La población inglesa contra la “locura del Brexit”
Tomás F. Ruiz. LQS. Marzo 2019
Este domingo la “locura” del Brexit ha tocado fondo y ha quedado claro que es inevitable la celebración de elecciones cuanto antes y la convocatoria de un nuevo referéndum de cara a Europa en el que no se engañe al electorado
La población británica se ha dado cita este sábado 23 en Londres para manifestarse contra la que ya es conocida en todo el Reino Unido como la “locura del Brexit”. Según organizaciones ajenas a la organización que la ha convocado, a la cita londinense han acudido cerca de un millón de personas, cifra que no se alcanzaba en ninguna otra manifestación en la Gran Bretaña desde el pasado siglo.
Los manifestantes han dirigido a su primera ministra todo tipo de acusaciones e insultos. Entre otros, el de mentirosa, manipuladora, farsante y destructora de la economía inglesa. Son muchas las teorías sobre quién está detrás de todo el montaje para aplicar un Brexit que hundirá inevitablemente todo el sistema económico británico. Muchos ingleses echan ahora de menos el acuerdo que su anterior ministro, David Cameron, consiguió para el Reino Unido en su visita a Europa, antes de que toda esta locura del Brexit empezara a inquietar a la flemática población inglesa.
De alguna forma, ha sido el propio pueblo británico el que eligió esta caótica salida votando “NO” a Europa en el referéndum que se realizó en el 2016. La razón que principalmente los llevó entonces a rechazar su pertenencia a Europa fue el egoísta comportamiento de pretender negar a los trabajadores inmigrantes de la UE que venían a trabajar a la Gran Bretaña su sofisticado sistema de beneficios sociales.
Aun así, fue Cameron quien consiguió que los caprichos de la Gran Bretaña fueran admitidos por los dirigentes de la UE, a pesar que muchos de estos caprichos (entre ellos el de negar a los trabajadores extranjeros los mismos derechos que tienen los trabajadores británicos y convertirlos en ciudadanos de “segundo orden”) atentara contra uno de los principios fundacionales de la Carta Magna europea: el de que todos los ciudadanos que pertenezcan a la Unión Europea gozaran de libertad de movimientos dentro del espacio europeo y de los mismos derechos sociales y laborales que tienen los ciudadanos locales de donde se instalen.
Ahora que sus economistas han explicado a la descerebrada dirigente británica que si el sistema financiero británico interrumpe sus actuales relaciones económicas con la UE sufrirá un golpe del que no se recuperaría en muchas décadas, Teresa May se ha visto obligada a arrodillarse ante Bruselas, implorándole que la dejan seguir en Europa. Sin embargo, la tozuda primera ministra se niega a hacer ningún tipo de concesiones: se trata de seguir en el mercado europeo, pero manteniendo sus privilegios económicos.
El caos está cada vez más cerca de la economía británica, un caos en el que el Brexit actuará como una bestia antediluviana que destruirá todos los medios de vida de los británicos y borrará del mapa el legendario prestigio comercial y financiero del glamoroso imperio inglés.
Ya sólo queda la ultima bengala, la que el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, lanzó hace ya años hacia el cielo británico, cuando advirtió que si algún día su partido laborista subiera al poder en el Reino Unido, trabajarían con todo el ahínco que pudieran para convertir el imperio británico en un sistema socialista.
Entonces todo el partido conservador se rió de sus ambiciosas pretensiones. El país que a mediados del siglo XVIII vio nacer el capitalismo de la mano de Adam Smith, nunca podría renegar de la explotación salvaje y de las periódicas invasiones que lo han hecho rico y lo mantienen como una de las primeras potencias mundiales. Inglaterra, advirtieron entonces los tories, nunca hará de la solidaridad y el comercio justo sus modos de vida. Como prueba, cargaron sus submarinos con misiles atómicos Trident y retaron a quien pretendiera ponerles los puntos sobre las “íes” a venir a retarlos.
Como respuesta a esa pretenciosa bravuconada, Jeremy Corbyn advirtió entonces que si alguna vez el Reino Unido se ve en un conflicto bélico y él está en funciones de primer ministro, jamás utilizará esos engendros bélicos con que se han dotado a los submarinos atómicos de su majestad la reina. Dado que el mantenimiento de los misiles es un muy rentable negocio, hasta de su propio partido se levantaron voces en su contra.
Con el agua al cuello, ahora el gobierno tory ve hundirse todo su corrupto sistema económico ante la movilización de la población inglesa contra su pretensión de separarse de Europa. La ciudadanía británica se siente indignada de que nunca se le informara, antes de votar en el referéndum donde se le preguntó si quería o no seguir perteneciendo a la Unión Europea, que el recibo que tendrían que pagar para salirse de la UE supera los dos y medio de billones de euros.
Este domingo la “locura” del Brexit ha tocado fondo y ha quedado claro que es inevitable la celebración de elecciones cuanto antes y la convocatoria de un nuevo referéndum de cara a Europa en el que no se engañe al electorado. La población inglesa quiere rectificar en las urnas el craso error que cometió cuando pretendió divorciarse de Europa, sin saber que había unos bienes gananciales que hundirían para siempre su sistema de gobierno y la aislarían por generaciones de un continente del que la separan tan sólo veinte millas y media. El futuro de la Gran Bretaña está, básicamente, en un cambio de mentalidad hacia Europa y en una firme intención de trasformar su voto hacia un sistema más solidario… ¿Serán los ingleses capaces de votar a quien les ofrece un futuro socialista en el que su sistema de beneficios sea compartido y se vuelva a sellar una relación con el viejo continente que ha estado a punto de cortarse?.
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