La deuda en la encrucijada de la opresión y la lucha: del Sur al Norte

La deuda en la encrucijada de la opresión y la lucha: del Sur al Norte

Por Maxime Perriot*.

«El sistema de la deuda profundiza las desigualdades. Si la deuda financiera es uno de los pilares del capitalismo, utilizar el concepto de deuda para otros fines podría resquebrajar este sistema y provocar el derrumbe de los frágiles cimientos que aún lo sostienen.»

A tres meses de los encuentros de otoño, que tendrán lugar los días 29, 30 de septiembre y 1 de octubre de 2023 en el Auberge Simenon de Lieja, el equipo permanente y militante del CADTM Bélgica sigue preparando y dando a conocer diariamente el evento. El CADTM se complace en reproducir aquí la introducción del próximo número de la revista Les Autres Voix de la Planète, que muestra cómo, del Norte al Sur, la deuda está en la encrucijada de las luchas.

Deudas públicas, deudas privadas, deudas sociales, deudas de cuidados, deudas climáticas, deudas ecológicas, deudas coloniales… Si la deuda es tan variada, es porque está en el centro de la vida de las personas, tanto en el Norte como en el Sur global. Porque está en el corazón de la violencia estructural que sufren las mujeres, las personas que viven en condiciones precarias, las personas LGBTQIA+, las personas racializadas, los migrantes… Porque está en el corazón del sistema patriarcal. Porque es el vector del racismo y del colonialismo. Porque está en el corazón del sistema capitalista.

El sistema capitalista nunca ha hecho tanto daño. Está destruyendo el planeta, destruyendo la vida. La deuda es uno de sus pilares más sólidos.

Durante décadas, en el Sur, el pago de la deuda ha sido un pretexto para aplicar políticas de ajuste estructural diametralmente opuestas a los intereses de los pueblos. En particular, estas políticas exigen la extracción ilimitada de recursos, destruyendo tanto el medio ambiente como las posibilidades de soberanía alimentaria de regiones enteras. La deuda también se utiliza para empujar a los más pobres hacia el sistema capitalista, atrapándolos en una espiral de endeudamiento privado, como es el caso de los microcréditos.

Al impulsar las privatizaciones, la destrucción de los servicios públicos y de la seguridad social, la reducción de las subvenciones públicas, la introducción de reformas fiscales injustas que favorecen a las rentas y riquezas más altas, y el extractivismo -el saqueo neocolonial de los recursos del Sur-, el sistema de la deuda empuja a algunos de los habitantes del Sur a emigrar a los países del Norte.

Lo hacen para encontrar mejores condiciones de vida, para ayudar económicamente a sus familias, para pagar una deuda… Se enfrentan a las políticas migratorias inhumanas de la Fortaleza Europa, dirigida por las mismas antiguas potencias coloniales que mantienen en pie este sistema de expolio.

El 15 de junio de 2023, un barco que transportaba a varios centenares de migrantes naufragó de nuevo en el terrible cementerio en que se ha convertido el Mediterráneo. Casi todos los pasajeros murieron.

La deuda mata. También el capitalismo.

Aunque fue posible salvarles de morir ahogados, las autoridades les dejaron deliberadamente perecer en el mar. Pocos días después, se desplegaron todos los medios imaginables para encontrar un pequeño submarino privado en el que viajaban 5 personas, entre ellas un director de empresa y dos personas que habían pagado 250.000 dólares cada una por descender al fondo del mar para ver los restos del Titanic. Los grandes medios de comunicación, que no habían cumplido su papel de alertar a la opinión pública y presionar a las autoridades mientras cientos de pasajeros en apuros hacían innumerables llamadas de socorro, se apresuraron a rescatar a 5 personas lejos de las costas de Canadá. Aviones, barcos, satélites y submarinos se movilizaron para encontrar con vida a 5 personas que formaban parte o estaban al servicio de la élite.

En el Norte, desde los años 80, después de la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, y sobre todo desde la crisis de las subprime – el pago de la deuda ha sido el pretexto, como en el Sur, para la destrucción metódica de las conquistas sociales conquistadas tras décadas de lucha. Para pagar la deuda, hay que trabajar más tiempo, tener menos funcionarios, menos enfermeras, menos guarderías… Los países más ricos del planeta ya no deberían «vivir por encima de sus posibilidades», aunque nunca hayan tenido tantos multimillonarios acaparando la riqueza producida por todos.

Cuando un país «se aprieta el cinturón» para pagar a sus acreedores, la población se empobrece -cada vez son más los habitantes del Norte que se endeudan para estudiar o pagar un alquiler-, la deuda privada se dispara, y las mujeres y los más pobres pagan el precio.

Los sectores más afectados son los que emplean proporcionalmente a más mujeres que otros ámbitos. Además, la desaparición o el deterioro de los servicios públicos básicos se compensa con su trabajo gratuito (cuidado de niños, de ancianos). De hecho, son las mujeres, y en particular las mujeres inmigrantes y racializadas, que se encuentran en la intersección de los grupos sociales discriminados, las que se encargan de la reproducción social [1] (tareas domésticas, preparación de comidas, cuidado de enfermos, ancianos o dependientes, trabajos en la sanidad, la enseñanza, etc.), ya sea de forma gratuita o (infra)remunerada.

Su asignación a estas actividades por la lógica patriarcal hace que, en tiempos de austeridad, aumenten sus horas de trabajo gratuito, a costa de una pérdida o reducción de empleos remunerados o de un aumento de la carga total de trabajo. Alternativamente, este trabajo se delega en personas aún más precarias, reforzando las desigualdades de género.

El sistema de endeudamiento profundiza las desigualdades.

Aunque la deuda financiera es uno de los pilares del capitalismo, utilizar el concepto de deuda para otros fines podría resquebrajar este sistema y provocar el colapso de los frágiles cimientos que aún lo sostienen.

Tomemos como ejemplo la deuda de los cuidados. Como explican Camille Bruneau y Christine Vanden Daelen en su libro Nos vies valent plus que leurs crédits : Face à la dette, des réponses féministes [2] , la sociedad tiene una deuda con quienes prestan cuidados gratuitamente o mal pagados. Es el caso de las mujeres, tanto en el ámbito privado como en el profesional. Es el caso de las personas racializadas, a las que se asignan las tareas de limpieza de lo que se considera «sucio» e infravalorado en el espacio público y en el imaginario colectivo” [3] , a menudo sin contacto directo con los beneficiarios (limpieza de aseos, suelos, locales antes o después de las horas de apertura). Este trabajo se realiza para personas que podrían hacerlo, pero no lo hacen, aumentando así su comodidad y su tiempo disponible.

Tener en cuenta la deuda de cuidados que tienen las clases dominantes y los hombres blancos, y sin la cual el sistema capitalista no puede sobrevivir, sería sinónimo de revalorizar y socializar los cuidados. Al hacer del «cuidado» una responsabilidad colectiva, estaríamos atacando uno de los fundamentos del sistema capitalista. Estaríamos socavando uno de los principales pilares que vinculan el capitalismo, el racismo y el patriarcado.

Otro pilar fundamental de la acumulación capitalista es el extractivismo ilimitado: el saqueo violento de los recursos del Sur por parte de las multinacionales del Norte sin respetar los ciclos ecológicos. Combinado con el colonialismo y el neocolonialismo, el libre comercio y el dogma del crecimiento -todos ellos elementos definitorios del capitalismo contemporáneo-, el sistema extractivista es en gran medida responsable de la terrible crisis ecológica y climática que estamos padeciendo y que golpea con más dureza a los países menos responsables.

Los planes de ajuste estructural impuestos a los países del Sur por el FMI y el Banco Mundial en nombre del pago de la deuda alimentan este sistema extractivista: para obtener las divisas necesarias para pagar la deuda, los gobiernos de los países del Sur se especializan en monocultivos de exportación, totalmente desconectados de los ciclos y ritmos naturales necesarios para la regeneración y la sostenibilidad de la vida.

Los conceptos de deuda ecológica y climática, debida a los pueblos del Sur por el expolio antes mencionado, debida a las poblaciones pobres y marginadas como las mujeres indígenas, debida a la Tierra por los terribles daños infligidos, son vitales. Nos ayudan a comprender que las deudas financieras reclamadas a los países del Sur por los acreedores del Norte son ilegítimas. Hay que anular esas deudas y reparar los daños, a menudo irreversibles, causados por las clases dominantes del Norte (en particular por los hombres blancos ultrarricos).

En caso de auditoría ciudadana y feminista de la deuda:

· Si se anulan las deudas ilegítimas,

· Si tenemos en cuenta políticamente de forma radical la deuda de cuidados,

· Si tenemos en cuenta políticamente de forma radical la deuda ecológica,

Se destruiría uno de los principales pilares del capitalismo

Luchemos, pues, por la abolición del sistema capitalista, racista y patriarcal, por la consideración de la deuda ecológica, por la deuda de los cuidados, por la socialización de los cuidados, por la anulación de las deudas del Sur, por las devoluciones, por la protección de los seres vivos y por el fin del mercado todopoderoso.

Luchemos contra la deuda ilegítima.

Luchemos por una auditoría ciudadana y feminista de la deuda.

Luchemos por la vida.

Notas:
1.- Actividades remuneradas o no que permiten producir y reproducir la vida y la sociedad. En una sociedad capitalista, una de sus funciones es reproducir la fuerza de trabajo. Definición extraída de «Nos vies valent plus que leurs crédits : Face aux dettes, des réponses féministes», escrito por Camille Bruneau y Christine Vanden Daelen.
2.- Camille Bruneau, Christine Vanden Daelen, «Nos vies valent plus que leurs crédits : Face aux dettes, des réponses féministes», Le passager clandestin, París, 2022, pp.229-232.
3.- Ibid. p.231.

* Traducción: Antoni Soy. En CADTM. El autor agradece a Brigitte Ponet, Jérémie Cravatte, Gilles Grégoire, Camille Bruneau, Christine Pagnoulle, Pablo Laixhay y Éric Toussaint sus correcciones.

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