La auténtica obsesión gringa

Por Nònimo Lustre
Por una sola vez y sin que sirva de precedente, hoy vamos a especular sobre dos personas famosas sin mencionar siquiera los equipos que las hacen posibles. Léase, que caeremos en esa historiografía ad hominem que siempre hemos detestado -incluso cuando el hominem (macho dominante) se ha remendado torpemente con aquello del cherchez la femme.
La eslovaca Melania
Melania Knavs (Novo Mesto, hoy Eslovenia, ayer Yugoslavia; n. 26.IV 1970)
En los EEUU: a la derecha de la foto, Melania cuando todavía se llamaba Melania K.
Titular: tosco juego de palabras con ménage à trois
En los EEUU, Melania (en adelante M) era una inmigrante ilegal comunista -Yugoslavia nunca fue marxista pero, por conveniencia o, más probablemente, por supina ignorancia, eso le dio igual a Donald. M, de grado o a la fuerza, escogió la profesión de simple escort (puta fina) Tuvo suerte y engatusó a Donald quizá por su altura física (180 cms) y quién sabe si, como veremos en el siguiente parágrafo, especialmente por sus mamellas -por lo demás, poco gringas como se comprueba en las fotos.
USA, un zoo mamario
Tómese esta Tabla a beneficio de inventario pero obsérvese que la tetas voluminosas son patrimonio de las gringas blancas-caucásicas; las norteamericanas de otras etnias, no las tienen tan grandes (¿)
Los gringos tienen una morbosa fijación con las grandes tetas que más de un europeo entendería como un complejo infantil consecuencia remota de sus primeros chupetones. Sea un perverso infantilismo o un glorioso renacer -muy propio de un país plagado de re-borns-, la anterior Tabla demuestra, no que sea cierta -Eros nos libre-, sino que el estamento estadístico está orgulloso de ganar el campeonato mundial de Supervixens (ver la peli clásica de Russ Mayer 1975) Sin embargo, no todo el mundo lo alaba. Por ejemplo, en el lejano 1951, los antropólogos Ford y Beach estudiaron a 191 culturas y encontraron que las tetas en general sólo eran sexualmente importantes en 13 dellas. En un trabajo más moderno efectuado en Mali, Dettwyler descubrió que a las malienses no les gustaba el tema del sexual behaviour de las lactantes porque, lejos de considerarlo ‘erótico’, lo creían unnatural y hasta perverted. Más aún, conversando en la intimidad, les era difícil de creer que los hombres se excitaran por los pechos femeninos y, menos aún, que las mujeres encontraran placer en su aprovechamiento no alimenticio.
A aquellas señoras, no les interesará en absoluto pero otras quizá quieran informarse sobre el nipple orgasms (orgasmo del pezón), una moda que se propagandea por quienes sostienen que “la estimulación del pezón activa las mismas áreas del cerebro y del clítoris” -lo empecé a sospechar desde que recibí un codazo sensual. Asimismo, los aficionados a las estadísticas exóticas quizá sepan que, para la universidad de Viena, las tetas grandes son un 24% menos sensitivas que las tetas pequeñas. Dommage gringas… y caray con los herederos de Freud, ya no se conforman con el super yo.
Por otra parte, la American Association of Plastic Surgeons, informa que, en 2015, las gringas se aumentaron sus pechos en 279.143 ocasiones quirúrgicas mientras que, en el año 2021 (año de covid) se efectuaron 298.568 operaciones de aumentos de pecho -un 31% más que en el año 2000 (cf. Why Americans are so much more obsessed with big breasts than the rest of the world; por Carrie Weisman, 24.III. 2016)
El teutón Donald
La Famiglia de proxenetas y especuladores inmobiliarios y el actual chulo planetario -chúpate esa, Corleone.
La sanguinolenta saga de los Trump comienza con Friedrich Drumpf (Baviera 1869-NYC 1918), continúa con su hijo Fred Trump y, obviamente, con su nieto Donald. Friedrich (Fred) fue un inmigrante ilegal que prosperó en los bajos fondos del proxenetismo militando en el primer Ku Klux Klan. Su hijo, copió sus mañas y las aplicó a la especulación inmobiliaria. Y Donald, superó a ambos. Drumpf era un macarra de desesperadas y Fred, el casero más cruel de NYC -amargó la vida al gran Woody Guthrie e inspiró las quejas de la inquilina Janis Joplin. Pero ambos fueron unos provincianos mientras que Donald encontró cómplices internacionales millonetis de verdad…
Sobre el machismo de Donald, hay millones de pruebas y ninguna viene de M, la Europea Discreta. Por ende, las entenderemos como una prueba profesional de un patriotismo popular intocado por el europeísmo caduco. En este sentido, nos conformaremos con las docenas y docenas de canalladas misóginas que se encuentran fácilmente en las entrevistas que, durante más de 20 años -hasta que rompieron-, mantuvo con Howard Stern. Como par de ejemplos, valgan estas dos perlas:
En 2005, durante uno de las entrevistas que se hicieron en comandita, Stern le preguntó si seguiría queriendo a M. pese a que, hipotéticamente, se hubiera desfigurado (disfigured) en un accidente de carro. Trump respondió: “How do the breasts look?” (¿Cómo siguen sus tetas?) Esta es la versión que persiste en internet 20 años después. Sin embargo, algunos recordamos la entrevista completa: Stern comenzó preguntándole qué hubiera pasado si a M. la hubieran tenido que amputar las piernas. Trump respondió, no problem, hay ortopedias. Stern continuó: ¿Y si la cortan los brazos?: misma respuesta. Pero, al final Stern le pregunta por la hipotética suerte de las tetas amputadas de M. y entonces Trump giró radicalmente: Bueenooo, eso cambia todo. Hasta el psicólogo/psiquiatra más primerizo, sacaría petróleo de semejante patochada.
La siguiente anécdota se hizo bastante más famosa. Sin ser preguntado, Trump presumió de su irresistible sex-appeal: “Las mujeres bellas me atraen automáticamente y comienzo a besarlas. Es magnético, sólo necesito un beso. Ni siquiera espero. Cuando eres una estrella, ellas se dejan. Puedes hacer lo que quieras, agarrarlas por el coño (pussy, cunt), puedes hacerlas de todo”. Sin comentarios.
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