La desconfianza
Juan Gabalaui*. LQS. Septiembre 2020
Las democracias representativas, las dictaduras de cualquier signo y las monarquías comparten que la toma de decisiones sea privilegio de un grupo de elegidos. Las sociedades permanecen…
Hay algunas personas muy preocupadas por las medidas que se están tomando desde los gobiernos frente a la pandemia. Las restricciones de movimiento se interpretan como un ataque a los derechos fundamentales y el tratamiento informativo y las decisiones se entienden como un indicador del engaño a la población. Premeditado y planificado. Las teorías alternativas son muy variadas pero gran parte de ellas comparten una idea que tiene que ver con el control de la población y difieren en el modo con el que se conseguiría este objetivo. Unas ponen el acento en el control mediante el confinamiento y la restricción de movimiento y otras pergeñan un plan más elaborado de modificación del genoma humano mediante la vacunación masiva. Todas estas personas dicen tener pruebas irrefutables de lo que defienden. Te invitan a leer artículos donde, supuestamente, hay datos consistentes o te señalan las, no pocas, contradicciones como un indicador del engaño y la mentira. Al final más allá de las excentricidades, todo parte de la desconfianza hacia los gobiernos. La tenemos instalada en nuestra cabeza.
La idea sobre las intenciones ocultas de los gobiernos no es exclusivo de este momento. Forma parte de la relación de la mayoría de la población con su gobierno. No deja de ser un órgano ajeno a las personas. Las decisiones se toman desde lugares y posiciones que, en gran medida, desconocemos y esta ausencia de participación solo puede derivar en sospechas y desconfianzas. La confianza es, en muchos casos, un acto de fe. Es cierto que cuando el gobierno de turno es cercano ideológicamente, existe más tolerancia a sus acciones y se tienden a interpretar de manera más positiva. Por el contrario, aquellas personas ideológicamente alejadas exacerban su desconfianza y perciben intenciones perversas en cada acción gubernamental. Este sesgo ideológico muestra la desconfianza en función del tipo de gobierno y tiene una relación directa con el poder. Aunque sea un poder por transferencia. Las acusaciones de engaño, manipulación e inoperancia van dirigidas a un cambio de gobierno. De esta manera construyen un contexto en el que ese cambio se pueda dar y el poder sea alcanzado por el partido político afín.
Fuera de este cambio de cromos, la desconfianza no va acompañada de una alternativa. Las personas que creen que a través de la vacunación se va a modificar el genoma humano, no aportan un modelo vital, social, económico y político diferente. Las singulares teorías solo van dirigidas a aumentar la desconfianza y a fomentar el descreimiento. Unas teorías que descansan en vaguedades y divagaciones. Muchas de estas personas se manifiestan en las calles, junto con las que tienen la intención de provocar un cambio de gobierno, para mostrar su disconformidad pero ninguna hace mención a realidades que sí afectan a nuestros derechos fundamentales como el acceso a la vivienda y la libertad de expresión. No hay pancartas contra la ley mordaza o contra los desahucios. Tampoco se hace mención a la precariedad laboral y la exclusión social. Estas son realidades que casi podemos tocar pero optan por mostrar su disconformidad ondeando la bandera de las ambigüedades, las imprecisiones, las ficciones y las quimeras. Prefieren la ciencia ficción a la reivindicación de otros modelos que superen la podredumbre del sistema actual.
Ni siquiera apuntan al germen de su desconfianza, que es la no participación en la toma de decisiones. La sociedad está apartada de los órganos de decisión lo cual es una característica propia de los sistemas políticos surgidos al albor de los estados. Las democracias representativas, las dictaduras de cualquier signo y las monarquías comparten que la toma de decisiones sea privilegio de un grupo de elegidos. Las sociedades permanecen, en todo caso, a la espera de ver qué es lo que deciden sobre sus vidas. En las democracias representativas se puede cambiar de gobierno para que sea otro el que siga tomando las decisiones mientras la sociedad vive una ilusión de alternativas. En estas realidades la desconfianza hacia este tipo de gobiernos es una cualidad necesaria. La cuestión estaría en cómo transformar esa desconfianza en un proceso emancipador en el que se crearan mecanismos de participación activa. Es decir, cómo transformar la desconfianza en un impulso de cambio alejado de las divagaciones, fantasías y fabulaciones y, también, del juego partidista que permite recrear el mismo escenario, una y otra vez, sin aspiración de superación. Mientras tanto tendremos a manifestantes lanzando vivas a la virgen de Guadalupe y a la legión española, o levitando en el aire, en una demostración palmaria del tipo de personas que crea este sistema.
Más artículos del autor
* El Kaleidoskopio
Síguenos en Facebook: LoQueSomos Twitter@LQSomos Telegram: LoQueSomosWeb Instagram: LoQueSomos