Kanaky: Una visita al salvaje oeste
Por Guadi Calvo*
Corrido por el avance de la ultraderecha de su país y de Europa, y con la necesidad, frente a sus votantes, de mostrarse resolutivo, el pasado jueves veintitrés de mayo, el presidente Emmanuel Macron, para contener los disturbios, que amenazaban con incendiar la isla
Ver: Aduiu à la France, Nueva Caledonia (Kanaky)
Junto a los Ministros del Interior y de las Fuerzas Armadas, se vio obligado, a recorrer los casi dieciocho mil kilómetros, que separan a París de Nouméa, la capital de Kanaky, en pleno Indo-Pacífico, ocupada por Francia en 1853, cuando pasó a ser conocida en occidente, como: Nueva Caledonia.
Aunque la breve gira, tiene también mucho de actuación, Macron necesita demostrar, que lo que queda del viejo imperio, no se le va a disolver en sus manos, declarado que estaba allí para contener los disturbios y establecer conversaciones que permitan destrabar la situación. Además de no perder presencia en el Pacífico, frente a la cada vez más caliente, relación entre China y Estados Unidos, en el área.
Todo se inició el pasado trece de mayo, después de que se conocieran una enmienda a la Constitución, votada por el parlamento francés, acerca de habilitar el voto a los ciudadanos de nacionalidad francesa, radicandos en el archipiélago, unos 168 mil, frente a los 112 mil nativos.
Una medida que claramente busca, diluir, el voto independentista, por lo que propugna la población kanak, cada vez más marginada, por estrictas normas, que avalan la segregación y la discriminación.
La cada vez más endeble posición, de lo que queda del colonialismo francés, en África, donde en apenas tres años, ha perdido tres enclaves fundamentales en Sahel (Burkina Faso, Mali y Níger). Mientras se observa con extrema atención, el camino a tomar, por nuevo gobierno del Chad, cuyo presidente, el general Mahamat Idriss Déby Itno, acaba de legitimarse, después de imponerse en las elecciones del seis de mayo, por una importante diferencia sobre el segundo aspirante. Terminando, de este modo, con su controvertido gobierno, al que llegó, en 2021, a través de un golpe militar, después de la muerte de su padre.
A lo largo de su campaña electoral, Idriss Déby, se había mostrado más cercano al bloque saheliano, que, de las potencias occidentales, a las que, desde siempre, el Chad estuvo subordinado, exigiendo, por ejemplo, el abandono de las bases militares, que Washington tiene en ese país.
Por lo que, en este contexto, para el presidente francés, es indispensable resolver la revuelta kanaky y para ello, ya no pudiendo ordenando acciones desde París, como intento cuando envió tropas para contener las manifestaciones, en los inicios de la crisis. La que además obligó a de cerrar el aeropuerto de La Tontouta, el principal del archipiélago, mientras que solo se mantuvo abierto el de Magenta, de vuelos domésticos, para recibir las tropas enviadas por Macron, desde otras colonias cercanas, alrededor de unos mil quinientos efectivos, que fueron llegando en diferentes etapas, aunque ya se habla de otros ochocientos por llegar, que se mantendrán, durante todo el tiempo que se desarrollen las Olimpiadas.
Muestra de lo crítica, que llegó a estar la situación, fue que los momentos más calientes de los enfrentamientos, cuando ya las autoridades locales no supieron hacían donde podría derivar el conflicto; se les anunció a los centenares de turistas extranjeros, principalmente australiano y neozelandeses, que estuvieran atentos, para evacuar sus hoteles, en varios helicópteros Chinook, si llegará la emergencia a escalar a ese punto.
Mientras durante los días, la mayoría de los turistas fueron evacuados en aviones enviados desde sus países.
Si bien las revueltas de este estilo no son nuevas para el archipiélago, ya en los ochenta se había producido una escalada similar, la que fue contenida a fuego y bala. Hoy, el Eliseo, no está en condiciones políticas, y mucho menos mediáticas, a semanas del inicio de los Juegos Olímpicos, y las elecciones para el Europarlamento, de embarcarse en una escalada represiva.
Las protestas que ya produjeron siete muertos, cinco civiles y dos policías, uno de ellos en un accidente de tránsito, además de producirse la destrucción y el saqueo de viviendas y locales comerciales; y el incendio de centenares de vehículos, por lo que el día quince se había dictado el “estado de emergencia”, que se levantara el martes veintiocho, a partir de las cinco de la mañana, hora local.
En este marco, es que la prensa francesa comenzó a preguntarse, si: ¿El presidente tiene capacidad para gestionar el legado colonial? Ya no solo del Pacífico, sino de lo poco que le va quedando de influencia en África.
A su llegada a Nouméa, Macron rápidamente, declaró que su visita tenía el objetivo de: “restablecer el orden y facilitar el diálogo entre los líderes locales”, partido en dos bandos claros, los calboches como se conoce a los blancos, a favor de la metrópoli, liderados por la alcaldesa de la capital, Sonia Lagarde, y los independentistas, divididos en dos bandos; los acurdistas del Caledonie Ensemble y el grupo más extremo el Frente Nacional de Liberación Kanak y Socialista (FLNKS).
Además, Macron, después de haber realizado un vuelo en helicóptero, sobre más afectadas por los disturbios, anunció un paquete de inversiones, en post de la reconstrucción, que durante las protestas fue destruido, lo que se estima en más de trescientos millones de dólares.
Más pensado en sus súbditos continentales, que, en los isleños, con quien necesita demostrase resolutivo, aclaró, por si alguien no se había dado cuenta de que: ce n’est pas le Far West. Pero, a pesar de la bravata el lunes por la mañana los disturbios que se continuaron tras la partida de Macron, no habían cesado: lo que hizo difícil la concreción del levantamiento del estado de excepción, que el lunes veintisiete, Macron, había ordenado levantar, en un intento por profundizar el diálogo, que había iniciado en su visita a Nouméa, de la que participará todas las fuerzas incluso el FLNKS, la fuerza independentista, que ha tenido un importante crecimiento en los últimos años y habría estado detrás de los levantamientos.
En búsqueda de normalizar la situación, la Alta Comisión de Kanaky anunció que se habían quitado los más de noventa controles de carretera, y que además de los 280, civiles detenidos, también que se había detenido a casi un centenar de policías y gendarmes, que se habían excedido en sus funciones.
Gestos del neocolonialismo
De todos modos, la breve visita de Macron, no resolvió la situación de fondo, habiendo dejado a la isla prácticamente en la misma situación, que lo obligó a llegar a la colonia.
Las carreteras de toda la isla siguen bloqueadas por barricadas de manifestantes, por los lo que los vecinos, para movilizarse, en búsqueda de alimentos, combustible y medicinas, utilizan, secundarias. Mientras que, al norte de la capital, se continúan produciendo serios disturbios.
Ya que las declaraciones del visitante, no sirvieron para apaciguar los ánimos, quizás todo contrario. Si bien Macron, anunció que la aplicación de la enmienda, se retrasaría, varias semanas, para nuevas consultas; agregó que no iba a permitir que se cuestione los resultados del referéndum del 2021, saliendo de la Pandemia, sobre la independencia de Kanaky, que los ciudadanos votaron claramente a favor de seguir perteneciendo a Francia, por más del 96 por ciento de los votos, pero con una participación, del 43,87. Por lo que los nacionalistas kanakos, habían solicitado su impugnación.
La impaciencia de los independentistas parece no estar para nada de acuerdo con lo propuesto, en septiembre del año pasado, por el presidente del Senado, Victor Gogny, sobre un período de transición de una década para “preparar” a la población para la independencia. Mientras que una semana atrás, Jacques Lalié, presidente independentista de la Provincia de las Islas, tuvo una idea peor, la de acuerdo global, para la que, en un período de transición de entre quince y veinte años, se podría decidir, por la soberanía en sociedad Francia.
Mientras, sectores más conservadores, todavía, insisten que la consulta debería retrasarse cincuenta años o dos generaciones. Al tiempo que la líder neofascista, Marine Le Pen, expresó el deseo de un acuerdo institucional y económico global, con una nueva consulta, sobre la independencia, dentro de cuarenta años.
Quizás demasiado tiempo, para un cuerpo en plena descomposición, como son los vestigios, casi arqueológicos, del imperio francés.
* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional
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