La belleza
Jesús Rodríguez Barrio. LQSomos Enero 2015
Sucedió en Madrid el 20 de enero, día de mi cumpleaños. Hoy hace poco más de una semana que fui testigo privilegiado de una imagen insólita y pude vivir uno de esos momentos que se recuerdan por la carga simbólica que transmiten.
Eran aproximadamente las 18 horas y circulaba en mi coche por la A-3, en dirección Valencia, muy cerca de la salida de Santa Eugenia. El tráfico era denso pero fluido. Pero de repente, y sin causa aparente, todos los vehículos que me precedían redujeron bruscamente la velocidad, hasta detenerse por completo en su casi totalidad.
No es un lugar habitual de retenciones, no había señales de obra y no se veía ningún signo de accidente. Pero, como el frenazo había comenzado solo unas pocas filas por delante de mi vehículo, al fijar la vista pude contemplar de cerca la sorprendente causa de la retención: una hermosa ave de color dorado rojizo, con cuerpo esbelto y larguísimas patas (podría ser un flamenco o una garza real) caminaba por la calzada entre los coches, aturdida y desorientada y tal vez con algún problema para volar. Algunos vehículos habían reemprendido la marcha con cuidado, pasando a su lado lentamente, mientras la mayoría permanecíamos inmóviles sin saber qué hacer.
En ese momento, un camión de escombros, que circulaba por el carril central, se detuvo por completo. De la cabina del vehículo, sucio y herrumbroso, bajó el conductor, un hombre joven vestido con ropas de trabajo y que llevaba un pañuelo atado en la cabeza, lo que le daba un simpático aspecto de pirata. Con gesto sereno pero enérgico mandó parar a todos los vehículos que aún se movían. Luego, se acercó lentamente al ave y, con toda delicadeza, la fue conduciendo fuera de la calzada. Después volvió caminando a su vehículo mientras nos dirigía una sonrisa que muchos le devolvimos con un gesto de complicidad.
En un mundo tan brutalizado como el nuestro, y en un lugar tan agresivo como una autovía en hora punta, la escena me resultó casi increíble y enseguida me pregunté por qué la totalidad de los conductores (y, especialmente, el conductor del camión) habían manifestado tan extraordinario comportamiento mientras que, en nuestra sociedad, la mayoría de las personas asisten impasibles a las tragedias que todos contemplamos a diario.
Tal vez fue la súbita visión de la belleza en medio del caos, y el miedo a destruirla, lo que conmovió a las personas que allí estábamos. Quiero creer que esto es así, porque transmite un rayo de esperanza mirando hacia el futuro.
Pienso que para que esta esperanza se haga realidad solo falta que un número suficiente de personas sea consciente de que la belleza que debe conmoverles no es solo la que ven con sus ojos. Y que aprendan a mirar al mundo y a sus semejantes de otra manera. Esa forma de mirar que permite ver la verdadera belleza, la que solo se puede ver con los ojos del corazón.
Una anécdota que bien merece esta reflexión, sacada de la peli La lengua de las mariposas: En el otoño de mi vida, yo debería ser un escéptico. Y en cierto modo lo soy. El lobo nunca dormirá en la misma cama con el cordero. Pero de algo estoy seguro: si conseguimos que una generación, una sola generación crezca libre en España… […] …ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad[…] Nadie les podrá robar ese tesoro.”