La guerra de la rapiña: Sudán

La guerra de la rapiña: Sudán

Por Guadi Calvo*

Residentes del barrio de Ombada, al oeste de la ciudad de Omdurmán, separada apenas por el río Nilo de Jartum, la capital del país, denunciaron, qué efectivos de las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS), habían saqueado, sus viviendas, arrasando con todo lo que encontraron a su paso y disparado contra quien pretendiera detenerlos

Desde vehículos a enseres domésticos, pasando por ropa, electrodomésticos o joyas, todo les ha sido incautado a quienes, en procura de defender sus propiedades, permanecen en sus lugares, desde hace meses, convertidos en campos de feroces batallas. Estas últimas acciones de los efectivos de las FAS, se han enfocado, particularmente, contra los pocos miembros de la comunidad Rizeigat, que todavía permanecían en esos sectores.

Los rizeigat, es una etnia de origen árabe, que en su gran mayoría constituyentes de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), el bando que, desde abril pasado, se enfrenta al ejército regular, comandado por el general Abdel Fattah al-Burhan, oficialmente el presidente del país desde 2019.

Aunque, la mayoría de los rizeigat, desde hace meses han escapado de esos sectores, buscando protección tras las líneas de las FAR, los pocos que han permanecido en sus lugares han sido las víctimas centrales de los abusos y en muchos casos asesinatos por parte de las FAS.

La poca información que llega desde allí, teniendo en cuenta, que, ya desde las primeras semanas de guerra, prácticamente, no hay conexiones telefónicas, ni de internet, dicen que la mayoría de las propiedades del sector occidental de Ombanda l9, aparecen con sus puertas y ventanas abiertas de par en par, señal de que han sido desvalijadas.

Los saqueos, junto a la violación de mujeres, se ha convertido en un arma más de guerra, por parte de las dos partes, aunque son las FAR, dando su constitución, menos orgánica que la del ejército, es la fuerza que más ha utilizado esas “herramientas”.
Las mujeres, y particularmente las niñas, secuestradas en Jartum, para concentrarlas en su campamento de Wad al-Aqali, donde son mantenidas como esclavas todo servicio. Según algunas denuncias, el número de las retenidas en ese campamento, ya superarían las ochocientas.

Estas prácticas, si bien ha tenido réplicas en varios de los frentes del país, se está reproduciendo con igual o más volumen en Darfur, donde se ha visto, en diversas oportunidades, grupos de jóvenes y mujeres, escoltadas por las fuerzas parapoliciales de las FAR, en vehículos sin destino conocido.

Estas acciones, referente a los saqueos y el secuestro y violaciones de mujeres, se han constituido en una de las características más distintivas de este conflicto. En el que ya han muerto unos quince mil civiles y obligado a cerca de siete millones de personas, abandonan sus lugares en búsqueda de una protección, que solo alcanzan, una vez que puedan cruzar las fronteras internacionales. En él que mientras tanto, como ya se ha denunciado en muchísimas oportunidades, los civiles se han convertido en blancos móviles por parte de uno y otro bando, ya que a medida que se profundiza el conflicto, las fuerzas beligerantes abandonan todo tipo de convenciones de guerra, tornándose cada vez en más primitiva. Lo que mantiene a millones de personas, atrapadas en el fuego cruzado, la violencia étnica y bombardeos aéreos y de artillería, responsabilidad de ambos bandos.

Según algunas fuentes, el origen de los saqueos por parte de los hombres del general, al-Burhan, es a consecuencia de los bajos salarios que cobra la tropa. En algunos casos, diez veces menor a los efectivos de las FAR, cuyas estructuras superiores, controlan grandes sectores de la región occidental de Darfur, rica productora, esencialmente, de oro y otros minerales. Lo que convirtió a su jefe, el seudo general Mohamed Hemetti Hamdan Dagalo, (responsable del genocidio de 2003, en el que murieron unas quinientas mil personas), cuyo origen, era la de un simple comerciante de camellos, en el hombre más rico del país, gracias a la extracción ilegal y contrabando de oro, tolerado por décadas por la dictadura (1993-2019) de Omar al-Bashir, finalmente derrocado por los entonces aliados Hemetti y el general al-Burhan.

Mientras los saqueos, abusos y asesinatos, por parte de las FAS, son moneda corriente en los diferentes barrios de Omdurmán, los mismos se está produciendo en el centro de Jartum, por parte del grupo paramilitar de las FAR. Que han conformado una red de tráfico, para vender los bienes robados en Chad y Níger.

Sin paz para Darfur, ni para nadie

Mientras la organización económica y de integración del África Oriental o Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo (IGAD) de la que Sudán es parte, junto a entre otras naciones a Etiopia, Sudán del Sur, Kenia y Uganda, junto a Arabia Saudita y Estados Unidos, no han logrado, en todos estos meses, pese al constante relanzamiento de los encuentros en la ciudad saudita de Jeddah, establecer un mínimo acuerdo, entre el general al-Burhan, y Hemetti, para establecer un corredor humanitario, por donde pueda circular los camiones con víveres y medicina, para la asistencia de los civiles y mucho menos un alto el fuego, lo que tendría que incluir, dos factores la retirada de los efectivos de las FAR del área de Jartum y que el general al-Burhan, renuncie a la presidencia formal de la nación. Frente a este marco de situación, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y la Unión Africana, parece no enterarse de una guerra que cumple ocho meses y cuyo volumen de fuego se sigue incrementado de manera constante.

Mientras el mundo, se ha convertido en un mero e inoperante observador del genocidio en Gaza, en el que no atina a nada, lo mismo sucedes en Darfur, donde, una vez más, tal como sucedió en 2003, el pueblo darfurí, particularmente la etnia negra de los masalit, están siendo masacrada en un nuevo intento de limpieza étnica, en procura de sus tierras, por parte de las fuerzas de Hemetti. Usando cómo excusa ser colaboradores de las FAS.

Desde octubre, las FAR, han tenido una seguidilla de victorias sucesivas, que les han permitido tomar cuatro de las cinco regiones de Darfur, junto a sus capitales: el-Fasher, (Darfur Norte) El-Geneina, (Occidental), Nyala (Sur) y Zalingei (Centro), tras intensos combates, que han dejado un número desconocido de bajas civiles, muchos de ellos que habían llegado desde otras regiones del país, en busca de refugio durante los primeros meses de la guerra, buscando continuar hacia la frontera del Chad a la que cruzan solo desde Darfur Occidental unas trescientas personas por día.

Las victorias de Hemetti, al precio de batallas desgastantes tanto para las FAR, como para las FAS, le han dado las suficientes alas, para pretender erigirse como el líder de un gobierno de toda la región, y ejecutar, por fin, uno de sus principales anhelos esbozados desde antes de abril. Tal como lo ha hecho en Tobruk, en la vecina Libia, su aliado y amigo, el general Khalifa Hafther, pretende la creación de un estado semiautónomo, que además de Darfur, incluiría Jartum, donde tiene el control desde hace meses; mientras que las FAS, se han abroquelado en el norte y el este de Sudán.

En este marco es que las FAR, han iniciado una campaña propagandística, que habla sobre los beneficios de un Darfur más fuerte y autónomo, llamado a muchos de los darfuríes que habían escapado de la región, a que retornen a sus hogares. A pesar de esa “invitación”, tanto los hombres de Hemetti y sus milicias aliadas, siguen abusando y asesinado libremente a lo largo y ancho de Darfur, como parte de un conflicto que se ha convertido en una guerra de rapiña, ya no solo de los bienes de sus ciudadanos, sino también del territorio nacional.

* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional

Sudán – LoQueSomos

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