La excepcionalidad nórdica y el futuro de la Unión Europea
Por Javier Maestro Backsbacka*
La izquierda finlandesa liderada por Li Andersson tuvo que sortear la división de opiniones en el seno de su partido dando libertad de voto a la hora de votar por la adhesión a la OTAN. Así evitó la división del partido…
El increíble (e inesperado) ascenso de Li Andersson, de la Alianza de Izquierdas de Finlandia, en las recientes elecciones europeas
Li Andersson, de 37 años, dirigente del partido Alianza de Izquierdas ha sorprendido a propios y extraños al obtener el 17.3% de los votos (en 2019 su formación sólo consiguió el 6,9%) y convertirse así en el segundo mayor partido parlamentario de Finlandia en Europa. Por ello, un país con tan escasa población ha sido precisamente el que ha hecho retroceder a una extrema derecha que no dejaba de crecer en todas las citas electorales desde 2010. Ha sido el país que, junto con Suecia y Dinamarca, ha visto cómo la extrema derecha se ha desinflado ostentosamente en las últimas elecciones europeas, a diferencia de lo sucedido en Francia y Alemania. Y desde luego resulta llamativo que los medios de comunicación convencionales de Europa hayan pasado por alto unos resultados que han aguado la fiesta a la derecha y especialmente a la extrema derecha. O quizás esa sea la razón.
Nos podemos preguntar entonces a qué obedece esta excepción nórdica. ¿es un avance que indica que la izquierda está en proceso de remontar en la Unión Europea? ¿o es una excepción vinculada a la resiliencia del modelo de bienestar nórdico frente al acoso neoliberal?
Otros dos países nórdicos -Noruega e Islandia, que no pertenecen a la UE- arrojan avances más modestos para la izquierda, si bien estos países están expuestos a los mismos retos derivados de la otanización, las andanadas neoliberales, la xenofobia y la supuesta amenaza migratoria.
Los resultados de las próximas elecciones legislativas en Francia pronto nos sacarán de dudas. Entretanto, veamos algunas consideraciones de peso que permiten entender la excepcionalidad nórdica vista desde el prisma finlandés.
El debate sobre el futuro Estado del bienestar nórdico
Es casi paradigmático, y a nivel mundial, señalar que el modelo de bienestar nórdico es lo que más caracteriza a estos países tan similares en muchos aspectos y tan diferentes en otros. El Consejo Nórdico, por ejemplo, es una instancia común que regula la coordinación nórdica en muchos aspectos desde 1953, si bien ha perdido fuerza con la entrada en 1995 de Suecia y Finlandia en la Unión Europea.
Conviene recordar que, históricamente, a Dinamarca pertenecieron Noruega, el Sur de Suecia, Groenlandia e Islandia desde la época medieval, y que tras las guerras napoleónicas Noruega pasó a formar del reino de Suecia-Noruega (1814-1905), que Finlandia, tras integrarse en el reino de Suecia-Finlandia durante 800 años, pasó a formar parte de Rusia como Gran Ducado entre 1809-1917. La independencia de Noruega es algo relativamente reciente (1905), lo mismo puede decirse de Finlandia (1917) y más reciente aún es la independencia de Islandia (1944). Los lazos culturales son por consiguiente intensos y de larga duración, pero también heterogéneos. De ser sociedades eminentemente agrarias y pobres, hasta el inicio de los procesos de industrialización, han pasado a convertirse en Estados del bienestar que lideran casi todos los indicadores desde la felicidad hasta la calidad de vida. Esa nueva sociedad nórdica comenzó a construirse en el periodo de entreguerras, particularmente en Suecia, pero su mayor desarrollo se desplegó en las décadas posteriores a la Segunda Guerra mundial. Al frente de estos proyectos de bienestar se encontraba una socialdemocracia que conseguía y legitimaba así sus largos mandatos al frente del gobierno, si bien esa misma socialdemocracia ha sucumbido recientemente ante los recientes y perseverantes proyectos de la derecha y la ultraderecha por desmantelar el Estado del bienestar. También es cierto que el origen del Estado del bienestar hay que buscarlo en la necesidad de crear un cortafuegos a fin de evitar que la Revolución rusa se extendiera por Europa. Lo más cercano a que eso ocurriera fue en 1918, en Finlandia, cuando una sangrienta y corta guerra civil, con apoyo alemán, aplastó los dominios del Soviet de Helsingfors (Helsinki).
Desde tiempos recientes el Estado del bienestar nórdico ha sufrido los embates del neoliberalismo con recortes en los servicios públicos unido a los correspondientes procesos de privatización. El caso más emblemático es el de Suecia donde p.ej. la medicación está totalmente privatizada y donde los gobiernos conservadores no se han cansado de proponer más reformas en el servicio público de salud y demás servicios sociales públicos.
Li Andersson, con su experiencia como concejala de la ciudad de Turku, parlamentaria y ministra de Educación, señalaba, en una reciente entrevista publicada en la revista de izquierdas Jacobin, que la derrota de los partidos de extrema derecha se debía a que una vez en el gobierno incumplían casi todas las promesas electorales salvo persistir en un nacionalismo machacón anti-migratorio que en la práctica equivalía restringir, aún más, una política ya de por sí restrictiva.
Lo que sí hicieron las derechas fue abrazar políticas neoliberales consistentes en señalar que la única forma de frenar una deuda pública “desbocada” -el origen según ellos de todos los males- consistía en frenar su uso “desmedido” con el fin de salir de una situación de retroceso y/o estancamiento económico. Para ello propugnaron en Finlandia rebajas de impuestos, recortes en sanidad, educación y servicios sociales, un cambio a peor en las relaciones laborales y un pacto por la competitividad… La respuesta sindical y obrera no tardó en responder a este desafío que ha supuesto todo un año de huelgas escalonadas, sin que todavía se llegara a plantear una huelga general. El desgaste tanto para la patronal como para la acción sindical ha sido significativo en un país acostumbrado a resolver los conflictos laborales mediante convenios colectivos tripartitos. Cuando la patronal se retiró en 2010 de este escenario con el fin de alcanzar, así pensaban, mayores ventajas mediante convenios bilaterales, unido al deterioro de las condiciones de trabajo, quedó asegurada una prolongada e incierta conflictividad que en 2024 afectó a todos los sectores tras la derrota electoral del gobierno socialdemócrata encabezado por Sanna Marin. Hay que tener en cuenta que el 75% de los trabajadores finlandeses están afiliados al sindicato de clase. Acostumbrados por tanto a contemplar un futuro mejor mediante la esperada aprobación de una jornada laboral de 6 horas y un salario mínimo vital, la llegada de un gobierno de derecha y extrema derecha ha supuesto una decidida política de desmantelamiento de elementos sustanciales del Estado del bienestar. Si bien sigue el debate sobre el futuro del Estado del bienestar nórdico en todos los países implicados, es evidente que la resiliencia de los defensores del modelo nórdico de bienestar ha supuesto el principio de una derrota del neoliberalismo. Si en EEUU los sectores más conservadores anticipaban interesadamente una supuesta derrota del modelo nórdico de bienestar, recientemente tuvieron que rectificar utilizando la homogeneidad racial y las medidas antimigratorias como principales antídotos para salvaguardar el modelo nórdico de bienestar. No se entiende muy bien el oportunismo de esta argumentación, pero tendrá sus intérpretes en el paraíso neoliberal
OTAN, seguridad y guerras
La guerra en Ucrania tras la invasión rusa ha colocado el tema de la seguridad en un puesto de prioridad en todas las agendas de los países nórdicos. Así, la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN recibió un importante impulso tras un vuelco de la opinión pública a favor de esa opción. Algo que polarizó a la sociedad civil de ambos países ya que Suecia había permanecido neutral desde 1812 y Finlandia practicaba una política de amistad con Rusia tras su derrota en 1945 iniciándose así la llamada finlandización del país provista de importantes ventajas mutuas. Las izquierdas se vieron así inmersas en una división de opiniones en torno a la pertenencia a la OTAN, en franca desventaja con la derecha que sí apoyaba sin fisuras la pertenencia al complejo militar dominado por EEUU.
En Suecia se acusó al gobierno de derechas de aprobar la entrada en la OTAN sin que realmente hubiera habido un debate real y un consenso en torno al tema. En Finlandia bastaba una extensa frontera con Rusia y un pasado de dos guerras y la pérdida de territorios unido al constante miedo a la repetición del pasado. Las posiciones a favor de la neutralidad y el pacifismo, más congruentes para la izquierda, quedaron marginadas en espera de tiempos mejores. Sin embargo, el genocidio sionista perpetrado en Gaza ha reabierto el debate en los países nórdicos sobre la conveniencia de seguir apostando por un mundo militarizado liderado por la OTAN y por EEUU. Hay que recordar que todo ello implicará más gastos militares y más impuestos. Además, en Finlandia el servicio militar sigue siendo obligatorio y los demás países se lo están pensando. El destino no puede ser más cruel.
La izquierda finlandesa liderada por Li Andersson tuvo que sortear la división de opiniones en el seno de su partido dando libertad de voto a la hora de votar por la adhesión a la OTAN. Así evitó la división del partido, pero también prolongó la incertidumbre. En resumen vuelve a triunfar momentáneamente la derecha y el alineamiento geoestratégico con EEUU Y la OTAN.
* Activista de La Comuna, asociación de presxs y represaliadxs del franquismo. Doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid, donde ha ejercido como profesor de Historia del Pensamiento Político y Social, así como de Comunicación y Movimientos Sociales. Autor de “La trayectoria del marxismo revolucionario 1885-1920” (ed Viento Sur, 2024).
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Qué importantes son estos artículos en que se nos da información de lo que ocurre en el mundo y no se limitan a comentar la última parida de los grandes medios de intoxicación.
Enhorabuena Javier y gracias por tus investigaciones.