La oposición, no quiere serlo
Venezuela.Partamos de la base de que los opositores al proyecto del Bloque Histórico de Liberación Nacional y Popular (BHLNP) conformado por el PSUV y partidos aliados, organizaciones de base, comunas organizadas, en el Gran Polo Patriótico; es un conglomerado heterogéneo de partidos políticos históricos como AD y COPEI, y un rosario de aproximadamente 30 engendros genéticamente modificados, la MUD (Mesa de Unidad Democrática), como Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, y Voluntad Popular por nombrar solo a tres. A éste Bloque, también Histórico, que podríamos llamar de la Dependencia Política y Económica (BHDPE), se le alinean sus aliados estratégicos, como el conglomerado mediático, de entretenimiento y cultural (aparato de adoctrinamiento), la jerarquía eclesiástica, los grandes propietarios de la tierra, el conglomerado relacionado con el comercio exterior (grandes importadores de commodities y bienes), el sector financiero especulativo, el conglomerado relacionado con el comercio interior, la delincuencia organizada, los carteles de la droga, y los grupos armados de reivindicación neo-fascista.
De éste Bloque de la Dependencia son aliados también en forma incondicional algunos gobiernos del área, representantes en sus respectivos países de los sectores hegemónicos del poder económico, financiero, cultural y de comercio. Colombia sería el ejemplo paradigmático, tanto política, ideológica, militar y paramilitar, y económicamente hablando, durante la era Uribe Vélez, como lo es hoy más solapadamente mediante los poderes de facto, tanto económicos, y comerciales como financieros y mediáticos del país hermano.
A éste Bloque de la Dependencia (BHDPE) es interesante analizarlo desde, quizás, su más significativo ángulo, que es el de su génesis, para determinar que no responde, ni ha respondido jamás, a un proyecto de independencia económica, soberanía política y justicia social, sino que por el contrario, desde su nacimiento estuvo diseñado como barrera de contención a cualquier proyecto que enarbolara una o más de esas tres premisas. Aunque es muy difícil entender un proyecto nacional y popular que descarte en forma absoluta cualquiera de las tres (Independencia Económica IE, Soberanía Política SP, Justicia Social JS). Por lo tanto, el BHDEP, da su primer berrido en Punto Fijo, en brazos de la madre que lo parió, los Estados Unidos de América, en el amanecer de un proyecto del Departamento de Estado, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y las instituciones financieras de Breton Woods (el Fondo Monetario Internacional FMI y el Banco Mundial BM): la Alianza para el Progreso. Dando inicio a una vida de 40 años. Lo que conocemos como la Cuarta República, y sus gobiernos.
Ojo, no se me malinterprete. Con lo que dije anteriormente, no estoy negando la falta de lazos de dependencia económica y política anteriores al Pacto de Punto Fijo (PPF), entre los poderes fácticos vernáculos, con el emergente (anterior a la Segunda Guerra Mundial) Imperialismo estadounidense. La característica particular del PPF es que diseñó una agenda a largo plazo que conjugara los intereses del ya afianzado –posterior a la Segunda Guerra Mundial- Imperialismo estadounidense con la “ruling class” (la plutocracia venezolana) y sus clases subalternas, pequeña burguesía, clase media alta y algunos sectores de la clase media (tecnocracia orgánica-meritocracia-profesionales e intelectuales orgánicos).
El fin último de estos 40 años de la Cuarta República no fue solamente ser una barrera de contención al avance de movimientos políticos e ideológicos marxistas o filo-marxistas, sino también a todo lo que pudiera ser el avance de un proyecto de desarrollo industrial endógeno de características autónomas. La importante inmigración europea desde comienzos del Siglo XX y fundamentalmente durante las cinco primeras décadas de ese siglo, hacía de Venezuela un país con potencialidades en recursos humanos para despegar con un sector industrial nacional, lo que desarrollaría una burguesía nacional defensora de su industrialización endógena.
Las metrópolis, fundamentalmente los Estados Unidos e Inglaterra, ya habían experimentado en la Argentina durante los gobiernos de Juan D. Perón, en Brasil con Getulio Vargas, y en el México de Lázaro Cárdenas, y casi un siglo antes con el Paraguay de Francisco Solano López, los significativos avances hacia una economía independiente mediante procesos de progresiva industrialización y desarrollo tecnológico, lo que replicaba en un incremento en las decisiones políticas soberanas, y en una más justa distribución de la renta nacional, gracias a un sector obrero y profesional organizado, y con conciencia nacional.
Las inmensas riquezas petroleras de Venezuela harían todavía mucho más factible ese surgimiento y despegue industrial autóctono, con la formación de una burguesía nacional no rentista, sino avocada a un desarrollo independiente en el área tecnológica e industrial. Esta posibilidad fue abortada con la llegada del Pacto del Punto Fijo (PPF) y los sucesivos gobiernos de la Cuarta República. Pacto que vino a sellar la defunción de la conformación de clases dirigentes que respaldaran un proyecto nacional de creación de riquezas, y poseedoras de valores intangibles pero absolutamente indispensables, como son la conciencia y el pensamiento nacional.
El quiebre del modelo de representación (excluyente de las mayorías) en lo político, y ultra-liberal (Escuela de Economía de la Universidad de Chicago) en lo económico, se produjo en las últimas jornadas de febrero de 1989, con el alzamiento popular conocido como El Caracazo. La plutocracia venezolana y sus clases subalternas quedaron huerfanas de representantes. Aquellos que habían sido las caras visibles en la defensa de sus intereses económicos y financieros, culturales y del imaginario, cayeron en el más grande de los descréditos.
Surgió desde el fondo de la historia hacia el presente, ese presente epifánico -más de las veces en estado latente-, un fenómeno político, cultural, antropológico, y ético, el 4 de febrero de 1992, y de ahí en más se comenzó a construir otra historia para el BHLNP.
Llegado a este punto, también tengo que hacer una aclaración , por posibles mal entendidos. El BHLNP no nace ni el 27 de febrero de 1989, ni el 4 de febrero de 1992. Esas fechas marcan flujos importantes de avances del campo popular por la liberación nacional y social, y de desequilibrio en la correlación de fuerzas en favor del proyecto nacional y popular. Los movimientos, frentes, organizaciones, partidos y agrupaciones revolucionarias, armadas o no, de fines de la década de los 50 y de las tres décadas siguientes, fueron de un gran aporte histórico, político, y de concientización socio-política hacia la consolidación de ese BHLNP.
Ahora bien, que sinergia y que relaciones existieron entre representantes (partidos políticos) y representados (ciudadanía) durante la Cuarta República. El modelo de representación fracasado de esas cuatro décadas implicó la falta absoluta de una discusión sobre el modelo de país, pues los representantes tanto en el Poder Legislativo, como Judicial y Ejecutivo, eran los representantes y voceros exclusivos (salvo honrosas excepciones) de intereses sectoriales del área económica y financiera de los grupos hegemónicos vernáculos, asociados en forma parasitaria a los grupos económicos y financieros supranacionales. Los sectores vernáculos del poder tenían representantes en las diferentes áreas de la conducción del país y no era necesario la participación directa de ningún miembro de la oligarquía venezolana en la vida política partidista. Por otro lado y en forma simultanea, los sectores políticamente comprometidos con las causas de liberación nacional y social en Venezuela, fueron disciplinados mediante los organismos de seguridad del Estado, bajo las formas de persecuciones, torturas, ejecuciones extrajudiciales selectivas y masacres. Ese modelo de formalidad democrática tuvo su quiebre durante la contundente respuesta popular a las medidas de Ajustes Estructurales demandadas por el FMI, durante el Segundo Gobieno de Carlos Andrés Pérez, los últimos días del mes de febrero de 1989.
El vacío de representación política de la oligarquía venezolana y sus clases subalternas, mediante los partidos políticos tradicionales, AD y COPEI, fue torpemente ocupado por otros representantes de los mismos intereses hegemónicos y de clase, como los medios corporativos de comunicación, la jerarquía eclesiástica y la aparición virulenta y agresiva de Organizaciones No Gubernamentales ONG’s. Mediante la ideologización sobre conceptos de libertad de prensa cercenada, progresiva secularización de la sociedad, formalidades republicanistas, poder ciudadano, advenimiento de un régimen castro-comunista, falta de libertades cívicas y políticas, fraude electoral; el viejo modelo se reestructuró y reacomodó en la nueva realidad política de la Venezuela mayoritariamente chavista. Sin el apoyo financiero de organismos e instituciones estadounidenses, ésta restructuración y reacomodo, hubieran sido imposibles, pues el viejo modelo no es autónomo y original, sino que nace y sobrevive mediante una relación simbiótica de parasitismo mutualista con el Imperialismo estadounidense, tanto en su período emergente, así como en su etapa hegemónica de Nuevo Orden Mundial. Son históricas y no hace falta nombrarlas con detalle, las funciones que ha cumplido, en las medidas injerencistas, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, mediante los llamados Think Tanks, como el Instituto Nacional Demócrata para los Asuntos Internacionales dirigido por Madeleine Albright, el Instituto Republicano Internacional dirigido por John McCain, la Fundación Reason, la Oficina Nacional de Investigación Económica, la Fundación Heritage, el Instituto de Estrategia Económica, la Fundación Cato, y el Instituto Americano de la Empresa para la Investigación de Políticas Públicas, entre otros, y la Embajada de los Estados Unidos en Caracas como agente vehiculizador y coordinador.
En abril del 2002 se produce un quiebre institucional, mediante un golpe de Estado cívico-militar, que lleva por 48 horas a la máxima magistratura a un representante de los intereses oligárquicos venezolanos, de los viejos administradores del recurso petrolero del país, de las compañías petroleras anglo-americanas, y del débil y dependiente sector industrial y empresarial, Pedro Carmona Estanga. Por primera vez los grupos del poder económico y financiero de Venezuela y su patrón extra nacional, eligen como su representante a una figura sin un pasado político partidista notable. De ahí en más, los antiguos y tradicionales representantes del privilegio caerán aún más profundamente en el descredito. Figuras como las de Henry Ramos Allup, Antonio Ledezma, Manuel Rosales, Omar Barboza, Ramón Guillermo Aveledo, Henrique Salas Römer, por nombrar solo algunas, entrarán a formar parte de un variopinto grupo de personajes de la picaresca venezolana.
Habían sido políticos de un período histórico (Cuarta República), donde en los foros políticos nacionales no se discutían los modelos de país, de sociedad, de modos de producción, de distribución de la renta, de modelos educativos y culturales, de modelos sanitarios y de medicina pública, de alianzas internacionales, de integración regional, de cooperación latinoamericana y caribeña, de desarrollo tecnológico y científico en beneficio de los intereses nacionales y regionales, de políticas sociales que atacaran las causas profundas de la pobreza, la miseria y la marginalidad, de políticas para el desarrollo de las artes en sus diferentes manifestaciones, de alianzas estratégicas internacionales, de la creación de organismos regionales defensores del patrimonio de la región, de organismos financieros regionales, de las funciones del Estado, de políticas petroleras, etc. No tenían tono muscular (ni lo han adquirido), porque nunca tuvieron la necesidad de ejercitar el desarrollo teórico (y mucho menos el de la praxis) de un modelo nacional, original, propio, en lo político, social, y económico. El periodista y pensador venezolano Alberto Nolia, los ha llamado más de una vez “cadáveres políticos insepultos”.
Ante la orfandad de representantes, la oligarquía venezolana asume su propia representación a través de sus propios miembros. Figuras como la de María Corina Machado, Leopoldo López y Henrique Capriles Radonski, encabezan hoy el núcleo ejecutivo de la dirección opositora. A falta de ideas y modelos que se puedan confrontar con el modelo bolivariano, frente a las pasadas derrotas electorales en el campo de batalla inventado por la misma burguesía, la democracia representativa; y ante las predicciones de los analistas políticos del Imperialismo estadounidense, de futuros fracasos electorales ante el Bloque Histórico de Liberación Nacional y Popular liderado por el PSUV y el Gran Polo Patriótico, la salida es la desestabilización económica del país y la violencia fascista en las calles. Las instituciones de Breton Woods saben que no habrá otra forma de implementar sus planes monetaristas, que no sea mediante la conmoción interna y un posterior baño de sangre para erradicar definitivamente la idea de un desarrollo autónomo bajo las premisas de independencia económica, soberanía política y justicia social, que enarbola el chavismo bolivariano y antimperialista.
El Departamento de Estado sabe que es la única forma de recuperar “su petróleo”. No quieren socios en la industria petrolera, quieren “su petróleo”.