La consolidación del narcotráfico en México
Urania Berlín*. LQSomos. Diciembre 2014
El Estado mexicano, la CIA y la DEA organizaron, financiaron y consolidaron el narcotráfico en México.
Para entender el estado actual de violencia, corrupción, extorsiones, secuestros, connivencia con la clase política y omnímodo poder que poseen los clanes “narcos” asentados en el norte de México hay que remontarse, como mínimo, a treinta años atrás cuando los cárteles de la droga mexicanos empezaron a larvarse gracias a las estrechas relaciones que México mantenía con EEUU. Jesús Esquivel, es un lúcido escritor mexicano que ha destripado en su libro “La CIA, Camarena y Caro Quintero” las relaciones entre elementos pertenecientes al Estado mexicano con las redes criminales mafiosas del narcotráfico que operaban en Guadalajara, la DEA (la Agencia antidroga estadounidense) y la CIA. Este libro cobra actualidad, porque esa telaraña del narco-crimen organizado tiene su más terrible ejemplo reciente en la detención-desaparición-asesinato de 43 estudiantes mexicanos que fueron entregados al matadero de los sicarios de la droga por la policía mexicana. Un hecho que de haber ocurrido en países como Cuba, Irán o Venezuela se hubiera levantado una polvareda mundial de proporciones colosales, con la consiguiente propaganda-manipulación mediática y las sanciones y amenazas militares de ONU-EEUU y demás países de la OTAN.
Esquivel señala que “la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EU auspició la consolidación del cártel de Guadalajara en los años ochenta, en contubernio con altos funcionarios de seguridad del Estado mexicano”. De tal forma que, según Esquivel, los agentes de las fiscalías federal y estatales mexicanas colaboraban con los narcotraficantes de Guadalajara, mientras los agentes de la Dirección Federal de Seguridad trabajaban, codo con codo, con la CIA. El cártel “guadalajareño” fue, por así decir, la génesis de todos los grupos narcos actuales que están actuando en lugares como Ciudad Juárez, Culiacán, Michoacán o Reynosa y cuya brutalidad a la hora de ejecutar a sus oponentes (sean o no narcos) es tan rutinaria como escalofriante.
Esquivel ha indagado mucho y bien sobre este escabroso asunto. ¿Qué motivó a EEUU a implicarse en el negocio del narcotráfico utilizando para ello a la DEA y la CIA? Según Esquivel, la CIA habría estrechado relaciones con el cártel de Guadalajara poco después del triunfo de la Revolución nicaraguense, en 1979, con el objetivo de ejecutar una inminente guerra sucia contra el Frente Sandinista, ayudando para ello a los llamados “contras” nicaragüenses, un grupo de mercenarios terroristas que recibían entrenamiento y armas de la CIA.
La financiación de esos grupos anti-sandinistas se habría hecho con droga procedente de Colombia y el entrenamiento de los sicarios “contras” se habría llevado a cabo en una propiedad del mayor narcotraficante de México: el capo de los capos de entonces, Rafael Caro Quintero. La explicación dada por Esquivel para que EEUU se implicase en el narcotráfico es que “el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan ordenó a la CIA evitar la influencia soviética en Centroamérica y se valió de todos los medios, incluyendo a los narcotraficantes, para lograrlo”.
Enrique Camarena Salazar, agente de la DEA (Agencia Antidroga de EEUU) de origen mexicano, pero con nacionalidad norteamericana, fue secuestrado, torturado y asesinado en febrero de 1985, según las versiones oficiales (que han circulado falsamente durante decenios), por esbirros del capo mexicano Rafael Caro Quintero, como una suerte de venganza de éste por haber, supuestamente, descubierto Camarena el rancho de Quintero donde se habían decomisado miles de toneladas de marihuana. La verdad nunca muere, dijo, Megrahi, el rehén libio de la farsa terrorista de Lockerbie, con muchas similitudes con el “caso Camarena”. Y la realidad, y verdad, es que, según Esquivel, a Camarena le asesinaron porque “descubrió la conexión de la CIA con el narcotráfico”.
Esquivel se basa, para hacer sus afirmaciones, en el acceso a documentos confidenciales y entrevistas tanto con el encargado de la investigación del homicidio como con testigos protegidos. Para apoyar su tesis echa mano de tres denunciantes cuya autoridad está fuera de toda duda: Phil Jordan, quien fue ex director del Centro de Inteligencia de El Paso (EPIC), es decir, un funcionario de alto rango estadounidense; Héctor Berrellez, un ex agente de la DEA y también de Tosh Plumlee, ex piloto que trabajó, de forma ocasional, para las agencias federales (igual que el asesinado Philip Marshall). Los tres sostienen que policías mexicanos y particulares estadounidenses vinculados estrechamente con la CIA participaron en las torturas a Camarena en 1985.
El ex agente de la DEA, Héctor Berreyez, en sus investigaciones, llegó a la conclusión de que Camarena fue secuestrado por un grupo de policías que estaban al servicio de los narcos y fue llevado a una casa propiedad del cuñado del ex presidente Luis Echeverría, Rubén Zuno Arce, donde fue torturado y asesinado. En base a informaciones de testigos presentes en dicha casa, se llegó a saber que en la misma se encontraban también altos representantes del Estado mexicano (de los entonces secretario de Gobernación Manuel Bartlett y secretario de Defensa Juan Arévalo Gardoqui) así como un operador de la CIA en México, el cubano “anti-castrista” Félix Ismael Rodríguez, quien interrogó a Camarena antes de que éste fuera asesinado. El siniestro Rodríguez, alias “el Gato”, era un viejo conocido terrorista por haber participado en diversas operaciones encubiertas de la CIA, entre otras la invasión de la cubana Bahía de Cochinos, en 1961, y en la captura y asesinato del Ché Guevara en Bolivia.
Phil Jordan, el ex jefe del espionaje fronterizo en el sur de EEUU, incide en lo mismo que Berreyez: “La CIA mandó secuestrar y torturar a Camarena y, cuando lo mataron, nos hicieron creer que fue Caro Quintero (el capo) para así tapar las ilegalidades que estaban haciendo en México”. Camarena descubrió todo el pastel de la CIA y eso significó su ruina en forma de sentencia de muerte. Esquivel, en su libro, echa también por tierra otra patraña que se vendió a cuenta del affaire Camarena: el falso secuestro del médico Álvarez Machain por la DEA. Machain, supuestamente, habría proporcionado medicación a Camarena para mantenerlo vivo durante las torturas. La leyenda oficial dice que agentes de la DEA secuestraron por su cuenta a Machain para llevarlo hasta El Paso (EEUU), en una especie de ajuste de cuentas “a la americana”, que provocaría, posteriormente, protestas airadas de México por esta supuesto acto de piratería terrorista de la DEA. En realidad, según Esquivel, el secuestro de Machain fue una orden directa que vino de la Casa Blanca mediante la cual la agencia antidrogas contrató a ex militares mexicanos que lo secuestraron y entregaron a la DEA en la frontera con Estados Unidos. Una versión, como se puede apreciar, completamente diferente de la oficial.
La nada “pulcra” y “edificante” DEA, la mayor traficante de drogas del continente americano y, quizás, del mundo, no ha cesado, desde entonces, en realizar actividades de guerra sucia, para ocultar las evidencias de la participación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el secuestro, tortura y asesinato de Camarena, lanzando veladas amenazas contra sus dos ex agentes antinarcóticos. La verdad suele escocer hasta límites insospechados. Si lo sabrán otros que han corrido peor suerte. Phil Jordan ha dicho que “La DEA y la CIA, a través de varios de mis excolegas, están buscando desacreditarnos por decir la verdad sobre el caso Camarena. Pero no lo van a lograr. Tenemos muchas pruebas para fundamentar lo que denunciamos”. Yo no estaría tan seguro de que las cosas no terminasen más mal que bien, por razones de todos conocidas.
La narco-democracia mexicana está profundamente lastrada por la corrupción y el crimen organizado, una de sus señas de identidad durante largos años. Lo que muchos también sabían, pero no querían evidenciar, es que narco-delincuentes de Estado supervisaban las actividades criminales de los clanes de la droga, mientras muchos de sus funcionarios policiales actuaban y siguen actuando para los jefes de las distintas bandas mafiosas que operan al norte del país, cuando no son ellos mismos los que ejecutan asesinatos masivos, como el de los 43 jóvenes desaparecidos hace varias semanas.
El cáncer mexicano es el de una América Latina que se ha basado en un modelo político-económico de extorsión, el neoliberal, que ha actuado impunemente al compás que le ha ido marcando Washington. Y el tráfico de drogas ha sido su arma preferida para blindarse en el poder.