La cleptocracia española y el sombrío panorama político del país
En los idiomas de origen greco latino el termino cracia significa gobierno, pero lo que caracteriza el tipo de gobierno es la primera parte de la palabra, así democracia es el gobierno del pueblo, aristocracia el gobierno de los nobles, teocracia el gobierno de los religiosos y cleptocracia es el gobierno de los ladrones.
Pero como funciona un poder basado en el latrocinio? Un sistema político de estas características tiene como objetivo el apoderarse al máximo de lo ajeno o de lo publico en el mínimo tiempo posible, mediante cualquier medio, generalmente ilegitimo para el beneficio exclusivo de los que lo controlan o de sus familiares y aliados. Sus formas de actuación son:
Brutal explotación laboral de los grupos sociales más pobres, campesinos, inmigrantes, personas en dificultades.
Apropiciación indebida de bienes públicos o privados, áreas de protección ecológica, propiedades no registradas, o inclusive, quedarse con las ayudas humanitarias contra las crisis o el subdesarrollo.
Otras formas de actuación que requirieren la complicidad del aparato de estado: La manipulación de contratos públicos de obras, suministros y servicios, la especulación urbanística, las alteraciones en la distribución de alimentos y medicamentos, son arduas tareas que deben ser adecuadamente lubricadas con las correspondientes comisiones ilegales, blanqueos o sobornos directos a las personas u órganos de decisión. Los sectores donde son más comunes estas prácticas, son la construcción (privada u obra pública), el suministro de energía y de los derivados del petróleo, la alimentación, el armamento (comercio ilícito de armas o munición), las finanzas (blanqueo, evasión fiscal).
Como tratamos de entramados dirigidos por delincuentes sus mayores problemas se derivan del reparto de beneficios, disputas que en ocasiones terminan en golpes de estado, levantamientos, etc. Por otro lado unas estructuras políticas cuyo funcionamiento se basa en el crimen, son poco compatibles con el ejercicio de las libertades cívicas y los derechos humanos. Los gobiernos corruptos africanos y las antiguas repúblicas bananeras latinoamericanas, son los ejemplos más evidentes de este tipo de ejercicio del poder.
¿Se ha dado alguna vez algo similar en nuestro país?
La dictadura, siguió de manera fiel el axioma de que el poder político absoluto, genera la corrupción absoluta. El franquismo, no fue excepción a esta norma, se rodeó de todo tipo de explotadores sobre todo en el sector de la construcción y la obra pública (véase la explotación de los presos políticos) y de especuladores en todos los terrenos desde el urbanístico: desarrollo incontrolado, destrucción de las costas (Benidorm, Torremolinos…) a la distribución de alimentos (estraperlo, contrabando, fiscalía de tasas…). Todo ello generó astronómicos ingresos cuyo reparto dio origen a bastantes nuevos ricos, con una cultura empresarial y maneras de hacer negocios diferentes, pues estos dependían de la prevaricación sistemática, el clientelismo y la especulación fomentada por las administraciones, todo ello amparado por una opresión sistemática y agobiante. La sinergia de estos factores modificó de tal manera la tradicional clase dominante, que apareció una nueva clase dominante que se consolidó como núcleo de poder. Una simple comparación evidencia que régimen franquista fue una cleptocracia llevada al extremo. Es decir que todas prácticas corruptas como ahora se conocen, o nacieron o se desarrollaron o consolidaron bajo el manto protector del aparato de estado fascista. Al morir Franco, la expresión más dura del franquismo, la represión impune y sin límite, desapareció, pero las instituciones, personas, personajes, grupos económicos que la sustentaron no. La cultura y las formas de llevar a cabo los negocios y las finanzas se mantuvieron inalterables. La corrupción heredada, no solo se mantuvo, sino que se amplió y sofisticó para incrementar los muy elevados beneficios de los corruptos. Es decir, las nuevas clases económicamente dominantes no solo mantuvieron la corrupción sino que favoreciéndola mejoraron sus ingresos.
¿Podemos definir la situación española como cleptocratica?
En una democracia todo empleado público (y los políticos lo son) tiene la obligación de cumplir las leyes y hacer que se cumplan. Un cargo público no es un cacique con poder absoluto en su dominio: debe respetar el marco legal y los derechos ciudadanos. Sin embargo, los hechos hasta ahora jurídicamente probados, nos indican que muchos de los cargos políticos han obtenido beneficios ilícitos lucrándose de su posición, bien directamente mediante cobros irregulares, bien mediante comisiones por amañar contratos o tomar decisiones de legalidad muy discutible a cambio de ganancias ilegitimas. No obstante, el permanente expolio de las arcas públicas tenía que acabar evidenciándose y los casos de corrupción han sido el detonante de una situación política insostenible. Para evitarse complicaciones y conflictos, pues las protestas y los conflictos cada día se enconan más, se vuelve a aplicar la fórmula clásica: incrementar la represión dando más poderes a policías y jueces, aun a pesar de que los últimos pierdan independencia. Estamos gobernados por ladrones, que no dudan en emplear todos sus medios para perpetuar su sistema.
¿Que sucede con el PP y su actual gobierno?
Las formas políticas (los gobiernos) son seleccionados en función de los intereses de las clases dominantes y como sucede en cualquier sistema basado en la máxima obtención de dividendos, si los directivos no funcionan a conformidad de los poderosos, son cambiados. En la actualidad observamos que se está produciendo un relevo de gestores. El gobierno Rajoy agoniza entre su incompetencia y sus condenas judiciales, por tanto los poderes facticos están preparando otro equipo dirigente, constituido por gente nueva, joven y moderna, no implicados en los gravísimos errores del gobierno actual. Sin embargo se trata de una operación de riesgos, pues el discurso de los futuros líderes, emite aromas José Antonianos muy intensos, véanse las soflamas sobre la unidad nacional o las manifestaciones de que empresarios y empleados tienen un factor común: ser españoles, mientras que sus preocupaciones sociales están por descubrir. En conclusión, que se quiere substituir unos gobernantes incompetentes y desprestigiados, por otros que ejecuten sus tareas de una forma más eficaz y con más apoyo social, aun a costa de meter a fascistas en puestos de responsabilidades gubernativas.
¿Y a todo esto, donde está la izquierda?
Pues a no ser que cambie mucho el panorama, ni esta, ni se la espera. Su irrefrenable ansia de dividirse en busca de la verdad y la unidad, es cada día más patente. Su gestión del problema catalán ha sido errática, confusa y corrosiva. Algunos apoyan al gobierno, otros apoyan la postura independentista y otros tuvieron una actitud cuando menos confusa, apoyaron la consulta, condenando el 155, pero cuando algunos políticos catalanes muestran su verdadero rostro: racismo, intolerancia, nulo interés por buscar otras soluciones que la imposición unilateral de sus posturas, vacilan. Cierto es que el tratamiento de las nacionalidades y del nacionalismo ha sido históricamente una de las mayores deficiencias de las organizaciones socializantes, pero no reconocer que se ha llegado prácticamente a un callejón sin salida por la postura intransigente de dos grupos de poder económico y que por ahora, la única salida previsible va a ser en beneficio de la extrema derecha es importante. Mientras que no se denuncie que el conflicto catalán se ha generado por contradicciones que nada tienen que ver con los intereses del pueblo, sino con los intereses de las dos oligarquías, no se puede avanzar. Sin denunciar que la corrupción no es la causa, sino la consecuencia de los abusos de la clase dominante, que pretende buscar soluciones aún más perjudiciales para el interés de las clases trabajadoras, se retrocederá y sin renunciar al protagonismo individual, al sectarismo y a posturas subjetivas o infantiles, nos hundiremos. El marco jurídico vigente, la actuación del aparato de estado y las búsquedas de soluciones prácticas y “patrióticas”, así como la incompetencia de la izquierda nos llevan directamente, si no a una dictadura, a un régimen autoritario, a una dictablanda. Es hora de empezar a actuar, de buscar la unidad, con generosidad y humildad, para poder desmontar la amenaza fascistizante que está tomando forma.
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