La Inquisición deja las calles
Urania Berlín*. LQSomos. Abril 2015
Hasta el año que viene, claro está, si nadie lo remedia. Todos los años se repite el mismo ritual. El botellón procesional de la iglesia católica colapsa nuestras calles durante una semana, con profusión de un ruido más infernal que divino, desfile de imaginería supersticiosa, asistencia masiva de curiosos y, lo que es peor, una variada gama de políticos de la democracia clientelar neofranquista, pasándose por sus santas e innobles partes el artículo 16.3 de la santísima Constitución monárquica española, enarbolan por unos días la bandera del nacionalcatolicismo de Estado y el Santo Oficio. Sí, porque los antecedentes históricos de este carnaval católico se remontan, como es sabido, al siglo XV español, donde los fanáticos de Dios tenían la especial costumbre inquisitorial de torturar y quemar (asesinar cruelmente, en definitiva) a herejes, “brujas” y otros rebeldes apóstatas. De ahí que aún subsistan algunos de los emblemas más significativos (y siniestros) de aquellos procesos-farsa que montaban reyezuelos e iglesia, como capirotes y capuchas (que colocaban a los reos), los cuales formaban parte de la ceremonia de la muerte católica. Este legajo siniestro desfila, todavía hoy de forma indigna, por nuestras calles.
Las procesiones, es verdad, tienen mucho de escaparate turístico y negocio más que de retórica simbólica religiosa a pesar de que ésta última sea abrumadora y el motivo central del circo apostólico, católico y romano. Uno ve con cierta desazón cómo cada año que pasa el esperpento procesional kukluxkanesco goza de predicamento, más que entre una grey de católicos convencidos residuales, en gentes variopintas que sienten una extraña “fascinación” por una puesta en escena que dicen está rodeada de “misterio”, “devoción” y fe a prueba de cualquier contingencia racional. Bueno, fe… lo será por una semana y cogida por los pelos. Porque lo que se dice practicar la beatitud cristiana… el resto del año, tururú. Más bien se dedican a joder al prójimo. Y estos apóstoles del “mensaje de Cristo” suelen ser los peores ideológicamente (conocí antaño algunos que militaban en la extrema derecha joseantoniana, algo que era “lógico” entonces y lo sigue siendo ahora). Muchos, por otra parte, de los del capirote y la cruz lo que les gusta, realmente, es salir disfrazados a las calles en unas fechas que son propicias para poner en práctica el narcisismo, el aldeanismo y el exhibicionismo cutre-vaticano ante miles de ojos, más bien incrédulos.
Por unos días se es “diferente” al resto de la plebe y a algunos les pone cachondos, aunque repito que aquí se juega más con otras claves más terrenales e irreligiosas como son el negocio de la hostelería, el turismo masivo, etc. El dinero, ya se sabe, ha sido siempre el motor de la democraCIA del capitalismo y la iglesia de Dios nuestro señor Jesucristo. Lo cual no quita, lógicamente, para que el componente simbólico religioso-fundamentalista del sarao santero predomine en igual importancia. Algo que le viene de perilla al clero español para erigirse como referente moral y como justificación para seguir engordando su sucia cuenta corriente con dinero público de todos (incluidos ateos), aferrándose falsamente a que existe “una mayoría sociológica de españoles católicos”. Será mayoría de hipócritas, no más.
El espantajo se va, como cada año, para, lamentablemente, volver de nuevo al siguiente. Con la presencia de políticos exquisitamente corruptos que expían sus pecados terrenales para luego, pasada la euforia sacramental fetichista, meter mano a la caja como Dios manda; santos curas pederastas; militares de graduación y cruz gamada; policías y guardias civiles que luego reprimen brutalmente en esas calles por las que desfilan tan marcial y místicamente o la pintoresca aportación de voluntarios de Cruz Roja escoltando imágenes de vírgenes y Cristos crucificados por el glorioso imperio romano. Un revival teatrero-integrista que tendrá por costumbre dejar, nuevamente, intransitables las calles, obstaculizar el libre tránsito de personas y alterar gravemente el tráfico rodado (incluido, sobre todo, el transporte público). Todo sea por la “yihad” de la Conferencia Episcopal.
– Ilustración de J. Kalvellido
Siempre hay algún listo, excesivamente listo, como el del comentario anterior. Y que además utiliza apelativos insultantes como “nazi-fascistas”….pero lo de esta web verán lo que consienten.
A lo que voy, infórmate tu también un poquito, Peter Parker, para que veas que el trabajo de Caritas, innegable-de agradecer-meritorio, es una migaja del dinero que se lleva a sacos la Iglesia de este país.
Yo no quiero que me gobierne ni un estado islámico, ni la “Santa Inquisición” o Jerarquía Católica.
La religión que la practique cada uno en su templo y en su casa ¡basta ya! de imposiciones católicas en toda la vida diaria.
Menos cinismo e hipocresía y más libertad y solidaridad.
Católicos: ¡sois unos falsos!
A lo mejor preferis que nos gobierne, de aqui a poco tiempo el Nacional-Musulmanismo, que vamos a estar todos mucho mejor.
Son ganas de prohibir y meterse con lo que no gusta, tanto hablais de libertad y los primeros nazis-dictadores sois vosotros.
Informaos un poquito de lo que hace Caritas en el Mundo y a ver si lo hace otra religion.
La base del Cristianismo es ayudar al projimo y no dar por el culo a niños como algunos curas hacen, y profesores y Taxistas y abogados y bankeros y padres con sus hijos y ciudadanos aparentemente normales que pagan por ello, etc, etc.
Asi que por favor guardaos vuestro cinismo, y dejad a la gente con su religion en paz, que tambien cortan las calles por otras chorradas y cuando se quejan les llaman homofobos.
La Santa diferencia es que cuando algo no nos gusta no pretendemos prohibirlo.
Predicais la libertad pero pagando un precio muy alto, el precio de que ni vosotros os creeis lo que contais.
Cojonudo el artículo. Pero no acaba aquí, el nacional-catolicismo nos gobierna todo el año!!!!