La perfecta maquina de robar entre monterías y putas caras
Francisco González Tejera*. LQSomos. Noviembre 2014
En el estado español se encarcela a militares que denuncian la corrupción en el ejército, se sanciona a bomberos, a personas honradas y justas, que se niegan a participar en el miserable acto de terrorismo que supone un desahucio.
La “democracia consolidada” que pregonan los amigos del dinero fácil, los sobres, las sanguinarias monterías, cacerías con orgía incluida, putas caras y tarjetas blacks, en un régimen que no es más que un inmenso contenedor de basura y corrupción política, el espacio propicio para el robo, para el saqueo del patrimonio público, condenando a millones de familias a sobrevivir sin ingresos, con prestaciones de miseria, consiguiendo con sus políticas que ya casi cuatro millones de niños/as estén pasando hambre, sobreviviendo bajo el umbral de la pobreza extrema, que el desempleo bata récords históricos, que infinidad de personas enfermas dependientes estén muriendo por la vergonzosa retirada de las ayudas del estado.
Un país, por llamarlo de alguna forma, que permite que cientos de miles de demócratas estén enterrados como basura en un número incalculable de fosas comunes, cunetas, pozos y simas volcánicas, protegiendo y encubriendo a torturadores, policías fascistas y asesinos de lesa humanidad, responsables directos del brutal genocidio franquista, el mismo que ahora sus herederos del gobierno justifican, ignorando a la justicia internacional que los reclama, que exige su inmediata extradición para ser juzgados.
Cada día un nuevo escándalo marca nuestra triste cotidianeidad, infinidad de personajes funestos rellenan los espacios televisivos entre Pantojas, Aguirres, Blesas, Sorias, Cospedales, Granados, Fabras y un inacabable elenco siniestro de nombres que nos ruborizan el rostro, sumergiéndonos en un ajeno pudor que esta banda jamás podrá sentir.
Quizá no sean humanos o perdieran esa capacidad de empatía con las personas que sufren, que sufrimos, que luchamos a pecho descubierto por alimentar cada día a nuestros/as hijos/as, que no salimos de la pobreza, que no vemos, que pueda existir un futuro de amparo, protección, derechos, democracia y verdadera libertad.
Ese tremendo dolor, esa sensación de estar gobernados por delincuentes sin escrúpulos, la sentimos millones de personas, una inseguridad, un hartazgo que nos está conduciendo a no tener nada que perder, a un estallido social que arrase por tanta miseria humana de coche oficial y prebenda.
Una percepción que se hace evidente cuando hablamos con vecinos/as, con amigos/as, con gente desconocida que te encuentras en el transporte público, en la tienda de comestibles, en el centro de salud, que te manifiestan en muchos casos con lagrimas en los ojos, que ya no aguantan más, que no pueden conseguir esa comida para los/as chiquillos/as, ese halo de esperanza para que esta inminente Navidad sea más alegre, más feliz que la del pasado año, más optimista y sin ese sabor a sangre y tristeza en la boca.
A los/as culpables de este drama humanitario, de un genocidio social, de una masacre provocada de forma premeditada en un proceso ilimitado de recortes, reformas laborales y abusos de poder, solo les importa seguir enriqueciéndose a manos llenas. No se avergüenzan, ni sienten, ni padecen, nos ignoran, nos humillan con sus pelotazos, sus gastos desproporcionados “en negro”, “en B”, sus juergas, masajes caros, cenas de cinco tenedores, hoteles de lujo y otras zarandajas propias de frívolos/as millonarios/as, en una farsa que destruye las vidas de millones de ciudadanos/as, que nos arrastra al abismo oscuro del sufrimiento, la injusticia y la sinrazón.
* Viajando en la tormenta