La minería obrera en el cine

La minería obrera en el cine

Por Pepe Gutiérrez-Álvarez. LQSomos.

No hay en este cine ningún vestigio de la lucha social, en parte porque Hollywood no apreciaba tales conflictos, y en parte también porque la colonización de los Estados Unidos, permitió unas posibilidades de promoción individualistas muy fuertes

Durante un siglo largo de historia, el cine se ha aproximado a la temática minera de muchas maneras, la mayor parte de las veces de una manera tangencial, o sea secundaria. Una de estas maneras ha sido la historia, y existen películas que ofrecen algunos apuntes desde la época romana. Sin duda la más conocida y destacada la encontramos en los inicios de Espartaco (Stanley Kubrick, USA, 1960). Unos apuntes lo suficientemente intensos como ofrecernos una cierta idea de lo que significaba para los esclavos trabajar en unas minas, como las de azufre; también se ofrecen otros apuntes en Barrabas (Richard Fleischer, Italia-USA), con una parte del film que puede interpretarse literalmente como un descenso a los infiernos. No es por casualidad que ciertas descripciones del averno recuerden bastante lo que podía ser trabajar en las minas durante la mayor parte del día, y en condiciones de alimentación e higiene espantosas; tampoco lo es que ese aspecto, raramente tratado, tengan su lugar en dos de los films más avanzados del género.

En un género como el “western” se puede hablar de una importante veta de referencias a la minería, abundan los buscadores de oro o cualquier otro metal precioso en historias situadas por lo general en Alaska o California. Sobre esta base se han producido una amplia lista de títulos en el que se describe la lucha entre los buscadores que tratan de proteger sus concesiones, y los oportunistas que, con la ayuda de pistoleros y en ocasiones de autoridades corruptos, tratan de apoderarse de los logros y el esfuerzo ajeno. La lista es muy extensa, y valgan como ejemplo Los Usurpadores (The Spoilers, Ray Enrigth, USA, 1942), un producto muy típico de Hollywood que transcurre en Alaska, durante la “fiebre del oro”, y en la que un buscador es asediado por un empresario que tiene la ley de su lado. Pronto hace su aparición una cantante de cabaret que se convierte en objetivo amoroso de ambos, un tema nada original que sin embargo dio lugar a un pequeño clásico en el que destaca la ambientación y el juego de un trío formado por Marlene Dietrich en pleno esplendor, flanqueada por John Wayne y Randolph Scott. Su éxito dio lugar a un “remake” en tecnicolor, titulada aquí Los corruptores de Alaska (Jebs Hibbs, USA, 1955), que resulta no menos vistosa y entretenida. Por lo demás, todos recordaremos La leyenda de la ciudad sin nombre.

Pero salvo este conflicto entre pequeños propietarios honrados y de capitalistas sin escrúpulos, no hay en este cine ningún vestigio de la lucha social, en parte porque Hollywood no apreciaba tales conflictos, y en parte también porque la colonización de los Estados Unidos, permitió unas posibilidades de promoción individualistas muy fuertes. Se podría hablar también de otros “western” en las que aparece un grupo de trabajadores mineros, pero por lo general se le otorga un papel secundario en el argumento, y aquí cabría citar al menos dos bastante notables: Tierras lejanas (The Far Country, USA, 1954), en la que unos mineros disputan sobre un fondo de alimentos con unos pioneros, y Duelo en la alta sierra (Ride the High Country, 1962), y en la que unos mineros quieren apoderarse de la chica…Tanto en el “western” como en el cine de aventuras se suele emplear el escenario de unas minas abandonadas como sinónimo de alto riesgo, recurso que conecta con el cine de terror.

Recordemos en este sentido otra más: Duelo en las profundidades (1982), un título dirigido e interpretado por un Charlton Heston, en decadencia, que transcurre totalmente en una antigua mina y que no está exenta de interés, sobre todo por lo amenazante de dicho escenario. La lista es bastante extensa, ahora el problema social va de la mano del ecológico.

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