La guerra incendia el norte de Mozambique

La guerra incendia el norte de Mozambique

Guadi Calvo*. LQS. Abril 2021

Ahlu Sunnah Wa-Jamaa cuya irrupción se produce en 2017, se ha convertido en una de las khatibas más activas del continente, y particularmente desde comienzos del 2020, cuándo sus acciones se multiplicaron con incontables operaciones contra la población civil

Desde hace casi una semana efectivos de las Forças Armadas de Defesa de Moçambique (FADM), libran una importante batalla contra los milicianos de Ahlu Sunnah Wa-Jamaa (Seguidores del Camino Tradicional o Defensores de la Tradición), tributarios del Daesh, por la estratégica ciudad de Palma a 1800 kilómetros de Maputo, en la provincia de Cabo Delgado, en el extremo norte de Mozambique, muy próxima a la península Afungi, donde la francesa Total, construye una planta de gas natural licuado, con una inversión, en 2019, de 4 mil millones de dólares, con un horizonte de 15 mil millones. Proyecto con el que esperaban comenzar los embarques en 2024, meta que hoy se ha convertido en incansable, y el que hoy se encuentra estacando, dado el deterioro de la seguridad en esa la provincia.

Las áreas gasíferas de Cabo Delgado se están negociando con otros seis grupos internacionales, además de la Total, entre ellos la italiana ENI y el estadounidense ExxonMobil. Proyecto que se convierte en unos de los emprendimientos más importantes del continente y que de continuar las operaciones terroristas podría desmoronarse.

El asalto a Palma, que se inició el pasado miércoles 24, horas después, de que la compañía francesa, anuncie la reanudación del trabajo, los que habían sido suspendido en enero último, por el incremento de la violencia takfrirista, ya ha generado cientos de muertos, algunas fuentes reportas que tanto en las calles de Palma, como en sus playas se observan centenares de cadáveres, muchos de ellos decapitados, un rasgo distintivo de los muyahidines mozambiqueños.

El ataque a la ciudad fue iniciado, tras semanas de operaciones terroristas, que consiguieron aislarla del resto de la provincia bloqueando sus rutas de acceso, por lo que los únicos medios para abastecerla a sus de 75 mil habitantes, se han reducido al aeropuerto, que ya ha sido atacado por cohetería de los insurgentes y el puerto.
En el inicio del asalto unos cien terroristas lograron llegar al centro de Palma, donde robaron varios bancos. El gobierno del presidente Filipe Nyuss, que había establecido un radio de “seguridad especial” de cuatro kilómetros en torno a la planta de Total, Palma se encuentra a dos kilómetros de ese límite, se está viendo desbordado por la situación ya que el accionar de los helicópteros artillados que están atacado a los terroristas, parecen no hacer mella, en sus filas.

Poco se puede saber que está sucediendo en el interior de la ciudad ya que los fundamentalistas consiguieron cortar las comunicaciones desde y hacia Palma y sus alrededores, aunque algunos residentes han logrado comunicarse a través de teléfonos satelitales, por lo que se supo que muchos residentes han escapado hacía por bosques circundantes, al tiempo que cientos de trabajadores extranjeros en su mayoría: sudafricanos, británicos y franceses se habían refugiado en diferentes hoteles, particularmente en el Amarula, donde unos doscientos, de los que con certeza, nada se sabe, intentaron protegerse y el que fue asediado por los insurgentes, ya que según algunos informes locales las fuerzas gubernamentales, han abandonado la ciudad, por lo que podría ser tomada por los integristas, tal como ocurrió en agosto pasado con la ciudad portuaria de Mocimboa da Praia, de 130 mil habitantes, a cincuenta kilómetros al sur de Palma.

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El viernes, con intenciones de liberal a los huéspedes del Hotel Amarula, helicópteros gubernamentales intentaron crear un corredor, de seguridad para rescatarlos.

Mientras los militantes, luchaban para impedirlo. Las informaciones no confirman si finalmente los alcanzaron a ser liberados, aunque hay algunas versiones, insisten en afirmar que, entre ellos se han producido varias bajas, este último domingo, habrían sido al menos siete. El viernes también, unos diecisietes vehículos militares, con trabajadores extranjeros, intentaron llegar a un lugar de la costa para ser rescatados, pero dado el intenso fuego al que fue sometido el convoy, solo habrían llegado siete a la playa, sin conocerse la suerte de los diez restantes, en los que viajaban unas setenta personas, a los que algunas fuentes ya dan por muertos. El domingo, se conoció que una embarcación con 1400 personas, que logró escapar del sitio de Afungi, la noche anterior, llegó a Pemba, la capital de Cabo Delgado, distante a unos 200 kilómetros, entre ellos había trabajadores extranjeros y vecinos de Palma, al tiempo que otras naves menores como veleros particulares e incluso canoas, siguen llegado cargadas de refugiados al mismo puerto, que han narrado que centenares de cadáveres estaban esparcidos por las calles y que media ciudad ha sido arrasada.

¿Quién paga la guerra?

La operación sobre Palma, muestra claramente que la preparación militar de Ahlu Sunnah Wa-Jamaa, ha alcanzado niveles similares a la de otros grupos que operan en el continente como al-Shabbab, Boko Haram o Jamaat Nusrat al-Islam wal-Muslimīn o el Daesh para el gran Sahara. El asalto a una ciudad de 75 mil almas, reducir a sus fuerzas de seguridad, ponerlas en fuga e instalarse para resistir a los embates de las FADM, un ejército formado al calor de una larga y sangrienta guerra civil (1977-1992), ha requerido no solo una cuidada planificación, sino una alta preparación de sus hombres. Sin duda los emires que han ideado esta acción, han utilizado para entrenarse, de manera muy sigilosa la pausa que impone la temporada de lluvias que se extiende desde noviembre a finales de febrero. Por lo que, de lograr afianzarse en esa plaza, obligaran al presidente Nyuss, a aceptar la oferta de asistencia militar extranjera, ya ofrecida por algunos países como Francia y Portugal, la antigua metrópoli colonial, a la que hasta ahora Nyuss se ha negado.

Los terroristas tienen asegurado su financiación gracias a los recursos de la interacción con los diferentes carteles de narcotraficantes que, con sus cargamentos de opio y heroína, llegados desde Afganistán, vía algunos emiratos del Golfo Pérsico, alcanza el Indico mozambiqueño, para seguir a hacia Sudáfrica, una gran plaza, y por otras rutas terrestres al Mediterráneo, rumbo a Europa. Por lo que los muyahidines pueden financiar la guerra, a lo que se le suma los fondos de aportantes vinculados a las monarquías wahabitas.

Ahlu Sunnah Wa-Jamaa cuya irrupción se produce en 2017, se ha convertido en una de las khatibas más activas del continente, y particularmente desde comienzos del 2020, cuándo sus acciones se multiplicaron con incontables operaciones contra la población civil, destacamentos militares y centros tanto de la administración pública como privada. Los saqueos a pequeños pueblos que incluye secuestro y asesinatos masivos, son constantes, como lo sucedido en abril del 2020 en la aldea de Xitaxi, en la que una cincuentena de sus pobladores fue ejecutada o el ataque de noviembre último, cuando un grupo de quince niños, acompañados por cinco mayores, fueron sorprendidos por los terroristas, cuando practicaban una ceremonia iniciática en la zona boscosa del distrito de Muidumbe, donde todos fueron asesinados.

Con más de 3 mil muertos y cerca de un millón de desplazados los takfiristas se han convertido en un nuevo azote, para la ya muy castigada población mozambiqueña.
Particularmente en Cabo Delgado, con una población de casi 2.5 millones de personas, de los que un cuarto de ellos, han debido abandonarlo todo y retirarse a áreas más seguras. Esta situación, según analistas de Amnistía Internacional, ha provocado en la población, una verdadera “epidemia” de enfermedades mentales, con raíz en los traumas derivados por las experiencias de violencia a los que han sido sometidos. Ya que según algunas denuncias no solo los muyahidines comenten acciones contra la población civil, sino que en muchas oportunidades se ha conocido que los regulares de las Forças Armadas de Defesa de Moçambique (FADM), también han cometido abusos contra los civiles, por ser sospechosos de colaborar con los terroristas. Por lo que en la población se registran casos de angustia extrema, debido a haber presenciado hechos como el desmembrado vivo de algún pariente o mujeres que han debido optar entre un hijo u otro, para que sea incorporado a las filas de los milicianos. Muchos, fueron obligados a presenciar violaciones masivas a las que son sometidas las mujeres, mientras que las llamas en el norte mozambiqueño consumen sus vidas.

* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional

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