza.
Para terminar y dimensionar la complejidad de lo que se ventila políticamente en estos momentos, no está de más echar un vistazo al avispero en que se ha metido el PSOE. Además de los frentes internos, con el PSC a punto de secesión, Rubalcaba está siendo zarandeado por las circunstancias que el mismo había creado como un inexperto abogado del diablo. Tras pedir solemnemente la dimisión del presidente del gobierno Mariano Rajoy nada más publicar su periódico franquiciado (aunque en puridad el franquiciado es el PSOE y el franquiciador El País) las “fotocopias” de Bárcenas, pasó a pactar con el PP para llevar una postura común a Bruselas casi al mismo tiempo en que El Mundo publicaba “los originales•, volviendo de nuevo a entonar el “váyase señor Rajoy” con la andanada de “sms” lanzada por Pedro J. Ramirez 24 horas antes de la prevista declaración de Bárcenas ante la Audiencia Nacional. De esta manera, el periódico que pasa por ser el órgano oficioso del aznarismo y el aguirrismo, la derecha extrema del Partido Popular en horas bajas, marca no sólo la agenda del gobierno sino también la de la oposición.
Curioso país este. La derecha mediática y sus emboscados ultras se va a cargar a la derecha política en el gobierno del Estado. El primer partido de la oposición y sus terminales informativas secundan a sus peores adversarios para así solapar su responsabilidad en los ERERs. Y la alternativa por la izquierda culmina su estrategia alimentando el caldo gordo de la corrupción con sus socios de gobierno en la región con más paro de toda la Unión Europea. De la pinza a la tenaza. Pero hay un método en su locura.