La filosofía de la pastilla
María Dubón*. LQSomos. Febrero 2017
¿Está usted triste? Tome Prozac. ¿Es usted tímido? La Paroxetina resolverá su problema. ¿No duerme? Un Orfidal. ¿Le cuesta disfrutar de las situaciones que se le presentan? El DSM-5 cambiará su enfoque de la realidad. ¿Tiene una criatura hiperactiva? Unas anfetaminas lo solucionan. No se haga preguntas sobre el sentido de la vida ni sobre su papel en ella, la todopoderosa industria farmacéutica tiene las respuestas que anda buscando.
Al capitalismo, el mundo se le ha quedado pequeño. Ha conquistado las tierras, los mercados y ahora conquista nuestros cuerpos y nuestras mentes, nos genera nuevas necesidades. Cada día se inventan nuevos fármacos, los laboratorios trabajan a pleno rendimiento ofreciendo curas para cualquier mal. La sociedad capitalista necesita estos remedios para poder resistir unas condiciones de vida pésimas. Si trabajas a turnos, tienes que tomar una pastilla para dormir y otra para aguantar despierto. Si estás 10 horas al día de pie o sentado en tu puesto, necesitas una pastilla para sobrellevar el agotamiento. Si desarrollas una actividad física en el andamio, en la mina, en el campo…, necesitas una pastilla para soportar los dolores musculares. Si vives pendiente de que te renueven tu contrato laboral o estás desempleado, necesitas una pastilla para mitigar la ansiedad.
El estrés, ese malvivir que aqueja a nuestra sociedad, esa plaga que se extiende inmisericorde por el mundo neoliberal, nos agrede y nos mata. Las pastillas nos ayudan a seguir viviendo con estas agresiones y en los estados límite. La enfermedad es un refugio. Es preferible tener depresión, fibromialgia o síndrome de lo que sea, antes que parar en seco, recapacitar y preguntarse ¿qué diablos estoy haciendo con mi vida? Es mejor tomarse una pastilla que nos mantenga alejados de la realidad que admitir que vamos a la deriva, que nuestra existencia es una condena, un timo, que no podemos más.
Tu vida es una mierda, el sistema lo sabe porque es él quien ha planificado tu entorno para que lo sea. Pero te llegan mensajes en los que dicen que te quieras, que seas feliz, que gastes, que compres, que te cuides. Distraen tu mente de lo que importa, no quieren que pienses. No quieren que te des cuenta de que todo es un gigantesco error y que no tienes por qué vivir en Babia con la Visa en la mano. Debes luchar para cambiar esa situación.
La publicidad ha sustituido a la Filosofía y tiene respuestas para todo. En los anuncios la gente aparece sonriente y feliz, y eso te hace reflexionar. Llegas a la conclusión de que eres feo y necesitas una ortodoncia y una operación de estética, usar ese champú, ponerte ese perfume, vestirte en tal tienda. Estás gordo porque no sabes comer sano, aunque con unos batidos especialmente diseñados para sebosos como tú, lograrás el peso ideal, rebajar el colesterol, sentirte ligero, el optimismo vital. Desde la televisión te machacan, tu vida es una caca, algo te pasa si te sientes frustrado, decaído, desgraciado, pero eso tiene solución, tenemos pastillas para follar, para estudiar, para no sentir hambre. Tenemos pastillas para no pensar, para ser dóciles y adaptables, para aguantar lo que nos echen. Sin este soma huxleyiano deberíamos mantener otros ritmos vitales, necesitaríamos más tiempo para descansar, dormir, relacionarnos… Y sin una mente abotagada por las pastillas, tal vez, incluso, podríamos pensar.