La cueva, ¿donde toda incomodidad tiene su asiento?

La cueva, ¿donde toda incomodidad tiene su asiento?
Criaturas olvidadas del mundo, película dirigida por Don Chaffey 1970. La Prehistoria o, quizá, la Paleontología, según Hollywood/Hammer

Por Nònimo Lustre

De tarde en tarde, leo The Objective porque al enemigo atrabiliario hay que observarle, aunque sea triste encontrarse ante un mosquito demagógico. Hace pocos días, encontré un artículo de F. von Savater (Extraño destino, 30.I.2025) y, atraído por el fotograma de la película que aparece encabezándolo, terminé por leer el breve texto pergeñado por el ex sabio madrileño. Y incluso terminé viendo trozos de la película que analiza.

En cuanto a la peli, se la pueden imaginar: señoritas que nunca envejecen y que, hagan lo que hagan, siempre van ligeras de ropa; hombres rudos… menos los rubios; pocos animales y, oh! decepción!, ningún gran felino; antílopes asesinos en biotopos inauditos, etc. Y, sobre todo, rigurosa separación de géneros, jerarquías tribales dizque ‘religiosas’ y, en suma, una pavorosa desigualdad ‘primitiva’ -clara insinuación doctrinaria de que la desigualdad humana es consustancial a la especie Sapiens. Por lo demás, la susodicha peli sólo acierta atiborrando de collares y colgantes a la gens primigenia porque, en contra del obsoleto imaginario popular, es plausible suponer que aquellos antepasados se adornaran profusamente -al menos, es lo que encuentran los arqueólogos cuando abren sus tumbas. Por otro lado, las cinematográficas “criaturas”, ¿de qué mundo están olvidadas? Bah, no contestaremos a ninguna pregunta retórica y menos al improvisado título de esta baratísima versión B de un género cinematográfico, el de ciencia-ficción hacia atrás, que, mucho antes de 1970, estaba en boga desde pioneras como Yo fui un cavernícola adolescente (Roger Corman, 1958) o la más famosa, Hace un millón de años (1966, con Raquel Welch)

En cuanto al artículo de von Savata, las escuetas líneas de su entradilla me bastan para afirmar que estamos ante un ejemplo extremo de eurocentrismo. Que ello se deba a la precariedad de sus conocimientos paleo-pre-hist-arqueológicos, es palmario pero no es causa suficiente para despacharlo por ignorante puesto que, en su idea ilustrada del antiguo Sapiens, subyace algo más grave: una asimilación de los prejuicios del filofascismo e, incluso, una propaganda de la ignorancia -¿hay algo más siniestro que promover el oscurantismo?. Por este motivo, no expurgaré los disparates político-literarios-cinematográficos que trufan el artículo. Me limitaré a comentar en tres párrafos el chirriante prólogo-resumen del artículo:

Empezamos en cuevas inhóspitas, aún sin saber hacer fuego, y ya dentro de nuestros pechos hirsutos ambiciones, deseos, con sólo gruñidos para expresarlos

Las cuevas inhóspitas

La prioritaria referencia a las cuevas denota que von Savata no sólo es eurocéntrico sino hasta ibéricocentro porque es lógico que piense en las muchas que abundan en la Península. Quizá debiera recordar que buena parte de los suelos de Iberia con calizos, de ahí la plétora de cuevas -y, en Cantabria más, pábulo que ha espoleado a un autor local, obviamente cántabrocéntrico, para colegir que la Humanidad nació en aquellas montañas. Pero, chistes aparte, se supone que la peli gringa habla de toda la Humanidad y, en este sentido, debo subrayar que la Tierra no está cubierta con calizas y que, por ende, no hay cuevas. Por ejemplo, no las hay en Amazonas no sólo porque su cuenca sea plana sino también porque en su subsuelo, si traspasamos una fina capa de tierra, sólo encontraremos unos escudos pétreos. En este caso, lo más aproximado a unas grutas que podrían horadar los ‘prehistóricos’ sería cavar unos impensables fosos.

¿Y porqué eran inhóspitas? Antes de abismarnos en la noción de confort y de comprobar que hay tantos conforts como individuos, veamos en las fotos la frialdad de las estancias palaciegas medievales donde pareciera que sólo quedaba un rescoldo de calor en las chimeneas. Y si el Medioevo nos congela, pasemos a las cortes imperiales de la Europa de décadas posteriores donde no encontraremos retretes pero sí espejos y candelabros. Y si nos allegamos hasta la actualidad, ¿se imaginan la acústica de tantas iglesias? ¿No?, pues sepan que, si quieren representar una obra teatral, tendrán que cubrir las paredes con mantas, sábanas y, si nadan en la opulencia, con tapices.

No voy a pregonar las ventajas del trogloditismo porque el turismo patrio ya se desvive por los pueblos literalmente en-rocados pero sí añadiré que, además de las obvias ventajas defensivas, los grandes socavones fueron el lienzo y el caballete de antiquísimos artistas. Por tanto, muy muy inhóspitos no debían ser.

Los pechos hirsutos

En la segunda mitad del siglo XX, fue un artista centroeuropeo el que más influyó para que nuestra imagen actual de los ‘primitivos’ sea la de unas hordas de machotes hirsutos. ¿Y sus mujeres?: aparte de que suelen mostrar unos fláccidos pechos caídos, rara vez están embarazadas con lo cual nos libramos de las figurillas de las conocidas venus orondas -y, de paso, de creer que eran Diosas-Madres, enemigas juradas de los dioses padres. Fue el checo Zdeněk M.F. Burian (1905–1981) quien inauguró un paleo-arte que se fundamentaba en los avances paleontológicos y arqueológicos de la época. Si hoy surgiera un segundo Burian, seguramente los machotes hirsutos no serían tan dominantes.

                                                                              Z. Burian Podoli -Podoli es un barrio de Praga donde hubo un acogedor colegio mayor de felice recordación.

Estoy tentado de decir que esto del hirsutismo de los primitivos es el prejuicio más común entre los aficionaos a la remota antigüedad. O, al menos, es el más fácil de rebatir porque sólo habría que observar que la mitad de la Humanidad es lampiña. Y no sólo la asiática de vietnamitas, hindúes y chinos sino también la hemisférica de pieles rojas y otros amerindios. Los Conquistadores suelen ser barbudos cual guerrilleros pero, seguro que entre esa fauna también habría barbilampiños -y hasta albinos, si me apuran. Por ello, von Savata debería saber que, hasta hace pocos siglos, las representaciones de los humanos peludos estaban monopolizadas por la figura del Salvaje, el Hombre cubierto no de pelos sino de hojas.

Los gruñidos

Una de las mejores películas de ciencia-ficción retrospectiva, la conocida En busca del fuego (J.-J. Annaud, 1981, basada en las novelas de J.H. Rosny) incorporaba una banda sonora creada por Anthony Burgess. Sus trogloditas sin cuevas abusaban (a mi juicio) de gruñidos y voces tan graves que eran sólo aptas para barítonos y equilibristas de la octava cero. Hasta que entran en escena unas jóvenes que sólo hablan en tonos agudos. Aunque es obvio que no todas las mujeres sólo saben chillar, en esta peli ganamos la mitad del sentido común -la otra mitad, se la dejo a los gruñones cavernícolas a quienes la humedad de las covachas les estropeaba la voz.

Sería un esfuerzo absurdo -al que no estoy dispuesto- enumerar la enormidad de voces de los pueblos del planeta para después clasificarlos en pueblos graves y pueblos agudos -habiendo vivido con 6 o 7 especies de monos, les aseguro que sus voces variaban mucho, incluyendo o no los gruñidos. Aun más ridículo sería olvidar que el aparato fonador del Sapiens abarca un amplísimo espectro de octavas. Además, aquellas laringes tendríamos que compaginarlas con el aparato auditivo y sería oportuno escuchar a Tarzán y al León de la Metro sabiendo que no fueron unas voces auténticas individuales sino la mezcolanza que inventaron mezclando docenas de voces -humanas y animales.

En lo que atañe a las posibilidades de comunicación que permiten los gruñidos, es obvio que no se limitan a las “ambiciones y deseos”, por mucho que muchos machos alfa (o beta, etc) no sepan sino rezongar o rezar que es la modalidad fisna (sic) del exabrupto. Si volvemos a la cavernas, primero no podemos menospreciar el lenguaje corporal y, segundo, existen los lenguajes tonales -el guaraní, por ejemplo-, de manera que los tonos empleados valdrían hasta para informar deícticos sin tener dedos ni labios. Pero, ¿no valdrían para elaborar filosofías? Pues no y nada lo lamentamos porque la filosofía -pese a las muchas que hay, sobra decir, europea- es la mazamorra que aglutina todas las palabras y, si los cavernícolas sólo conocían las de su ‘tribu’, pues sólo harían una filosofía local -lo mismo que aprender ajedrez sólo sirve para seguir jugando al ajedrez.

Finalmente: The Objective, faro mediático que guía a los fachas ilustrados, haría bien en actualizar su imaginario porque no debería ilustrar ‘el alba de la Humanidad’ con unas imágenes (visuales y alfabéticas) tan escandalosamente provincianas. Máxime cuando el Viejo Continente sólo es un minúsculo distrito de Asia. Más aún, si a semejante paletería unimos el eurocentrismo militante, entonces entramos en una caverna inhóspita -y estéril.

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