¿La economía, una ciencia para entender el mundo o para dominarlo?
Josep Manel Busqueta*. LQSomos. Septiembre 2016
Prima de riesgo, deuda pública, tasa de inflación, Euribor, déficit público, balanza comercial, swaps, preferentes. Todos estos y muchos otros son términos que día tras día oímos y leemos en los medios de comunicación.
Hoy en día la economía ocupa un lugar central en nuestras vidas. Todo el mundo es consciente que la buena salud de nuestra sociedad, y de forma concreta de cada una de las personas que la componen, depende de la evolución de alguna de las variables anteriores. Para la gran mayoría es como si su vida, a menudo precaria, estuviera sometida a una serie de mecanismos muy alejados de su comprensión que, de forma implacable, y lo que es más terrible, según la mayoría de políticos, periodistas y académicos, legítima, perturban la tranquilidad de su día a día, enfrentándolo a la posibilidad de que los mercados, la crisis, en definitiva la economía, lo empujen a la espiral del paro, la estafa financiera, la imposibilidad de pagar la hipoteca. Se impone la lógica de la economía como deidad, como una imposición fuera del alcance de los mortales que, implacable, impone su ley en la forma del “qué le vamos a hacer” y el “es lo que hay”.
Es también por estas razones que muchas personas ven a los economistas como seres poderosos que dominan un conocimiento capaz de descifrar aspectos del devenir de nuestras sociedades. La actitud poderosa de los economistas se ve reforzada cuando estos representan, o están estrechamente vinculados, con los cargos públicos o con las instituciones des de donde se toman las decisiones que tanto nos afectan. Seguramente el hecho de que los economistas de referencia acostumbren a emitir sus veredictos económicos desde los púlpitos del poder económico y político también nos ayuda a entender el prestigio que a día de hoy ostentan muchos de estos economistas.
Así pues, constatando el lugar central que la economía ocupa en nuestras sociedades, no es extraño pues que muchas personas se interesen por ella por diversas razones. Hay quien piensa que a través de dominar las claves del funcionamiento de la economía conseguirá hacerse rico. Existen multitud de libros, escritos por supuestos triunfadores de la especulación, que justamente exponen recetas supuestamente exitosas y infalibles alrededor del enriquecimiento rápido y seguro, por ejemplo en el mundo de la bolsa.
Existe también otro grupo de personas, quizás más reducido pero, justo el que nos interesa tener en cuenta para este artículo, que se interesa por la economía por qué intuye que justamente comprender esta materia tiene sentido para comprender como funciona nuestras sociedades. Estas últimas actuarían bajo el criterio de pensar que si la economía, como parece, es tan central en nuestras vidas comprender sus mecanismos de funcionamiento será útil para entender cómo funciona nuestra sociedad. Y aquí es justo donde, para este conjunto de personas, empiezan los problemas para “aprender sobre economía”.
Y es que la ciencia económica es un tipo de conocimiento especial, que a pesar de que pueda parecer lo contrario poco se parece a otras ciencias cómo la física y la química. Si nos atenemos al origen de la palabra economía nos reencontraremos con el término griego de “oikos” que significa casa, y con el término “nomos” que se refiere a administración. Así pues la palabra economía tendría su origen etimológico en “el arte de administrar la casa”. Y vaya, a tenor de lo que vivimos, seguramente esto es lo que pretenden aquellos que utilizan la economía como un instrumento de dominación: gobernarlo todo como si fuera su casa, atendiendo a sus intereses privados y particulares, y cerrando a cal y canto las puertas para que nadie les pueda perturbar su tranquilidad. Y es que, de facto, la realidad nos muestra que la economía lejos de ser ese conocimiento neutral que nos explica cómo funciona el mundo, se ha convertido en un poderoso instrumento de legitimación, empleado por los que ostentan el poder, para asegurar que todo continúe funcionando según sus intereses.
Esto no es una novedad, de hecho ya Aristóteles en la antigua Grecia se permitía criticar el uso de la economía para el enriquecimiento privado, a esta le llamaba “crematística”, pero en cambio aceptaba la esclavitud, uno de los elementos estructurales de las sociedad griega. En Roma el derecho romano defendía la propiedad como la posibilidad de que el propietario hiciera en su feudo lo que le placiera. Allá por el siglo XV acorde con el desarrollo de la actividad mercantil y del Estado, los “mercantilistas” forjaron una teoría donde se defendía que la riqueza de las naciones consistía en la capacidad de exportar por encima de lo que se importaba, consiguiendo atesorar así la mayor cantidad de oro o plata. Durante el siglo XVIII y XIX, con la consolidación de la revolución industrial los llamados economistas “clásicos” se encargaron de que se consolidara la idea de que la riqueza y la prosperidad se consiguen persiguiendo el beneficio privado, y que es justamente esta voluntad privada de obtener el máximo benefició lo que , sin ningún tipo de dirección publica, lleva a las sociedades al bienestar colectivo. Tal y como decía Adam Smith: “No es la benevolencia del carnicero, el cervecero o e panadero lo que procura nuestra cena sino el cuidado que ponen ellos en su propia beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés y jamás les hablaremos de sus necesidades sino de sus ventajas”2
Así pues, como explica Juan Francisco Martín seco, los economistas clásicos ayudaron a legitimar la idea de que no hay de malo en el enriquecimiento, todo lo contrario. Al buscar su propio beneficio, cada individuo trabaja en provecho de toda la comunidad. Con tales principios, los ricos, los negociantes, los capitalistas, pasaron a engrosar las filas de los benefactores. Las largas jornadas de 16 horas realizadas por niñas y niños ingleses que desempeñaban su actividad en condiciones insalubres a mas de 75 grados centígrados, obligados a trabajar por la “leyes de pobres” se concebirán como la aportación a la riqueza nacional… de los empresarios!!!
Esta óptica perdura aún en nuestros días, y los voceros de la cultura dominante repiten una y otra vez que no hay nada malo en los altos beneficios empresariales; todo lo contrario, el que su cuantía sea la más elevada posible se ha convertido en un objetivo de prioridad social, y a obtener esta finalidad deberán orientarse la política fiscal y la presupuestaria.3
Aquello que no son nada más que opciones políticas y sociales concretas que benefician a unos intereses determinados, a menudo en contraposición a los intereses de la mayoría, hoy, gracias a la ciencia económica se visten con ese barniz impecable de la ciencia para presentarse como neutrales y asépticos. Chirstian Stofffäes defiende que la economía se presenta como “la disciplina (…) más próxima a lo sagrado” porque pretende “dar la garantía de ciencia y dar conclusiones indiscutibles y absolutas a una materia que , más que cualquier otra, debería someter-se al debate contradictorio”4.
Y, a día de hoy, los centros donde se enseña economía, sobre todo las facultades de economía, se convierten en las fuentes más destacadas de esta ideología de la que se viste a la economía.
En las universidades, el enfoque dominante es el neoclásico. Esta forma de entender la economía que se inicia a finales del siglo XIX, goza de muy buena reputación entre las clases dominantes porque justamente representa todo un entramado teórico que sirve para justificar “científicamente” el beneficio del capital, y para mostrar la normalidad de la perpetuación eterna del capitalismo como sistema eterno de regulación de los intereses materiales entre los seres humanos. El resto de escuelas de pensamiento económico (Marxismo, Keynesianismo, el Postkeynesianismo, la economía ecológica), son explicadas en las facultades como una rareza histórica, en alguna asignatura de historia económica o optativa, o como elementos de goce intelectual anecdótico que en ningún momento le van a disputar la centralidad a la escuela neoclásica como verdadera economía.
A ensalzar esta forma de economía como verdadera ciencia económica ha ayudado la creciente matematización a la que se ha sometido a la economía. Así pues, hoy la mayoría de conclusiones que se extraen desde la economía, y que sirven de base de los programas de política económica de los gobiernos y de las distintas instituciones supranacionales, como por ejemplo la Unión Europea, provienen de los resultados de modelos económicos en los que el nivel de abstracción es muy elevado. Modelos económicos que a menudo pecan de ”gregarismo”, o sea, que ya en los mismos supuestos que sirven de base de modelo se encuentran los sesgos que determinaran los resultados. Son muchas las reacciones que se han producido des de los mismos economistas ante esta impostura, que pretende mostrar intereses concretos como resultados científicos, a partir de dotar-los de un atractivo envoltorio matemático. Así por ejemplo Wassily Leontief (el primer economista que trabajo con ordenadores, justo el inventor del análisis matemático input-output, premio nobel d economía en 1973) manifestaba allá por 1970 su preocupación por el hecho que los economistas trabajen “con una realidad imaginaria hipotética, en lugar de centrarse en la realidad observable”5. En esta dirección la economista Joan Robinson explicaba de forma gráfica en su artículo “la economía hoy”6, que a pesar de que no entiendan que están haciendo, los estudiantes se dedican a repetir aquello que les explican en las facultades, y los más hábiles en repetir estos “conjuros sin sentido” serán los que se quedaran de profesores en las facultades para perpetuar el sistema.
Pero está claro que los hechos consumados nos indican que, lo importante de las teorías económicas hoy no es que nos expliquen o describan la realidad sino que nos sirvan para apuntalar teóricamente las conclusiones que son necesarias para legitimar la aplicación de los programas de austeridad, eliminar los subsidios de paro o el salario mínimo, promocionar las pensiones o la sanidad privadas, aplicar reformas fiscales regresivas etc. Y si los modelos no se adecuan a la realidad deberá ser la realidad la que se adecue a los modelos, tal y como afirmaba el premio Nobel de economía Milton Friedman, padre de la Escuela de Chicago, que además de tener el mérito de ser uno de los ideólogos del neoliberalismo y aplicarlo en la chile de Pinochet, sin que eso le hiciera titubear ni un segundo, también es conocido por falseador de los datos de sus modelos económicos para que los resultados fueran los que a él le interesaban.7
Así pues, en resumen, con lo que se encuentran hoy todas aquellas personas que se aproxima al conocimiento de la economía para intentar entender cómo funciona el mundo, es con un conjunto de teorías que lejos de explicar la realidad se dedican a legitimar el statu quo.
Si lo que verdaderamente queremos es entender cómo funcionan nuestras sociedades difícilmente lo conseguiremos con el conocimiento que se nos proporciona en nuestras facultades de economía. Deberemos buscar reflexiones, teorías, argumentos que nos propongan tener en cuenta la complejidad de la realidad social. Aceptar que muchos de los elementos que debemos tener presentes en nuestros análisis son cualitativos, no son cuantificables, ni tampoco estos se adquieren entre las rígidas paredes de las facultades universitarias. Tal y como decía John Stuart Mill “no podrá ser un buen economista aquel o aquella que sólo sea economista”,8 en esta misma dirección para J M Keynes el economista perfecto “debe combinar talentos que a menudo no se encuentran juntos”. “Debe ser matemático, historiador, hombre de estado y filósofo (…) ningún aspecto de la naturaleza humana o de sus instituciones debe quedar fuera de su observación”9.
A quien quiera entender cómo funciona nuestro mundo hoy le tocará indagar en el papel del poder y de sus estructuras que conforman la realidad. Deberá aproximarse a los conflictos de intereses, de clase, que como diría Marx, son el motor de la historia. Deberá por tanto entender que los intereses de un inmigrante sin papeles que trabaja en una fábrica cárnica, no son los mismos que el que los del empresario que le contrata. Deberá intentar entender que papel juegan las grandes corporaciones, y el capital financiero en la determinación de la política económica des los estados. En definitiva, a quien quiera entender cómo funciona el mundo hoy deberá entender que más allá de lo que ven nuestros ojos, la realidad del capitalismo es una realidad configurada a partir de relaciones sociales que no percibimos como tales. En el capitalismo se produce una inversión en la que las relaciones sociales se nos aparecen como cosas, mientras que las cosas cobran vida y nos determinan. En nuestras sociedades nosotros nos relacionamos como “iguales” a partir del intercambio de objetos, de cosas, de dinero, de los que vemos su apariencia, pero desconocemos lo que se esconde detrás. Así cuando hoy compramos una botella de agua mineral, unas zapatillas deportivas, un coche o un teléfono móvil, debemos entender que detrás de ese intercambio, que nos determina como personas en el capitalismo (somos lo que consumimos), se esconden todo un conjunto de relaciones sociales de explotación, de desposesión de poder, que quedan escondidas detrás del acto pulcro y aséptico del intercambio.
Deberemos entender que en el capitalismo, en definitiva, por encima del resto de consideraciones, el objetivo fundamental es la búsqueda del máximo beneficio privado en el mínimo período de tiempo posible, y que este objetivo de arrodillan el resto de propuestas y proyectos que nosotros consideremos humana y ecológicamente imprescindibles para definir nuestro proyecto de sociedad.
Así pues, para empezar, para todas aquellas que se quieran aproximar al conocimiento de la economía, asumiendo que ninguno de nosotros, aunque lo pretenda somos espectadores neutrales, puede resultar acertada la síntesis de Joan Robinson y John Eatwell cuando dicen que “ la ciencia económica tiene tres aspectos o funciones: intentar entender cómo funciona la economía, realizar propuestas para mejorar-la, justificar el criterio por el que se juzga la mejora”10.
Notas:
1.- Artículo basado en el publicado por el autor en el libro “Educacions 40 veus sobre educació i societat” ed El diari de l’educació. 2015.
2.- Adam Smith, La riqueza de las naciones, Alianza Editorial. Madrid 1994.
3.- Martín Seco, J. F. ¿Para qué servimos los economistas? Ed Catarata. Madrid 2010.
4.- Nunes, J. Uma Volta Ao Mundo Das Idéias Economicas. Será A Economia Uma Ciência, Almedina, Coimbra. 2010.
5.- Op cit
6.- Robinson, J. Relevancia de la teoría económica, Martínez Roca, Barcelona. 1975.
7.- Gallego Díaz, S. “Milton Friedman acusado de manipular datos para que la realidad concordara con su análisis”
8.- Op cit
9.- Op cit
10.- Op cit
* Publicado en Baladre, coordinación contra la precariedad, el empobrecimiento y la exclusión