La obligación de competir por el capital
Susana Martín Belmonte*. LQSomos. Diciembre 2014
La defunción de Emilio Botín causó toda una serie de reacciones de todo signo. Junto con las serviles alabanzas de gran parte de instituciones públicas y grandes medios de comunicación, también se emitieron programas mucho más analíticos e interesantes. En concreto, me refiero a esta entrega del programa Fort Apache, en el que se habló de la banca y qué hacer con ella.
En primer lugar, hay que dar la bienvenida a este tipo de debates, tan escasos como necesarios. En este programa, incluso se mencionó el papel de los bancos como verdaderos creadores de dinero, algo que raramente se toca. Este debate público es paso obligado para que el debate político tenga lugar. Un ejemplo de ello es el Reino Unido, donde se acaba de anunciar la discusión en el parlamento sobre el proceso de creación monetaria, en este debate está previsto revisar la ley que prohibía crear dinero a los bancos (la ley de 1840 prohíbe a los bancos la creación de billetes) y discutir si no sería oportuno prohibirles crear dinero digital, que es lo que hacen en la actualidad.
Y es que el modelo monetario y financiero es claramente un asunto político.
Soluciones a la banca de hoy
En el debate televisivo que he mencionado se hizo bien en señalar que la banca tiene apoyos públicos sin los cuales estaría quebrada de forma fulminante. Mucha razón tiene Carlos Sánchez Mato al proclamar que se retiren los apoyos públicos a la banca en manos privadas.
La otra opción sería nacionalizar la banca, poniendo en valor esos apoyos públicos otorgados, sin los cuales no podría sobrevivir, para procurar un mayor control político del crédito y de la gestión de las entidades rescatadas. Ni que decir tiene que cualquier empresa privada que hubiera inyectado tal cantidad de recursos en un sector, sería dueña y señora de ese sector. Por una dejación de funciones en la representación del bien común, nuestros representantes políticos no han ejercido esa baza de poder tras usar el dinero de los ciudadanos para salvar el sector financiero.
En la cuestión de qué hacer con la banca que tenemos hoy, estas dos posibilidades son las que están encima de la mesa: retirar el apoyo público al sector financiero o nacionalizar la banca, o alguna de sus variantes intermedias, pues el apoyo público a la banca también puede traducirse en una determinada condicionalidad: limitar sueldos de los consejeros, imponer cuotas de crédito para distintas sectores productivos, etc. Es curioso que la Troika imponga al gobierno condicionalidad para darle rescates y sin embargo el gobierno no traslade esa condicionalidad a los bancos, en quienes ha enterrado ese rescate y las sustanciosas ayudas y avales adicionales que disfruta.
Pero también es importante señalar que no solo debe preocuparnos la banca que tenemos hoy, sino la que podemos y debemos tener en un futuro. Y este aspecto estuvo fuera del debate mencionado, aunque fue vagamente enunciado con una intervención que quedó sin respuesta. El Sr. Altozano, que en el debate hacía el papel de defensor del sistema financiero actual, aún exhibiendo un profundo desconocimiento de los mecanismos de creación monetaria, planteó algo que es muy real: la exigencia de que los países compitan por el capital; y preguntó como lo harían los demás ponentes, si estuvieran en una posición de gobierno (minuto 41).
Las dos opciones políticas de corto plazo para la banca que acabamos de mencionar no rozan ni de lejos esta cuestión, ni afrontan los problemas estructurales del sistema monetario y financiero actual.
El sistema financiero del futuro
Respecto a la posible solución de nacionalizar la banca, es importante señalar que el sector financiero actual tiene características que lo hacen sistémicamente insostenible: La tendencia a la concentración, la propensión a las crisis financieras recurrentes con una celeridad cada vez mayor, o la incapacidad de los bancos centrales para estimularlo de forma efectiva, ya sea por la vía de la política monetaria ordinaria o la flexibilización cuantitativa son algunas características que no parece que vayan a ser diferentes por el mero hecho de que la banca sea de titularidad pública. Si sigue habiendo entidades demasiado grandes para caer ¿cómo hacer que la impunidad de los banqueros no se convierta en la impunidad de los políticos al frente de su gestión? El ejemplo de lo ocurrido con los políticos en los consejos de las cajas de ahorro no es un precedente muy halagüeño al respecto. Posiblemente la nacionalización, o ejercer una condicionalidad dura con el sector financiero, sean medidas necesarias en el corto plazo, pero la posibilidad de que esto suponga una solución a largo plazo es mínima. No hay ninguna medida regulatoria que nos vaya a sacar de un modelo monetario y financiero excesivamente concentrado y propenso a las crisis, puesto que el modelo, de por sí, tiende a la concentración bancaria y a las crisis recurrentes.
En segundo lugar, la opción de retirar los apoyos públicos a la banca es atractiva pero imposible: habría que estar preparado para dejar caer la banca y no lo estamos; entre otras cosas, porque no tenemos ninguna solución diferente al modelo financiero actual: el modelo basado en la creación de dinero por parte del sistema bancario mediante el mecanismo de reserva fraccionaria. ¿Cómo afrontar un pánico bancario con un sector donde casi el 60% de los activos están colocados en 5 entidades? Sin un modelo diferente de banca ya funcionando, parece difícil. Primero hay que dejar crecer un modelo financiero diferente y entonces la sociedad no necesitará rescatar ni subvencionar al que tenemos en la actualidad, pues no dependeremos de él.
Estos graves problemas estructurales exigen solución, pero además tenemos esta otra cuestión: Cómo competir por el capital, que es justo la clave del problema.
Efectivamente, el actual marco institucional (en el que el sistema monetario y financiero es una pieza esencial) nos impone la competencia por el capital. Los países se ven así obligados a competir con otros países para atraer actividad económica, y en esa competencia se utiliza el dumping fiscal, o sea, cobrar menos impuestos a las empresas por establecerse en tu territorio que la hacienda pública del país de al lado. Esto dificulta la subida de los impuestos a las rentas altas, lo cual deja a los gobiernos sin recursos.
Mejor no cometer los errores típicos
La obligación de competir por el capital es una realidad innegable dentro del marco institucional actual. La postura clásica de la izquierda ante ella ha sido 1: típicamente actúan como si la obligación de competir por el capital no existiera y 2: no hacen nada para liberarse de ella. Esta combinación es una receta para el fracaso y da como resultado la izquierda testimonial y fracasada a la que, en cuanto sube al poder, le empiezan a subir las cifras de paro, la inflación y el déficit público. Amparados en el consuelo de que Marx no lo concibió, siguen sin tomar en serio la profunda naturaleza disruptiva del dinero fiat no referenciado y combinado con un recurso masivo al dinero-crédito, del que se nutre principalmente nuestro sistema monetario y financiero hoy día: un dinero digital, que habita en los balances de los bancos y surge, principal, pero no únicamente, al otorgar crédito. Un sistema monetario basado únicamente en este tipo de dinero fue inconcebible no solo para Marx, sino también para su principal seguidor en lo que al estudio del capital financiero se refiere: R. Hilferding, cuyos importantes aciertos predictivos en su obra magna “El Capital Financiero” hubieran sido mucho mayores si no hubiese descartado por imposible el tipo de sistema monetario y financiero que tenemos hoy.
Frente a esta postura de la izquierda clásica, está la de una izquierda pujante que sí está funcionando: por ejemplo, la del gobierno de Uruguay, que sigue dos estrategias complementarias : por un lado, aceptar el reto de competir por el capital, que a corto plazo es ineludible. Uruguay se ha esforzado en incentivar la inversión extranjera para poder recaudar impuestos y después llevar a cabo una redistribución de la renta. Por otro lado, está tomando medidas para liberarse del marco institucional que le obliga a competir por el capital, en concreto, poniendo en marcha una moneda social (el gobierno de Uruguay lleva 3 años trabajando en este proyecto que todavía no ha visto la luz).
Esta obligación de competir por el capital es la traducción inevitable de la sumisión política de los gobiernos ante el capital financiero. Una obligación derivada de aceptar, de forma implícita, un modelo monetario y financiero en el que siempre hay más deuda que dinero para pagarla, porque precisamente son los bancos quienes crean el dinero como contrapartida de un reconocimiento de deuda con interés. Desde un punto de vista democrático, esta sumisión no se sostiene. Solo se sostiene porque se considera ineludible, como si fuera la fuerza de la gravedad o algo parecido, mientras que la realidad es que procede del diseño del sistema monetario: lo menos democrático que existe en nuestro marco institucional, algo que jamás ha sido sometido a votación popular ni a cuestionamiento alguno. Mientras no se tomen medidas para el cambio institucional necesario que permita liberarse de esa obligación de competir por el capital, esa situación de sometimiento al capital financiero no cesará y los países, así como las empresas, y todos los seres humanos en general, seguiremos viéndonos obligados a competir por el capital para que nos salgan las cuentas.