La UE, el euro y la crisis tienen solución
Los problemas sociales de la UE no tienen que buscarse de una manera aislada en el euro: se derivan del neoliberalismo enquistado en los tratados. Al no poderse recurrir a las tasas de interés, a los tipos de cambio y a las transferencias fiscales para amortiguar los efectos de las crisis económicas, se intenta influir sobre los salarios y los precios y esto degrada permanentemente las condiciones laborales.
En periodos de crecimiento económico, como que las políticas neoliberales quieren impedir la mejora de las condiciones laborales degradadas, se acaba recurriendo al endeudamiento público y privado y al déficit exterior. Así se incentiva el crecimiento. Es lo que se hizo en la mayoría de los países de la periferia en la década anterior a la crisis económica actual. En estos países, el endeudamiento y el déficit exterior también se estimularon con la expansión de la especulación y el gasto militar.
Ahora, la crisis nos ha conducido a un callejón donde la moneda alrededor de la cual se ha construido la unión (el euro) está en peligro. Esto se debe, sobre todo, a la prohibición, incorporada en el Tratado de Maastricht, que el BCE pueda comprar deuda de los países europeos. Esta prohibición, que yo sepa, no tiene precedentes. Si no existiera, todo sería más fácil.
El embrollo se podría resolver modificando los tratados. Pero los actuales dirigentes no quieren hacerlo.
Si se superara la prohibición, el Banco Central Europeo podría comprar la deuda y gestionarla. Ahora bien, previamente sería necesario separar la deuda legitima de la que no lo es (la derivada de la especulación, de la corrupción, de la compra de armamento, etc.). La deuda ilegítima no se tiene que pagar y por lo tanto tampoco se tiene que comprar. Esta separación provocaría problemas en muchos bancos y no quedaría más remedio que nacionalizarlos.
Pero la intervención no tiene por qué quedar aquí. Se podrían emitir eurobonos para financiar la recuperación con un relanzamiento de la inversión pública. De este modo sería posible impulsar una nueva fase del Estado del bienestar, en la cual se diera satisfacción a las necesidades sociales, se mejoraran los derechos laborales, se implantara un salario mínimo que permitiera vivir de una manera digna y se construyera un nuevo modelo productivo basado en una economía sostenible.